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Paz y Ciencia
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viernes, 2 de julio de 2021

Alejandra Pizarnik

 

ALEJANDRA PIZARNIK

Rodrigo Córdoba Sanz.
Psicólogo Psicoterapeuta.
Zaragoza. Tno. +34 653 379 269
IG: @psicoletrazaragoza
Website: Conóceme

La búsqueda de identidad, la construcción de la subjetividad, la infancia perdida y la muerte fueron los grandes temas de una carrera poética brillante. A continuación, puedes leer los mejores poemas de Alejandra Pizarnik.

1.- El despertar

A León Ostrov

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo

2.- Cenizas

La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te…

La noche sufre.

3.- A la espera de la oscuridad

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos

4.- Anillos de ceniza

A Cristina Campo

Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

5.- La enamorada

Ante la lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fuiste triste estabas sola
y la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

lunes, 7 de junio de 2021

Friedrich Nietzsche

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo. Psicoterapeuta y Psicoanalista. rcordobasanz@gmail.com Zaragoza (Gran Vía) y Online. Instagram: @psicoletrazaragoza Teléfono: (+34) 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es


No todos los escritores, filósofos, literatos o pensadores marcan del mismo modo cuando uno los lee, sobre todo, cuando esta experiencia tiene lugar en la etapa de juventud. Algunos, simplemente, y aunque suene mal decirlo, no te ofrecen nada, pasan por ti, o tú por ellos, sin pena ni gloria. Sin embargo, hay otros, a los que queremos referirnos en este artículo, que provocan algo más que la distracción que supone pasar un buen rato de lectura, puede que te aporten alguna idea, o quizá te susciten interrogantes, o incluso que, al leerlos, los sientas como una experiencia que se arraiga en tu ser, en lo más profundo de tu persona, como si formaran parte de tu esencia desde ese momento y para siempre, asemejándose al fruto de un innatismo divino que albergara el pensamiento.

Eso sucede quizá con cualquier ilustre pensador que consiga transmitir al lector algo nuevo y con el que tenga cierta afinidad o empatía, pero hay, sin duda, algunos que consiguen llegar más lejos, marcando un punto de inflexión en la historia de tu pensamiento y, más aún, en la historia del pensamiento de toda una cultura. Son aquellos que cuando los lees, dejas de ser tú para empezar a ser otra persona. Ejemplos de esta proeza artística en la historia de mi pensamiento, como en la de muchos otros aprendices de filósofos, son los filósofos alemanes Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer. Esto seguramente se debe a la manera en que entendieron e interpretaron la vida, dándole un significado principal y convirtiéndola en el elemento o eje central de su propuesta filosófica. No elaboran un sistema de rígido análisis teórico al estilo de Kant u otros pesos pesados de la disciplina, sino que es una propuesta sobre cómo afrontar la vida a partir del análisis profundo de la realidad. Es decir, su formulación filosófica acaba siendo una filosofía de vida, y es por este motivo, tal vez, por el que dejan esa huella al leerlos, y, esa marca es aún mayor, si es en la adolescencia porque quedan grabados como una experiencia singular. Es posible que la edad influya en el calado de lo que leemos por aquello que explica la neurociencia de las etapas de plasticidad cerebral, y que verdaderamente haya épocas mejores para el aprendizaje o para que aquello que aprendemos se consolide con más facilidad conformando nuestras conexiones neuronales.

Volviendo al tema de la lectura, recuerdo que conocí a Nietzsche a la edad aproximada de diecisiete años, ese fue mi primer contacto con la Filosofía; Así habló Zaratustra tuvo la culpa, desde ese momento supe qué era la Filosofía y que esa era mi vocación, no era lo que hacía en las clases que acababa de comenzar en esa asignatura obligatoria del Instituto, era lo que solo un verdadero pensador sabe transmitir: una pasión. Para ilustrar esta idea de las diferentes posibles tareas filosóficas podemos citar a Schopenhauer, el cual venía a decir que se fiaba de aquellos que vivían para la Filosofía, pero no de aquellos que vivían de ella, y en este sentido, como en otros muchos, tenía razón. Él también fue capaz transmitir una pasión. Encontré en ese libro de Nietzsche, que me concedió el primer contacto puro (no a través de intérpretes de los intérpretes de la interpretación) con esta disciplina, un modo de expresión de lo inefable de mi espíritu inconformista de lucha juvenil, puso palabras a mis sentimientos, a mis pasiones, una experiencia de lo sublime en términos heideggerianos que solo consigue la obra de arte, extraordinaria e irrepetible de mi espíritu, que marcó para siempre el ser que fui, el ser que soy y el que seré, parafraseando al poeta.

Nietzsche con la fuerza y violencia de sus palabras me transmitió ese “sí a la vida” contra la rendición, la posibilidad de ser tú el único dirigente y amo de tu existencia y de la conformación de tu esencia, la lucha contra lo establecido creando la posibilidad de establecer tus propios valores contra la moral del rebaño, la importancia de no querer ser como los otros, sino un ser individual que no es como ningún otro, es decir, afirmar tu ser único, un preludio del Existencialismo cuyo máximo representante, Sartre, fue el siguiente autor que satisfizo mis necesidades intelectuales con sus textos.

El otro gran pensador que quiero aquí destacar es Arthur Schopenhauer, al cual descubrí más tarde, pero que desde un primer momento obtuvo toda mi simpatía, al modo como lo hace el primer contacto con alguien que sabes que tiene algo que ofrecerte, o como el amor a primera vista. Pues bien, a Schopenhauer le ocurre, según mi parecer, lo mismo que a Nietzsche porque parten del mismo punto. En primer lugar, analizan el mundo, y de ese examen surge su disconformidad con él, se hallan incómodos con este hallazgo, motivo por el que, en segundo lugar, surge su filosofía como una propuesta de cambio de actitud frente a él. La diferencia se encuentra en que Schopenhauer es también profundamente crítico como Nietzsche, pero en un sentido notablemente más pesimista, ya que no encuentra más solución que la renuncia a la voluntad, aunque curiosamente él no lo haga, ya que no dejó de escribir a lo largo de su vida.

