Si el ego es un monstruo al que hay que dominar o reducir, el deseo es un demonio al que hay que enjaular. Hay animales que simplemente no se pueden domar, y el deseo es uno de ellos. El deseo es salvaje, y aun domeñado, nunca llega a ser un gato doméstico. Sigue siendo un tigre que se alimenta ante todo de felicidad. Tu felicidad. Los seres deseosos corren el riesgo de acabar cautivos o esclavos de sus deseos. No hay nada tan peligroso como ver tus deseos satisfechos una y otra vez, porque el deseo jamás puede ser saciado permanentemente de este modo. Cuanto más se sacia, más necesita para ser saciado. Hasta que deviene tan magnificado que no cabe sacarlo en absoluto, excepto brevemente, y sólo mediante conductas que invariablemente transgreden las normas establecidas
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo.
N° Col.: A-1324 Psicoterapeuta
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