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Paz y Ciencia

lunes, 9 de febrero de 2009

La inscripción de la ausencia.

Quitar un trocito es demasiado decir cuando no existe, juntarlo es crearlo, eso es cosa de dos. R. Córdoba Sanz.

La conciencia moderna es, en primer lugar, un sujeto virtual negativo. Es un yo que contempla el mundo y se contempla a sí mismo como otro (Subirats, 1997:206).


En psicoanálisis, el que más y el que menos, el que vomita interpretaciones proyectivas y el que se limita a proveer un medio ambiente reconfortante tiene un problema, la presencia de lo negativo, tal como diría André Green en “Locuras Privadas” entre otros textos de incalculable valor.
Esa ausencia significa más que lo que podemos observar, hoy echando un vistazo en temas fundamentales de comunicación he llegado a algo que como un hipervínculo intrapsíquico se conecta con la teoría y la clínica. Se trata de la ventana de Johari, un dilema intersubjetivo en definitiva.
Pues bien, existen cuatro cuadrantes dispuestos así:
Existe una parte del yo conocido y otro desconocido, el desconocido sólo puede ser conocido por la presencia de otro.
Dentro de la parte conocida hay un yo observable, aquél que realiza las actividades y lo que caracteriza en lo medible a la persona, trabajo, aficiones y actividades varias.
También, dentro de lo conocido hay un yo oculto, el que disfrazamos y mantenemos detrás de una máscara. “Dale una máscara a un hombre y te dirá quién es” Decía Oscar Wilde.
En la parte de lo desconocido está el yo ciego, aquel al que tenemos acceso cuando alguien nos señala partes de nuestra identidad que nos sorprenden, por ejemplo a través de las técnicas psicoterápicas con la interpretación como estrella.
También está la parte inconsciente. Aquella que podemos entender como inaccesible a la conciencia, sólo intuida por sus producciones, por ejemplo los síntomas o el arte.
Bueno. Esto significa, partir de este cuadrante inscrito dentro de un material de comunicación, que vivimos relaciones de colusión, fragmentos del self quedan disociados relacionándose conmigo mismo y con fragmentos de otros, en el mejor de los casos, si no son identificaciones proyectivas.
Esto en psicoterapia es valioso. Si partimos de la existencia de este cuadrante como paradigma del funcionamiento intersubjetivo e intrapsíquico conocernos depende en gran medida de cómo nos presentemos ante los otros, en la medida en que engañemos a otros estamos engañándonos a nosotros mismos dado que ellos reflejará algo falso de lo que somos y por tanto el autoengaño puede llegar a la más genuina mistificación.
Si yo me relaciono con la manera que tiene Fulano de verse a sí mismo, la imagen que tengo de Fulano está tamizada de su propia manera de verse, de tal modo la relación con él no es la que pudieramos tener de manera auténtica sino una sombra de lo que puede llegar a ser, la relación entre él y yo. Las entrevistas clínicas deberían ir encaminadas a desnudar a la persona y que pudieramos descubrir juntos la belleza de su mismidad, atravesando los muros, resistencias y defensas más férreas de pudor, duda, miedo, asco y sospecha.
La ausencia deviene cuando no se ha podido dar paso al verdadero self, al potencial de autenticidad de la persona, cuando se ha interrumpido en una fase el crecimiento emocional de un individuo, y esto depende, ha dependido y dependerá de las instituciones que socializan al individuo, la familia o los sustitutos. Recuerdo que Bettelheim y Winnicott fueron duramente criticados por sembrar dudas en torno a la función de los padres de niños autistas, en ese caso, se disculpa Winnicott como pediatra diciendo que existen signos fisiopatológicos neuropsiquiátricos que invitan a pensar otras etiologías aún desconocidas. Masud Khan hablaba del “trauma acumulativo” como aquella ausencia en la que el niño, cuando estaba en la fase de dependencia absoluta no tuvo a la madre que necesitaba. Eso hace pensar en aspectos del mundo interno y biofísicos del infante (que no existe para Winnicott sin la mamá) y también de la función materna winnicottiana y la función paterna lacaniana. El estadío del espejo en último término. Tan manido y aburrido.
Pues bien, esa ausencia queda fijada y el ser, la mismidad o la personalidad, me da igual como se inclinen a entenderlo, pasa por ser una esponja con agujeros que se llena de elementos externos (dependencia) y que está hueca por dentro. La manera de presentarse en el mundo es ser lo que se puede, una especie de caricatura para poder sobrevivir. Lo atroz es pensar que hay personas que ayudan a seres humanos que padecen problemas psíquicos y que se centran en los síntomas no en la persona que sufre. No concibo los síntomas sin el sujeto, no paso por venderme a la industria DSM.
Véase a Carl Rogers (autenticidad, ser genuino); Abraham Maslow (autorrealización); Donald W. Winnicott (verdadero self).

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