Curioso es, en lo que tienen que ver conmigo, que Nietzsche conocía la filosofía de Schopenhauer y podríamos decir que fue su precursor, principalmente se observa este hecho en la toma del concepto de voluntad de vivir que Nietzsche transforma en voluntad de poder, en torno al cual además giran la mayoría de las ideas principales de su Filosofía. Ambos tienen también en común una infancia sin figura paterna y una trayectoria vital difícil. Pero Schopenhauer centra su filosofía en el sufrimiento que supone la vida y esa voluntad de vivirla, sufrimiento por querer lo que no tienes y aburrimiento de haber obtenido eso que querías, generando un nuevo deseo insatisfecho, y así un ciclo infinito. Esta idea se resume bien en la célebre cita: “La vida es un péndulo entre el dolor y el hastío”, y su autor como una única salida a esta insatisfacción esencial del hombre solo encuentra la negación de los deseos y la fusión con la nada, o el recogimiento en uno mismo, en definitiva la no afirmación del yo que desea. Este carácter pesimista y crítico le llevó al aislamiento y al rechazo de los otros, y eso le hizo ganarse a su vez la repulsa incluso de su madre, con la que cada vez tenía peor relación y se dirigía a él con crudeza y desdén, como podemos ver en la correspondencia mantenida que se conserva. Al contrario, lo que fascina de Nietzsche es su giro a la filosofía positiva, su vuelta de tuerca, su filosofía de la afirmación, del sí; mientras que la filosofía de Schopenhauer acaba siendo una expresión de la negación más absoluta, la propuesta por el Zaratustra nietzscheano es una filosofía positiva o afirmativa, que no busca lamentarse del sufrimiento ni negar por ello los deseos, sino satisfacerlos, promoviendo el cambio, la metamorfosis que supone el salto de la mediocridad de la persona que vive entre las masas a la afirmación de su individualidad, de su yo único. La máxima formulada en dicho libro puede sintetizarse de este modo: sé el único autor de tu vida, y no intentes después adoctrinar a los demás para que sean como tú, al contrario, ayuda a que ellos también puedan ser libres decidiendo cómo dirigir su vida y los valores que quieran otorgarse en ella. Este es el superhombre, un elemento clave de la filosofía de Nietzsche y un ideal al que todos deberíamos aspirar. Para acabar esta reflexión, quiero citar textualmente un pequeño fragmento donde se expresa con suma claridad esta máxima a la que me he referido en este último párrafo: “El hombre creador busca compañeros, no cadáveres ni tampoco rebaños ni adeptos de credos. Busca el hombre creador a los que creen junto con él, a los que inscriban valores nuevos en las tablas” (parte I, sección 9. Así hablaba Zaratustra).



miércoles, 2 de junio de 2021

Castilla del Pino. Homenaje

 

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo. Psicoterapeuta. Psicoanalista. Zaragoza. Gran Vía Y Online. Instagram: @psicoletrazaragoza Website: www.rcordobasanz.es            Teléfono: (+34) 653 379 269

