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Paz y Ciencia

martes, 17 de febrero de 2009

Javier Lacruz Navas: un encuentro con Winnicott



Hoy, en una comunicación personal el Doctor Javier Lacruz Navas nos hacía partícipes de un trabajo que está gestando, un señor muy fértil sin duda. Se trata de un trabajo sobre Winnicott en el que el grupo de trabajo ha tenido un acompañamiento y sostén.
El trabajo tenía que ver con el caos organizado, cuyo ejemplo en lo artístico sería, explica Lacruz: Frank Gehri: el Guggenheim en sus formas sinuosas, paradigma de la posmodernidad apuntillaba el psiquiatra-psicoanalista tras añadir a Jackson Pollock.
En definitiva pensábamos en ese foro en torno al juglar Lacruz, Rey Anticristo de la psiquiatría biológica, para más señas. La verdad es que el caos organizado fue un concepto que evolucionó en Winnicott, sujeto de estudio en el foro que rodea la lumbre en el bosque.
Pensar en el caos organizado nos hace recordar algunas ideas que tienen que ver con el estilo pedagógico y terapéutico de Winnicott, de él se decía según su esposa que en clase eran sus alumnos quienes tenían que enseñar las enseñanzas del caos, el tenía un claro esquema en la cabeza y dejaba que, como en su manera de interpretar, fuera la dialéctica propia del interlocutor la que llegara al insight y asimilara e integrara el corpus de conocimiento.
Dice Lacruz sobre Winnicott que el caos es un estado de no-integración primaria. Más adelante utiliza como expresiones sinónimas las de “estado originario (o primario) de caos” y de “caos potencial de la vida”. En La Naturaleza Humana abandona el concepto, pues “no hay caos porque no hay orden”.
Piera Aulagnier, sujeto con puntos de encuentros winnicottianos y próxima al bosque donde canturreábamos el Humpty Dumpty, habla del "advenimiento del yo", en realidad esta investidura del sujeto no se ha podido dar. Porque el yo es la sombra del ideal de la función materna, como explicaba alguien que acompañaba al Dr. Lacruz con mucho arte. El aquí presente seguía pensando en sus cosas y dentro de ese caos organizado ha tenido ciertas intelecciones que comparto con ustedes en este espacio potencial, que acerca la posibilidad de unir partes de nuestras subjetividades y poder ser otros, constantemente otros, como decía Pessoa, ¿verdad?
¿Si no hay caos porque no hay orden al comienzo qué hay? No integración, pero si la presencia de lo negativo es tanta se da la desintegración, Winnicott explica, y esto es muy de Bowlby, que si un bebé puede tolerar la ausencia de su madre X y la madre no está presente x+y, en el momento x+y+z el bebé ya no puede evocar la imagen mental de la madre y siente la presencia de lo negativo, es decir no está lo que debiera estar y el bebé sufre. Todo esto tan curioso tiene sentido en su valor metafórico, como el vivir, que existe como algo valioso en el contexto en el que Winnicott lo decía: "la vida merece la pena de ser vivida de una forma creativa", Wittgenstein, creo que leía en el libro de Said (El sostén del ser), decía que "la vida merece la pena de ser vivida cuando se vive con ética". En definitiva, en ese canturreo en torno a la lumbre pensábamos y acompañaban quienes podían la letra de las "angustias impensables", epígrafe del texto del Miedo al derrumbe de Winnicott, lo que Bion llamaba "terror sin nombre", ausencia de pantalla alfa que "metabolice" (lenguaje de Piera) los contenidos de la angustia. Un adulto "colapsado-breakdown" puede cortarse y autolesionarse por no poder tolerar el monto de angustia y no encontrar alguien que le devuelva digerido el elemento tóxico que le lleva a desear la muerte (tánatos).
Otro pensador, de la talla del Dr. Lacruz probablemente es Silvia Fendrik, aunque su trabajo es más minimalista, dice esto sobre Winnicott: “Winnicott es el caos que toma forma, es la invitación a participar de un universo abierto, pero bordeado de obstáculos, un universo atemporal pero marcado por la subjetividad de cada época, es por lo tanto la búsqueda incesante, en sí mismo y en los otros de la singularidad y la universalidad. Sus conceptos son (como) objetos transicionales, que nos ayudan a transitar el espacio potencial del análisis, pero de los que podemos desprendernos una vez que nos hemos servido de ellos”. [Silvia Fendrik, Psicoanalistas de niños. La verdadera historia. 2. Winnicott y la Sociedad Británica, Letra Viva, Buenos Aires, 2005, p. 9]
En "La Naturaleza Humana" publicación a título póstumo dice lo siguiente Winnicott:

El caos recibe en sí nuevo significado en relación con el orden al que se denomina integración. La no-integración, estado primario, no es caótica. La desintegración sí lo es, al ser una alternativa respecto del orden; y puede decirse que es una especie burda de organización defensiva contra las angustias que provoca la integración. Sea como fuere, el estado de desintegración no puede por sí mismo ir adelante, y en la medida en que debe mantenerse la desintegración, en esa misma medida debe quedar en suspenso el desarrollo emocional. Cada forma de caos contribuye al de etapas siguientes, y la recuperación respecto del caos en una etapa temprana constituye un aspecto positivo para esa recuperación más adelante. (El destacado es nuestro) [NH, pp. 191-92]

Y resume:

En primer lugar, pues, no hay caos porque no hay orden. A esto puede llamárselo no-integración, y el retorno al caos es denominado desintegración. (El destacado es nuestro) [NH, p. 193]

Para terminar quiero añadir dos fragmentos que ya están en esta página en meses anteriores, uno es sobre Winnicott y el efecto de las madres enfermas en el crecimiento emocional de sus hijos y otro fragmento es dedicado a Margaret Little quien asocia a través del trabajo con Winnicott, tras tres analistas previos, el caos de su madre con su enfermedad, dicen así:

En la conferencia <> (1959), publicada en el libro La familia y el desarrollo del individuo (1965), define a la madre caótica.

La vida de los niños se ve seriamente perturbada cuando la madre se encuentra en lo que se llama un estado caótico, de hecho, un estado de caos organizado. Se trata aquí de una defensa: se establece un estado caótico y se lo mantiene firmemente, sin duda para ocultar una desintegración subyacente más grave que constituye una amenaza constante. [FDI, p. 100]

En su experiencia, la convivencia con madres que padecen este tipo de enfermedad resulta casi intolerable, lo que ilustra con el siguiente ejemplo:

Una paciente que completó su análisis conmigo tenía una madre de este tipo, y quizás se trate de la clase más difícil de madre enferma que sea posible encontrar. El hogar parecía bueno, el padre era benévolo y firme y los hijos eran numerosos. Todos ellos se vieron afectados, de una manera u otra, por el trastorno mental de la madre, muy similar al de su propia madre.

Este caos organizado obligaba constantemente a la madre a fragmentarlo todo y a introducir una serie infinita de distracciones en la vida de los hijos. De innumerables maneras, y sobre todo a partir de que mi paciente, cuando era niña, aprendió a hablar, la madre no había hecho otra cosa que confundirla. No siempre actuaba de esta manera; a veces era una madre excelente pero siempre confundía todo con distracciones y con acciones inesperadas y por lo tanto traumáticas. Cuando hablaba con la hija utilizaba retruécanos y juegos de palabras, ciencia ficción y hechos reales presentados como fantasías. Los estragos que causó fueron casi ilimitados. Todos sus hijos tuvieron serios problemas y el padre nada pudo hacer al respecto, y su única alternativa fue enfrascarse totalmente en su trabajo. [FDI, p. 101]

Margaret Little

En su Relato de mi análisis con Winnicott (1985), Margaret Little cuenta su análisis con Winnicott, y describe los orígenes de su psicosis a partir de sus experiencias de “estado de caos organizado” de su madre.

Para demostrarlo, he contado mi propio análisis con Winnicott. He dado a conocer los orígenes de mi psicosis en experiencias del “estado de caos organizado” de mi madre (Winnicott, 1961) antes y después de mi nacimiento. Mi delirio fue de total identidad, continuidad y ser uno con mi madre, que luego transferí a Winnicott, con todas las ambivalencias correspondientes; para mí él era, absolutamente, el vientre de mi madre. En algún momento tuve que descubrir que en realidad no lo era; que él y yo no éramos idénticos, ni que uno era la continuación del otro; tuve que ver que él no era una parte de mí que yo proyectaba. Yo no podía hacer que él fuera ninguna de estas cosas excepto en mi fantasía; de modo que finalmente salió del “área de omnipotencia” y pude percibirlo objetivamente. [RAW, p. 99]

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