Los lectores de Albert Camus ya conocían sus carnets , una suerte de diario en el que el escritor va dando forma, desde la intimidad, a lo que luego serán sus grandes obras. Se trata de nueve cuadernos que abarcan desde mayo de 1935 –cuando aún vive en Argelia– hasta diciembre de 1959 –poco antes de morir en accidente de coche–. Pero lo que ha hecho ahora la editorial Debate, bajo el título de Vivir la lucidez , es reunirlos todos en un único volumen, incorporando un riguroso aparato de notas, provenientes de las sucesivas ediciones francesas. Así, seguimos, como si todo perteneciera a un hilo de continuidad trazado de antemano, una trayectoria que no siempre pasa por el prestigio que luego tendrá el autor de El extranjero o El hombre rebelde .
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Es asombroso comprobar cómo en las primeras anotaciones de sus carnets –cuando es un veinteañero en busca de una voz literaria–ya asoman algunas de las ideas que perseguirá a lo largo de los años. Nos dice, muy temprano, que “la obra es una confesión”, y nos habla de la madre y de la pobreza –temas centrales en Camus– para, inmediatamente después, citar a Grenier, el profesor de instituto que le introduce en la filosofía, y que le anima a leer a Nietzsche. “No se piensa sino por imágenes. Si quieres ser filósofo, escribe novelas”, afirma para sí mismo, y se pregunta sobre cómo “mezclar los dos géneros” para “escribir algún día un libro” que dé sentido a todo lo que ahora solo es una intuición.
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