Creo que Carlos Castilla del Pino (San Roque, Cádiz, 1922), pasará a la historia por su obra de carácter autobiográfico. Sus libros de ensayos y científicos, lúcidos, claros, valiosos, me atrevo a pensar que serán asimilados en otros sobre los mismos temas que sin duda, en muchas ocasiones, aprovecharán sus rigurosas aportaciones. También como médico y profesor ha dejado su huella en multitud de profesionales, contribuyendo a la creación en España de una neuropsiquiatría con criterios científicos e intelectuales novedosos. No es poco. En realidad es mucho. Muy pronto, Castilla, que leyó a Freud en su adolescencia y continuó con otras aportaciones alemanas y francesas, se interesó por las investigaciones norteamericanas en psiquiatría, especialmente en su dimensión psicosocial (George H. Mead, Gordon Allport), y por autores como Durkheim, el joven Marx, Simmnel, Max Weber, Karl Mannheim y otros, cuyas huellas son visibles en varias de sus obras primeras, como Un estudio sobre la depresión (1966), La culpa (1968) y La incomunicación (1970). En 1954 había comenzado, de manera paralela a la dirección del dispensario, a pasar consulta como psicoterapeuta. Estas memorias permiten una lectura plural de diversas disciplinas: historia de la Guerra Civil Española, historia social, historia moral, médica, académica, etcétera. Me detendré sólo en algunos aspectos tanto de la obra como del personaje con el fin de trazar un posible perfil, una visión sin duda parcial, de esta memoria y su autor.
     Castilla del Pino quiere recordarlo todo. Quiere recordar a la persona, el lugar, la indumentaria, lo que se dijo, y la concatenación de cosas y procesos de esto y lo otro. Sin memoria no hay vida humana, de hecho somos porque recordamos. Los hindúes relacionan acertadamente el olvido con la muerte. Ahora bien, la memoria individual (no la memoria depositada en las bibliotecas y en los bancos de datos) está construida, moldeada, por el olvido. Para caminar hay que dejar los senderos que se abren hacia los lados. Castilla del Pino tuvo, desde muy joven, una clara conciencia de que iba hacia algún lugar, de que vivir su vida era cumplir un proyecto, el suyo, el de ser: un devenir marcado por el empeño. Era orteguiano antes de leer a Ortega y Gasset, y cuando en 1996 terminó el primer volumen de sus memorias, Pretérito imperfecto (1997)1, cumplió con la preceptiva biográfica de trazar los rasgos y los desafíos de una fuerte vocación. Es evidente que Castilla del Pino no ha recordado todo en los dos gruesos volúmenes de sus memorias; no me refiero a todo lo que ha conformado su vida, sino a lo que ha seleccionado. Hay personas o aspectos de su vida a las que voluntaria o involuntariamente ha dedicado una atención mínima, esquemática; aunque también es cierto que no creo que haya dejado nada importante de lado. Su memoria es rigurosa, valiente, seria, asistida por un vocabulario muy exacto y rico. La presencia mayor, en el orden histórico, es la de la Guerra Civil y sus consecuencias, y la recurrencia más honda, el número y las circunstancias de los asesinados desde el comienzo del alzamiento en 1936 hasta los años de posguerra, de los que —como ha insistido el historiador británico Paul Preston— aún desconocemos las cifras exactas, mayores de las que hasta hace pocos años se conjeturaban. Pero no sólo la estadística, sino los aspectos biográficos y morales de esas muertes y de los que estuvieron implicados en ellas, ha formado parte de su preocupación constante. En el orden personal —quiero decir, en el de la construcción del sujeto—, destaca, y casi con la misma intensidad que lo mencionado, su vocación médica, unida ésta insoslayablemente a su dimensión social, política y académica.
     Quiero añadir algo sobre el ejercicio de memoria de Carlos Castilla: por un lado, al haber procedido a lo largo de su vida como un historiador que ha guardado minuciosamente (en su memoria y fijados en documentos) datos relevantes y, también, banales, ha contribuido, con esta biografía (que considero de las dos o tres más importantes que se han publicado en España en cualquier época, y en principio, aunque de otro orden, sólo pienso en Los Baroja, de Julio Caro), a la historia política, a la sociología, al estudio de las costumbres de un determinado periodo histórico español, además de a los entresijos académicos y clínicos de la psiquiatría española, sin olvidar que son, también, el retrato de un personaje.2 En otro extremo, abunda en ocasiones en datos que sólo sirven a la psicología del autor (quiero decir, quizás, a la manía del autor) y que una buena narración biográfica ha de dejar a un lado. ¿Qué importancia puede tener dentro de la obra que uno de sus profesores tomara un café con leche con "tres galletas María"? Pongo un ejemplo entre muchos: Castilla del Pino lo escribe porque lo recuerda (estoy seguro de que fueron tres y no dos), y ese tic dice algo de su psicología, pero el dato es prescindible. En el segundo volumen, Casa del olivo (2005), que cuenta fundamentalmente su vida en Córdoba, ya establecido como médico y luchando por el acceso a la cátedra, ese tipo de recuerdos continúa y quizá se justifiquen por el tipo de narración propia de un realismo minucioso. Creo entender que esos excesos mnemotécnicos, que caracterizan al autor por el uso que hace de ellos, están dinamizados por los sucesos traumáticos que contaré enseguida.
     Dos hechos son centrales en la formación de la psicología y la vida de Castilla en esta primera etapa: siendo todavía niño, su padre enfermó de un grave enfisema cuya insuficiencia respiratoria le afectó el corazón. En vez de compartir su esposa la habitación con él y atenderlo, ésta hizo que el niño durmiera en la misma habitación de su padre; en definitiva: lo forzó a ser testigo de la enfermedad y agonía paternas (su padre muere en 1933 mientras él reside, desde 1932, como estudiante en un internado en Ronda). Castilla no analiza con detenimiento esta decisión materna, pero es obvio que marcó su vida. A esto hay que añadir que su padre tenía claros proyectos para él: que fuera arquitecto y que se desentendiera de la música, a la que era aficionado (como su madre). Pero ha sido y es neuropsiquiatra y melómano. Y en contra de su pasión por conservar papeles y cosas, el joven Castilla del Pino fue deshaciéndose de todas las cartas que recibía de su padre, hecho difícil de interpretar, como él mismo advierte, pero apunto una hipótesis, quizás no del todo descabellada: su padre, desde su enfermedad y sobre todo desde que le obliga su madre a ser testigo de ella en su propio cuarto, acentúa su conciencia de la pérdida, de la muerte, del muerto que alguna vez, muy pronto, va a ser su padre. De alguna forma, guardar sus cartas (que tratan de aleccionarlo, entre otras cosas, en otro proyecto personal) era seguir compartiendo la memoria de su agonía. En cuanto a la relación de su madre con la muerte, hay otro dato relevante que enriquece lo mencionado. A petición de su hijo, de doce años y con gran vocación ya entonces por la medicina (había leído un poco antes La historia de San Michele, de Axel Munthe, y sobre todo las memorias de Ramón y Cajal, Recuerdos de mi vida, que fueron claves en su decisión), intercedió con un médico de San Roque para que le dejara presenciar las autopsias. Estamos en un pueblo de España en 1934, y no es necesario que me detenga en detalles (que sí se encuentran en la obra de Castilla) sobre lo que supone asistir a esas escenas. Piénsese que ese niño no había visto aún a ninguna persona mayor desnuda, pero que pronto va a contemplar sus vísceras y va a ayudar a abrir algunos cráneos. El segundo acontecimiento traumático, ahora de orden personal tanto como histórico, sucede el 27 de julio de 1936: al iniciarse la sublevación franquista, dos tíos suyos y un primo fueron fusilados en la calle, casi en presencia suya, por milicianos pertenecientes a la CNT y a la FAI. Uno de sus tíos era su tutor desde la muerte de su padre. El muchacho oyó los tiros y logró salir de la casa materna y ya en la calle contempló los cuerpos de sus familiares desangrándose. Apenas si habla de su reacción anímica; de hecho, el autor apenas si se detiene a lo largo de su vida, y acaso éste sea uno de los rasgos de su personaje. Distanciamiento de lo afectivo y enorme capacidad clasificatoria, dominio de sí, apuesta irrenunciable por razonarlo todo. No hace mucho, con motivo de la salida de su segundo volumen, Casa del olivo, le oí entrevistado por la radio, y ante una pregunta un tanto escéptica de por qué nos equivocábamos tanto, Castilla del Pino respondió enseguida: "Porque sentimos", atribuyendo tal vez al ejercicio de la razón una actividad de tipo lógico despegada de los afectos (en su sentido profundo), algo que quizá sólo sea posible en ciertas investigaciones científicas. Creo que el filósofo y también memorialista Julien Benda (1867-1956) no hubiera dicho otra cosa. De hecho, Benda rectifica el famoso adagio de Pascal sobre las razones del corazón de la siguiente forma —que tal vez el autor de Teoría de los sentimientos3 encuentre acertada—: "El corazón tiene sus motivos que la razón desconoce". Pero en este mismo libro citado encontramos en realidad una concepción que lo aleja de Benda y de lo que dijo improvisadamente: "En el orden psicológico, hay muchas diferencias en la esfera cognitiva de los seres humanos, que se traducen en variaciones de nuestras aptitudes y capacidades intelectuales, pero los sentimientos son los que nos distinguen en tanto que sujetos para una relación irrepetible." ¿Somos irrepetibles por nuestros errores? Tal vez en esta tensión hay una confesión inadvertida: la necesidad contradictoria de poner a buen recaudo los sentimientos y, al mismo tiempo, de darlos razonablemente razonados. En el segundo volumen de sus memorias, Castilla cuenta algo significativo que tiene que ver con el bloqueo emocional ante la muerte de sus familiares. Había heredado de su tutor una pluma fuente que utilizó durante sus estudios en Ronda, luego en sus tiempos universitarios de Madrid, y siguió usándola en su trabajo. Un día, al poco de casarse, a su mujer de entonces, Encar, tras pedirle la pluma para firmar algo, ésta se le desprendió de la mano y cayó a una estufa, donde se derritió al instante. Todavía cuando escribe, con ochenta años, dice: "Fue un trauma tan doloroso que aún no me he recuperado de él". Parece obvio que hubo un desplazamiento afectivo, pero ¿por qué?
