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Paz y Ciencia

viernes, 13 de mayo de 2011

Crisis, Morfogénesis y Cambio

La familia no puede mantener indefinidamente el mismo equilibrio, bajo pena de convertirse en patógena e incluso mortífera para sus miembros. Es natural, incluso, que la familia atraviese periódicamente crisis o fases de desestabilización que la lleven a modificar su calibración homeostática adaptándose a las nuevas necesidades de sus miembros o a las exigencias de su entorno. Lo hace dando feedbacks positivos a los comportamientos nuevos que ponen en cuestión las reglas habituales. Esto significa que la familia está modificando su sistema autorregulador, que está iniciando un cambio. Por ejemplo, en la adolescencia, los niños provocan crisis naturales de este género cuestionando los límites impuestos a su libertad por los padres. Reivindican la competencia de decidir a qué hora pueden volver a casa por la noche, con quién pueden salir, la posibilidad de administrar por sí mismos su dinero o de organizar sus vacaciones, etc. La familia tolera más o menos bien este paso, se adapta encontrando nuevos arreglos relacionales, nuevas reglas, que tienen en cuenta los nuevos imperativos.
Otras crisis naturales requieren cambios del mismo orden: separaciones, nacimientos, enfermedades, envejecimiento, muertes, matrimonios, etc. Los "momento bisagra" jalonan el ciclo evolutivo de toda familia y aumentan su aptitud a cambiar de estructura, de reglas, para permitir a sus miembros adaptarse a las nuevas exigencias impuestas por su edad, por la sociedad, por sus nuevas condiciones económicas, etc. Se habla entonces de morfogénesis para designar esta aptitud natural del sistema familiar a evolucionar con el tiempo.
Los diversos antagonismos y conflictos que surgen habitualmente durante las crisis no son, pues, tan "negativos": representan molestias útiles en la medida en que permanecen controlables y que el clima de tensión no pone en peligro los intereses de los miembros de la familia ( en la medida en que la entropía del sistema familiar no crece demasiado).
Una característica frecuente de familias muy perturbadas, por ejemplo las llamadas de "transacción psicótica", es la espectacular intolerancia a todo conflicto abierto. En estas familias, la regla que prohíbe airear los conflictos es inferible a partir de interacciones exageradamente pacíficas que los miembros mantienen a toda costa entre ellos, y a partir del mito compartido por todos: "entre nosotros todo va bien, jamás una palabra más alta que la otra, nosotros somos una familia unida". Esta seudomutualidad impide frecuentemente a estas familias "transitar" por las crisis necesarias para su evolución natural. Se asiste entonces a secuencias eternamente repetidas, que impiden toda novedad o todo cambio y que son altamente patógenas (trastornos mentales, enfermedades psicosomáticas, etc.). Si un conflicto, a pesar de todo, estalla en este tipo de constelación, la entropía del sistema familiar crece brutalmente y los dramas se suceden: rupturas definitivas, suicidios, descompensaciones psicóticas múltiples, etc.

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