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Paz y Ciencia

sábado, 21 de mayo de 2011

Homenaje a Castilla del Pino por la difusión de su obra

Presentación de las obras completas de Carlos Castilla del Pino




Todo acto de habla es predicado del hablante



Carlos Castilla del Pino



A los dos años de la muerte del psiquiatra y humanista Carlos Castilla del Pino, fallecido el 15 de mayo de 2009, se publican sus Obras Completas compiladas en catorce volúmenes. Se cumple así el íntimo deseo del autor, cuya identidad estuvo orientada hacia la construcción de un corpus psiquiátrico personal, donde vida y obra constituyeron un todo indiviso. Castilla del Pino fue un hombre de su tiempo, identificado y comprometido no solo con los temas psiquiátricos sino también con los problemas sociales de su época: identificado con una psiquiatría científica, innovadora y de progreso desmantelada por la dictadura franquista y comprometido con una sociedad que reclamaba su principio basal democrático de <>. Su contribución, pionera y puntera por igual, es la de un intelectual cuya obra incide tanto sobre la patología psíquica como sobre el devenir de la vida cotidiana, esto es, una labor atenta a la salud y a la enfermedad. Sus estudios sobre la sexualidad, la mujer, la incomunicación, la depresion, la culpa, la hermenéutica del lenguaje, el masoquismo, la alucinación, el delirio, los celos, la muerte, entre otros muchos, dan buena cuenta de sus intereses vitales y profesionales del que sin duda es el referente más ilustre y preclaro de la psiquiatría española de la segunda mitad del siglo XX.



En el marco de la Jornada de Historia de la Psiquiatría: Homenaje a Castilla del Pino, celebrada el 19 de mayo de 2011 en Bilbao, se presentaron dos volúmenes de las obras completas: concretamente, los correspondientes a sus dos libros de Introducción a la Psiquiatría, de 1979 y 1980, publicados unos meses después de hacerse cargo –tras largos años de marginación de su anhelado ingreso en la Universidad– de la plaza de profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Córdoba. El acto, presentado por el profesor José Guimón, contó con dos disertaciones introductorias de su tarea psiquiátrica: una, La obra de Castilla del Pino en la psiquiatría española del siglo XX, dictada por la psiquiatra Eudoxia Gay; y otra, La recepción de la obra de Castilla del Pino en la psiquiatría española, a cargo del psiquiatra Guillermo Rendueles. Es oportuno, pues, dar cuenta de este acontecimiento tan saludable para la psiquiatría española de la memoria vigente de la obra de Carlos Castilla del Pino.



En adhesion a este homenaje permítaseme hacer el siguiente (y breve) recuento: los que tuvimos la oportunidad de vivir justamente aquellos años fecundos de renovación de la psiquiatría, de impregnarnos de la vitalidad intelectual y clínica del profesor Castilla del Pino, de su talante y rigor científico, podemos afirmar, sin ambages, que tuvimos un privilegio inmenso en nuestra etapa de formación cordobesa. Y en un doble registro: en el profesional, porque él enseñaba una psiquiatría que aunaba la formación clásica con la psicodinámica y que se nutría de innovadoras corrientes como la psicología social norteamericana (Georhe H. Mead especialmente), o como la teoría de la comunicación de la escuela de Palo Alto de California (justo cuando yo llegué al grupo de Castilla del Pino, en septiembre de 1979, se estaba trabajando en un seminario sobre el libro Teoría de la Comunicación Humana de Paul Watzlawick) y de otras disciplinas afines como la semiótica o el estructuralismo; en el personal, por su fuerte pregnancia intelectual y moral, por su talla de humanista (uno de los grandes y últimos de su tiempo, de lo que tuve constancia nada más conocerlo), por lo que, de modo insoslayable, era un espejo en el que uno se identificaba plenamente. Y eso era así, al menos en mi caso, porque uno no tenía que adherirse incondicionalmente a lo que decía o hacía, sino que lo que te impregnaba era su forma de recorre las diversas disciplinas, su modo de transitar el conocimiento, sin dogmatismos de escuela ni clausuras teóricas. En este sentido siempre lo recordaré como lo que considero el máximo elogio posible para quien ejerce de profesor, para quien asume la noble condición de docente: ser un señalador de caminos. Y es por ello que Castilla del Pino fue, para mí, un verdadero maestro.
 
Javier Lacruz Navas, Psiquiatra y Psicoanalista

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