     De cualquier forma, este amor por el razonamiento crítico y la clasificación, así como la indiscutible inclinación moral de Castilla (amor por la justicia y por la verdad), le llevan muy pronto a distanciarse del régimen franquista, de hecho antes de que acabara la guerra. Castilla lo explica no como una reacción política sino "estética, intelectual", visto el fenómeno desde la madurez del narrador. Dicho con otras palabras, la retórica franquista le pareció indefendible, a pesar de que él no era por entonces republicano y de que gente de la República había asesinado, casi ante sus ojos, a tres familiares muy cercanos. De aquí surge una línea que luego trataré de enriquecer con los datos que aporta nuestro autor, y que me lleva a ver a Castilla del Pino como un superviviente empeñado en no dejarse arrebatar su vida ni, sobre todo, lo que esa vida quiere, lo que quiere ser. De esa fecha, cuando tenía doce años, es la fantasía de tener un estudio-vivienda bajo tierra, una especie de sótano muy profundo al que se descendía por una escala que podía retirar, y en cuya sala habría una gran biblioteca, una mesa y un sofá. Posteriormente y durante treinta años, el autor tuvo su biblioteca y cuarto de trabajo en el sótano de su casa, y actualmente (la metáfora se invierte) en el tercer y último piso de una casa de campo. Ese sótano es una tumba, un lugar que no se comparte con nadie, totalmente aislado, pero es, por otra parte, el lugar —gracias a los libros— a través del cual accede al mundo, o más bien: desde donde lo estudia. Por un lado: una verdadera pasión por la historia, casi exclusivamente por la historia de España en el periodo que le ha tocado vivir, y dentro de ella por la Guerra Civil y sus consecuencias; a lo que hay que añadir una alta sociabilidad y un interés grande, no sé si por amigos muy particularizados e íntimos o por una amplia variedad de seres humanos, en la que se incluyen muchos de sus pacientes. Por el otro, la necesidad de aislamiento, manifestada incluso por una fantasía recurrente: tener su habitación a quince metros bajo tierra. En una presentación en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, alguien citó el segundo volumen, no intencionadamente, como Casa del olvido, rectificando enseguida. ¿Podría tener ese espacio de la memoria una dimensión de olvido? ¿Una búsqueda de olvido? ¿Una abolición de la muerte? Quizás no: Castilla se aísla, o quiere aislarse, tal vez como de niño se acercaba a los cuerpos, convirtiéndolos en objetos para neutralizar su pregunta emocional. A veces, como veremos, las respuestas personales que da a las muertes de sus cinco hijos carecen de emoción, aunque no de valor y de reflexión moral; también son expresión de su sincera perplejidad, en la que no deja en ningún momento de confesar su limitación como educador y padre. Informaré al lector que una de sus hijas se suicidó, dos hijos murieron de sida (tras algunos años de excesos alcohólicos y heroína), uno más por accidente de tráfico y el quinto, su hija mayor, a causa de un cáncer de colon del que no quiso intentar curarse. En ningún momento, que yo recuerde, reflexiona sobre el hecho de que su ausencia de deseo de tener hijos, que afecta también a su mujer, Encar, quizás fuera algo que sus propios hijos percibieran desde muy pronto. Más que las explicaciones sociopsicológicas que aduce —sin duda pertinentes, pero parciales—, creo que lo que cualquier hijo siente es si es querido o no, y Castilla mismo dice que sus actividades con ellos no eran espontáneas, sino que las realizaba por puro deber. De hecho, aunque dos de ellos viven aún —por un extraño amor a la verdad, cuya semejanza con Benda, de nuevo, es evidente—, no recuerdo que dé noticias de ellos, y no duda en declarar a la prensa que no quiso tener hijos, que eran un obstáculo para su plan de vida, pero que tardó en darse cuenta. Sin embargo, a pesar de que no quisieron tener hijos, entre 1952 y 1958 tuvieron siete. Curiosamente, Castilla ha conseguido realizar también ese deseo primero, aunque no haya querido que ocurriera así: en la actualidad está nuevamente casado, no ha tenido hijos con su segunda mujer y vive tal como había proyectado. Pero dejemos ese tema, por lo delicado, a pesar de que no es precisamente algo anecdótico en su biografía. Pocas cosas relacionadas con el empeño de ser se le han resistido a este hombre, pero ¿es verdad, como afirma, que la felicidad estriba en cumplir lo que se quiere ser? Tengo mis dudas. Creo que es una afirmación excesivamente racionalista; porque nadie sabe del todo lo que quiere ser y tampoco si, una vez conseguido, le va a resultar tan placentero. Hay que añadir que el cumplimiento de nuestros deseos a veces significa la negación de los del otro. Uno quiere ser, qué duda cabe, y Spinoza afirmó de manera memorable la perseverancia de todo lo que es, pero la historia cambia (nuestra historia cambia). El que desea no es una criatura prístina, aunque es cierto que nos pasamos la vida tratando de responder las preguntas iniciales. De cualquier forma, parece evidente que Castilla del Pino ha logrado, a pesar del periodo histórico que le ha tocado vivir (las tensiones sin cuento de la República, la guerra y la interminable dictadura franquista), conducir su vida hacia su proyecto intelectual y emocional, queriendo su querer y luchando por transformar el medio que le ha tocado en suerte.
     La sociopsiquiatría de Castilla del Pino es muy coherente con su psicología y con las inclinaciones de sus preocupaciones intelectuales. Para Castilla, lo ocurrido durante la Guerra Civil e inmediatamente después alcanza no sólo a los ejecutores sino, desde un punto de vista moral tanto como psicológico, a los que permitieron que esos crímenes pudieran darse, a los cómplices en un grado u otro. No es posible, afirma, ser impune. De hecho, su primer libro, Un estudio sobre la depresión, es en alguna medida el resultado de esa reflexión, de cómo la culpa social (resultado de ese periodo histórico) influye en la vivencia anímica, biográfica, del individuo. Su extensa experiencia médica le hizo pensar en la responsabilidad que los poderes políticos (y religiosos) tenían en los padecimientos personales. Al fin y al cabo no hay individuo sin sociedad, aunque algunas sociedades pretendan acabar con sus individuos (en aquello que tienen de irreducibles precisamente). De aquí su politización, cercana en un principio al Partido Comunista (sin creer en la URSS primero ni en la Cuba de Castro después) y, más tarde, al PSOE. En otro sentido, Castilla se ha desvelado porque la memoria de los que sufrieron tales atrocidades no se desvanezca sin dejar testimonio de las mismas. Hace poco escribió Jorge Semprún un bello texto sobre los campos de concentración nazi (él estuvo, como se sabe, en Buchenwald hasta 1945) en el cual era evidente su temor a que en breve ya no quedaría nadie vivo que pudiera ser memoria de aquel horror. Castilla sabe que la memoria también se hereda (es una educación, una moral) y lo importante es mantenerla viva aunque no sea uno el testigo de lo recordado.
     El mundo de Castilla del Pino (el que aparece en sus memorias, no excluyo que pueda haber otros), es un mundo español, y me atrevería a decir que con sólo personajes españoles. Es cierto que aparecen nombres de colegas extranjeros, pero forman parte de repasos curriculares. Los retratos, hechos con agudeza y sentido del equilibrio, corresponden a López Ibor, Sarró, Pedro Laín, Castellet, Sacristán, Jesús Aguirre, Ricardo Gullón, José Luis Aranguren, Rafael Alberti, Juan Bernier, Julio Aumente, Javier Pradera, Luis Martín Santos, Felicidad Blanc, a los que hay que sumar otros esbozos o perfiles, no menos importantes, de personas menos conocidas, o desconocidas del todo, del mundo social. Vale la pena citar algunas líneas, que, obviamente, deforman la visión total, pero son veraces en su parcialidad: Benet: "tenía una imperiosa necesidad de exhibir su displicencia [...] un gran y casi permanente actor (lo digo sin ninguna connotación peyorativa)". Pradera: "Como víctima de su carácter, Javier Pradera ha sido un dilapidador de afectos. Si se le quiere, muchas veces es a pesar suyo". Aguirre: "en Jesús podía uno detectar actitudes de seriedad y entrega y, poco después, en un grupo más amplio, aparecer como un exhibicionista compulsivo". Blanc: "Probablemente, el infierno de su relación con Panero y con sus hijos acabó endureciéndola. Nunca usó su sufrimiento para justificarse. Y pagó con el desprecio, aunque tardío, a quienes se lo provocaron". Además de su evidente interés por su disciplina profesional, la historia social de España tiene una presencia central. Y dos artes: la música y la literatura, aunque lamentablemente nos ha dejado aquí muy poco sobre sus gustos y opiniones literarios (¿por qué no decirnos en siete u ocho páginas lo que le gusta, no le ha parecido importante en la construcción biográfica?). Es evidente su amor por la tradición novelística de tipo realista que va de Balzac a Tolstoi. Así como su amor por Proust y Thomas Mann. Hace unos meses declaró a Juan Cruz: "ya no impactan tanto los libros... Eso fue hasta los 18 años, Goethe, Dostoyevski". Quizá sea otra de sus frases contundentes, pero alguna significación tendrá lo dicho: ¿Ya estaba formado su gusto entonces? ¿Y su sensibilidad había dejado de ser impactantemente receptiva en cuanto a lecturas? Es extraño, porque, a pesar de su pasión lectora, estoy seguro de que a esa edad no había leído a muchos de los grandes clásicos. En fin, entre los españoles del siglo XX, un nombre va y viene, Pío Baroja. Las ausencias son la poesía y la pintura. En cambio está su amor por la naturaleza, especialmente por los árboles. También por algunos animales, sus perros, hacia los que expresa sentimientos intensos. En algunas líneas en las que habla de árboles (algunos plantados por él mismo) se transparenta una nostalgia interesante, no del pasado sino —acéptese la paradoja— del futuro, y también es fácil constatar en ese ánimo la vislumbre de la soledad humana en contemplación de un mundo (el natural) que ignora precisamente ese vínculo.
     Castilla del Pino detesta la impostura. Su decidida apuesta moral ha marcado su vida, y creo que se puede deducir de sus memorias que es un hombre honesto y valiente. En este sentido, la imagen que la lectura de sus memorias me deja es la de alguien a quien se puede mirar de frente y de quien —en cualquier circunstancia, pero también en las difíciles— uno se podría fiar. Quizás porque, hasta donde le ha sido posible —y nadie es transparente ni para los otros ni para sí mismo— ha sabido pensar su vida. Creo que su reflexión es un ejemplo algo inusual en la literatura intelectual española, asistidos como estamos por la tendencia al compadreo y a disculparnos, cínicamente, nuestras debilidades. Si nuestro pensamiento crítico es débil, nuestra memoria no lo ha sido menos. Pero la memoria crítica de Castilla del Pino corrige esta ausencia. Al mostrarnos lúcidamente su vida y una parte de la vida social y política del siglo XX español, Carlos Castilla del Pino también permite vernos mejor a nosotros mismos, saber lo que hemos sido y, así, lo que podemos ser.-

viernes, 26 de febrero de 2021

Todo saldrá bien

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. N° Col.: A-1324 Zaragoza.  Página Web: www.rcordobasanz.es.          Instagram: @psicoletrazaragoza

“El dolor que no se desahoga con lágrimas
puede hacer que sean otros órganos
los que lloren”


Francis J. Braceland


Cuando llegó a España la noticia del coronavirus en Wuhan algunos ciudadanos salieron a buscar mascarillas, señalando los farmacéuticos que la demanda llego a dispararse un 6.000 por ciento en pocos días y se agotaron las existencias. Y asi, ese casi 10 por ciento de población que se considera que puede estar afectada de hipocondría, comenzaba a planificar y organizarse para llegar a evitar el contagio de esta nueva enfermedad que aún no había llegado al país.

En España como en el resto de países, comenzó a haber casos de covid-19 cuya incidencia crecía diariamente de manera escalofriante, y es que uno de los principales problemas del covid-19 es su rápido contagio, sumado a la ausencia de tratamiento y desconocimiento científico que a lo largo de la pandemia se ha ido paliando.

Inmediatamente, los diferentes países para frenar este frenético contagio establecieron diversas medidas: cuarentena, confinamiento y distanciamiento social, medidas todas que cuentan con evidencia de efectividad. De repente los ciudadanos comenzaron a ver sus ciudades vacías, sin gente las estaciones de metro o aeropuertos, cerrados comercios y servicios.

El confinamiento supuso el aislamiento de muchas personas, pero también la alteración de la actividad cotidiana, de la actividad física y de la actividad social, marcadas todas por la pérdida de contacto físico con los demás. Esto se vio agravado por su larga duración, que facilitó el impacto sobre el estado emocional de los ciudadanos. La incertidumbre posterior y las malas perspectivas económicas no han hecho más que incrementar el malestar.

Consecuencias psicológicas del Covid-19: tercera ola


Según va pasando el tiempo se van conociendo más consecuencias del covid-19, por eso es necesario hacerles frente y estar preparado para ellas. Y una de las principales consecuencias que ha tenido esta pandemia han sido los efectos psicológicos en la población: ansiedad, depresión, miedo, estrés, considerándose efectos directos e indirectos de la propia enfermedad y el confinamiento.

The Lancet Psychiatry apunta que una de las posibles reacciones de trastornos psiquiátricos en situaciones de estrés intenso como la pandemia de covid-19, son los trastornos psicosomáticos, somatomorfos e hipocondriacos.

Si la pandemia del Covid-19 ha llevado a una crisis sanitaria, ahora que estamos en su rebrote casi nadie duda de que llega la crisis de la salud mental. Se necesita de manera urgente, a la vez que paliar los déficits históricos de la red de salud mental, invertir y preparase para evitar el incremento de las enfermedades mentales como consecuencia de la pandemia. El coronavirus covid-19 ha resultado ser un estresor psicológico pues está afectando a la población en sus diferentes facetas y organización. Llega la llamada tercera ola de la pandemia.

"Se considera que el propio miedo al contagio del Covid-19 puede llevar a ciertas personas a presentar sus síntomas y por lo tanto a creer que se han contagiado y cuestionarse si están enfermos"

Se viene considerando el confinamiento como uno de los principales factores que ha llevado a cierta parte de la ciudadanía a múltiples situaciones de aislamiento con sus consecuencias psicológicas (ansiedad, depresion, estrés, miedo, tristeza). Limitar la libertad de los ciudadanos para alcanzar un bien social ha resultado ser un tema tan necesario como polémico por lo que debe ser abordado con mucho cuidado teniendo en cuenta también las consecuencias en salud mental de la ciudadanía.

Porque el largo confinamiento no solo afecta la vulnerabilidad del hipocondriaco sino a la población en general, asi fue como consecuencia del aislamiento, muchas personas comenzaron a manifestar fiebre, dolor de cabeza e incluso tos, a pesar de no estar contagiados de Covid-19.  Se considera que el propio miedo al contagio del Covid-19 puede llevar a ciertas personas a presentar sus síntomas y por lo tanto a creer que se han contagiado y cuestionarse si están enfermos.

Somatización ante el Covid-19


Entre las diferentes consecuencias psicopatológicas causadas en la población por la pandemia covid-19 se encuentra el problema de la somatización. Sin embargo, es preciso diferenciar lo psicosomático de la hipocondría, que es un miedo excesivo a enfermar y estaba identificado ya desde hace mucho tiempo.

Cuando hablamos de somatización nos referimos a las manifestaciones físicas que puede presentar una persona por un problema psicológico. Se considera así cuando estos síntomas se presentan por problemas psicológicos y no por el Covid-19, siendo principalmente por problemas de ansiedad.

Actualmente la Asociación Americana de Psiquiatría en su 'Manual Diagnostico y Estadístico' en su quinta edición introduce nuevos términos: Trastorno de Síntomas Somáticos y Trastorno de Ansiedad por Enfermedad.

Para desarrollar el trastorno de somatización y manifestar síntomas somáticos debe darse una influencia de un factor ambiental y durante esta pandemia de Covid-19 se dieron muchos: 

- emergencia sanitaria

- información excesiva

- miedo colectivo

- contagios agresivos en todos los países, llevando a ansiedad a ciertas personas y de aquí a experimentar los síntomas del covid-19

También la gran cantidad de información, la sobreexposición a la información sobre este coronavirus, se considera que está detrás de estas manifestaciones psicosomáticas, pues al sobreexponerse a las noticias: alertas sanitarias, pandemia, contagio abrupto del covid-19, información sobre el padecimiento, sus manifestaciones, la mortandad… lleva a la persona con hipocondría y cierta población en general a una gran vulnerabilidad. Se corre el riesgo de presentar ideas fatalistascatastróficas o distorsionadas de la realidad y sobre la posibilidad de llegar a padecer esta enfermedad, idea que resulta difícil de abandonar y llevando más fácilmente a estados de somatización llegando como decíamos a experimentar síntomas de este coronavirus sin padecerlo.

Se diagnostica somatización cuando la persona presenta ciertos síntomas sin causa física identificable. Para el paciente los síntomas son totalmente reales, experimentan dolor y malestar, pudiendo llegar a causar daño en su salud mental, socio-laboral y personal. Solo después de hacer esto se pasa a identificar el problema psicológico que explique estos síntomas y cuando se determina se hace necesario un tratamiento psicológico, lo primero que hay que atender en estas personas es la estabilidad emocional.

Que la persona experimente los síntomas propios del Covid-19 junto con ansiedad y estrés requiere que la persona demande atención sanitaria para confirmar o no la somatización.

Se deben establecer políticas preventivas en salud mental para los diferentes grupos de riesgo, adaptadas a las diferentes fases de la pandemia, a las características poblacionales y del contexto.

Educación para evitar depresión o ansiedad


La Comisión Nacional de Salud de China notifica la intervención de emergencia en crisis psicológicas para la neumonía por la infección de Covid-19. Además, recomienda la educación de la población para evitar llegar a la depresion o ansiedad, reducir la duración de la cuarentena para reducir traumas, frustración y sensibilizarse de los riesgos de la enfermedad para manejar adecuadamente la situación.

También, como la Organización Mundial de la Salud recomienda, es óptimo que la persona genere habilidades de manejo de ansiedad: comunicarse con personas relevantes, alimentarse sanamente, hacer actividad física, dormir bien, evitar el consumo de alcohol o cualquier sustancia tóxica, informarse en fuentes oficiales, pero a la vez evitar la sobreinformación.

Vindel, presidente de la Sociedad Española del Estudio para la Ansiedad y el Estrés, indica que una herramienta que tiene el hipocondriaco para evitar alarmarse es disponer de información veraz y fidedigna y que ellos y la población en general para poder controlar su estado emocional deben evitar estar informándose de manera continua, los bulos que se trasmitan por internet, magnificar la situación, confiar en la capacidad de respuesta del sistema sanitario, manejar pensamientos certeros, no focalizados en los negativos y desesperantes, relajarnos, realizar actividades de agrado, no chequearse con frecuencia la salud. Los ataques de ansiedad aparecen de manera repentina, hay que aprender a reconocer los síntomas (taquicardia, dificultad respiratoria, temblores, entre otros) para poder retomar el control e impedir llegar a la somatización.

Una medida de prevención para el trastorno de somatización es seleccionar las fuentes de información a las que se tiene acceso: deben se fiables y se debe tomar la información como ilustrativa, para que nos ayude a cuidarnos y manejar lo mejor posible la enfermedad y esta situación y no para atemorizarnos y dejarnos dominar por ella.

Se necesita proteger la salud mental durante esta pandemia que ahora de nuevo se está extendiendo, la somatización es un efecto psicológico que se puede evitar.

viernes, 15 de enero de 2021

El mito de la manipulación en TLP (Borderline)

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta. N° Col.: A-1324 Zaragoza.  Gran Vía 32, 3° Izquierda. Tfno.: 653 379 269 rcordobasanz@gmail.com                          Página Web: Psicólogo Zaragoza Gran Vía 32 

Especialista en TLP (Borderline), ansiedad, depresión, terapia de pareja, terapia familiar, altas capacidades. Psicoterapias,: cognitiva, psicoanalítica, gestalt.

Estas personas llegan al consultorio en general bastante tristes y desesperanzadas porque tratamientos anteriores han fracasado. Parte de ese malestar surge del hecho de que las personas a su alrededor suelen sostener que son manipuladoras. Les duele porque lo experimentan como algo inexacto, porque sienten que eso no habla de ellas.

En los talleres y entrevistas con familiares y amigos se escucha con frecuencia la afirmación de la manipulación. Para las personas que viven cerca de la persona afectada con TLP esto puede ser muy común, ya que ciertos elementos de la experiencia de la vida cotidiana con estas personas pueden llevarlos a esa conclusión si confunden el efecto que las conductas de estas personas tienen sobre ellos con la intención de las mismas. Efecto e intencionalidad de una conducta no son sinónimos y los métodos de análisis funcional de la conducta dan buena cuenta de esto. Pero ya avanzaremos en esta dirección un poco más adelante. Lo que sorprende, quizá,  es que sean algunos de los profesionales de la salud mental quienes sostengan también la hipótesis de la manipulación respecto a los pacientes borderline.

Parte de ese malestar surge del hecho de que las personas a su alrededor suelen sostener que son manipuladoras

Las hipótesis de trabajo que sostengan los profesionales respecto de un paciente tienen una fuerte influencia para  la persona que sufre. Se trata de la voz de un experto y lo que tenga para decir será tomado con seriedad. Si es el mismo profesional el que sostiene la hipótesis de la manipulación, estas personas quedan atrapadas en la experiencia doble de recibir una interpretación de conductas propias cuya intención fue otra –nadie sabe más respecto a la intención de una conducta que su propio agente. Una interpretación de peso que termina confundiéndolas aún más respecto a quienes son y su propia identidad –tema delicado en personas que padecen TLP.

Manipulación vs Conducta Operante

El mito de que las personas que presentan intentos y amenazas suicidas o conductas autolesivas son manipuladoras es falso. Es un error muy frecuente que aumenta el estigma de estas personas y constituye un obstáculo para familiares y amigos,  y también para los terapeutas, que podrían ser de apoyo; los aleja de las respuestas empáticas, asertivas y cálidas. Sostener este mito quita las ganas de ayudar, por ponerlo en términos simples.

Podrías pensar que es contra-intuitivo sostener que las amenazas suicidas no son manipulativas. Sin embargo y para comenzar, es muy importante que entendamos las diferencias entre las emociones asociadas al comportamiento suicida, el intento suicida, y los factores que refuerzan dicho comportamiento. Si no tenés mucho conocimiento sobre condicionamiento operante, podés pensar en un refuerzo como una consecuencia de una conducta que hace que esa conducta aumente en el futuro -o se repita- por ser de alguna manera agradable o aliviante; la disminución del dolor emocional, el cariño, la atención, ofrecer algo que la persona desea o suspender algo desagradable para la persona pueden ser refuerzos luego de la conducta suicida.

El mito de que las personas que presentan intentos y amenazas suicidas o conductas autolesivas son manipuladoras es falso

Marsha Linehan, creadora de DBT, refiere que “los problemas de las personas con TLP son dobles. Por un lado, suelen tener déficit en habilidades interpersonales, de regulación emocional y de tolerancia al malestar. Por otro, factores ambientales bloquean las habilidades de afrontamiento e interfieren con las habilidades de auto-regulación que la persona tiene: en general este bloqueo sucede a través del dar refuerzos a  patrones de conducta problemática y castigos a las conductas saludables y de mejoría (Linehan, 1997)”.

Las conductas suicidas y parasuicidas de las personas con TLP suelen cumplir funciones de regulación emocional y de regulación ambiental. Muchas de estas conductas son reforzadas por el alivio emocional (refuerzo negativo) y por obtención de atención y calidez por parte de las personas importantes en el ambiente de la persona (refuerzo positivo). Dadas estas condiciones, es esperable que se reiteren en el futuro, hasta tanto no se conozcan mejores modos de obtener los resultados deseados.

Lo fundamental a destacar es que los procesos de aprendizaje operante tienen lugar fuera de la conciencia. Las personas respondemos a refuerzos y aversivos sin ser conscientes de ello (Martin & Pear, 2008). Mientras que la manipulación es un intento deliberado por obtener un resultado concreto, los comportamientos guiados por consecuencias reforzantes son, en principio, no deliberados e inconscientes. He aquí la gran diferencia. Sólo un análisis funcional de la conducta suicida podrá permitirnos identificar la función de la misma, cuáles son sus disparadores y las consecuencias que la mantienen.

Efecto e Intención no son equivalentes

Para asegurarnos de estar refiriéndonos a lo mismo, consideremos la definición de la palabra manipular, que, de acuerdo a la RAE consiste en “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares.” Ahora comparémosla con la definición que aporta DBT de la problemática borderline que sostiene que estas personas comúnmente no cuentan con buenas habilidades interpersonales. Algo no cuadra aquí. Desafortunadamente, “el carácter operante de las amenazas suicidas y parasuicidas es con frecuencia el aspecto más prominente para los terapeutas  que trabajan con personas borderline. De esta manera, estos comportamientos son vistos como manipulativos. La base de esta afirmación  es usualmente el sentimiento del terapeuta de estar siendo manipulado (…). Sin embargo, constituye un error lógico asumir que si un comportamiento tiene un efecto determinado, el agente de ese comportamiento lo ha realizado para lograr ese efecto. Etiquetar a un comportamiento suicida como “manipulativo” en ausencia de un análisis funcional adecuado de la intención de ese comportamiento puede tener efectos deletéreos (Linehan, 1993)”.

Básicamente, sentirse manipulado (efecto)  no significa ser manipulado en el sentido de que es la intención del otro manipular (intención).

Ellos necesitan menos interpretaciones, más validación y mejores habilidades

Aún así, podrías estar preguntándote: ¿por qué me siento manipulado? Existe una explicación bastante sencilla pero que suele ser útil: “cuando la gente se preocupa por lo que le sucede a otros, no quiere que los otros sufran, pero a la vez no puede prevenir que el sufrimiento ocurra; así, es probable que se culpe a las víctimas por su propio sufrimiento” (Linehan, 1993). Es decir, cuando no podemos evitar que alguien que nos importa sufra – porque no está en nuestro poder hacerlo- esto causa sufrimiento en nosotros y para detener nuestro sufrimiento tendemos a culpar a nuestro ser querido, en general sin ser conscientes de la función que tiene el culpar al otro. También muchas veces respondemos a pedidos inadecuados de ayuda ofreciendo aquello que no estuvimos dispuestos a ofrecer cuando el pedido fue en el tono adecuado. El miedo muchas veces hace que demos en las peores circunstancias aquello que negamos antes, es decir, terminamos reforzando la conducta suicida en lugar de conductas ligadas a la vida. El resultado es el sentimiento de estar siendo manipulados, sin que sea necesariamente así en realidad.

Un camino posible

La clave para superar esto es cultivar conciencia plena respecto de nuestras emociones y aprender a separar hechos de interpretaciones.

Para los familiares y amigos de personas con TLP: recuerden brindar atención, cuidados y cariño cuando éstos sean pedidos de manera efectiva y las conductas ligadas a la vida aparezcan.

Para los terapeutas: aumenta la capacidad de compasión asumir que todos los pacientes quieren mejorar y que hacen lo mejor que pueden. No olviden lo difícil que es vivir con el monto de sufrimiento que implica padecer TLP. Sean curiosos respecto a sus propias reacciones emocionales, brindan información útil, pero no las atribuyan directamente a las intenciones de los pacientes. Ellos necesitan menos interpretaciones, más validación y mejores habilidades.

Referencias

Linehan, M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: NY: Guilford Press.

Linehan, M. (1997). Borderline personality disorder. The Journal of the California Alliance for the Mentally Ill8(1).

Martin, G., & Pear, J. (2008). Modificación de conducta. Madrid: Pearson.

sábado, 27 de enero de 2018

Altas Capacidades Somatizaciones




Las somatizaciones en los niños de altas capacidades


La Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST) quiere llamar la atención de los especialistas en Pediatría ante las señales que podrían indicar que un niño tiene Altas Capacidades Intelectuales, en especial las somatizaciones.
Los alumnos de altas capacidades tienen unas Necesidades Específicas de Apoyo Educativo, tanto emocionales como académicas, establecidas en la LOMCE. Sin embargo, hoy en día la gran mayoría no son detectados, por lo que no reciben la atención que necesitan. Desgraciadamente, esta situación hace que muchos de estos niños sufran con cierta frecuencia desequilibrios emocionales, como estrés, tristeza e incluso depresión. También se producen somatizaciones que cursan en forma de dolores abdominales, de cabeza, vómitos, fiebres rebeldes, eccemas, soriasis, sangrados nasales, incontinencias (cuando ya se habían controlado los esfínteres hace tiempo) etc…


⇒  AEST ruega a los pediatras que, en caso de aparecer este tipo de síntomas en alguno de sus pacientes, valoren la posibilidad de que pudiera tratarse de un menor con Altas Capacidades Intelectuales sin identificar,  que esté necesitando apoyo en el colegio y comprensión por parte de sus padres y/o profesores, y por tanto le deriven a Salud Mental Infantojuvenil para realizar una valoración psicológica completa.


Un niño de Altas Capacidades no sólo tiene una inteligencia muy superior a la media, sino una emotividad, motivación, personalidad, creatividad y temperamento que se desarrollan de forma completamente diferente a los del resto de niños de su edad. Se sienten “diferentes” y en ocasiones pueden llegar a ocultar sus talentos para ser aceptados por el grupo.
Según explican los especialistas Adrián García Ron y José Sierra Vázquez(¹), en un artículo publicado por la Asociación Española de Pediatría, algunos datos que puede emplear un pediatra para identificar un posible caso de altas capacidades son:
  • Entre 1 y 4 años: a los padres puede sorprenderles el desarrollo precoz del lenguaje y su elevada capacidad de memoria. En algunos casos pueden realizar puzzles y leer con facilidad antes de los 4 años.
  • Entre los 4 y 6 años: muestran orientación social hacia los adultos (conversaciones, juegos, etc.), disfrutan leyendo, tienen una gran curiosidad por las cosas, y muestran facilidad y rapidez en la comprensión de conceptos.
  • A partir de los 6 años: llama la atención su riqueza léxica; comprensión, manejo y conexión de conceptos complejos, así como el placer que le produce plantear y resolver nuevos problemas. Pueden tener talento en áreas específicas (dibujo, música, matemáticas, etc.), aunque suelen ser niños despistados ante tareas de rutina o irrelevantes para ellos. Frecuentemente muestran interés por temas trascendentes (moralidad, justicia, guerras, etc.), tienen avanzado sentido del humor, sensibilidad, perfeccionismo, sentimientos y emociones fuertes.
Pese a su alta capacidad cognitiva, estos niños pueden tener bajo rendimiento escolar. Según el Ministerio de Educación, el 70% rinde por debajo de sus posibilidades y entre un 30 y un 50% presentan fracaso escolar. Son niños que en clase destacan por su expresión verbal, pero pueden tener una mala grafía (porque su procesamiento cognitivo va por delante de su madurez psicomotora para la escritura). Aunque pueda parecer contradictorio, su gran memoria, atención y motivación puede traducirse en clase como desgana y falta de finalización de tareas cuando éstas no le interesan.
Los alumnos de altas capacidades tienen derecho a un ajuste educativo mediante adaptaciones curricularesque cubran sus necesidades. La temprana identificación por parte de un especialista cualificado es clave para ellos, pues permite aplicar de forma precoz medidas psicoeducativas y evitar posibles problemas en el ámbito personal, social y académico.