En la teoría ortodoxa siempre se encuentra presente el supuesto de que la agresión es una reacción al encuentro con el principio de realidad, en tanto que aquí el impulso destructivo es el que crea la exterioridad. Este es el elemento fundamental en la estructura de mi argumentación. [DWW:Realidad y Juego, p. 125]
Para crear un nuevo mundo hay que destruir el que viene dado, cuando digo destruir me refiero a deconstruir también, si me permite Diana Hold.
No se puede crear un hogar en el terreno de una casa que ya existe, hay que derrumbarla y después construir otra. Ver la peli de tarde de domingo “La casa de mi vida”.
La agresividad viene con la idea de la individualización, es algo darviniano, es un instinto de muerte freudiano y kleiniano pero con miras a la adaptación. No destruye, es el criterio anterior a la construcción. Crear y descubrir.
Desde allí tiene sentido la envidia primaria kleiniana, el bebé detesta lo dado porque lo quiere crear él, le corresponde y él descubre, crea y manipula la realidad, todo lo demás son intrusiones en la membrana del self que claramente dibuja DWW en “La Naturaleza Humana”.
Winnicott envía una carta a Anna Freud, el 6 de julio de 1948, allí deja claro varios puntos que podrían pivotar en la idea de la represión de la agresividad y el ambiente facilitador para entender la agresividad. Si no se permite construir la identidad, y con esto, obviamente el mundo, la sombra de los padres se vuelca sobre el yo despersonalizando al sujeto, desidentificándolo. Recuerdo aquí una madre suficientemente perniciosa que señalando una foto de Fernando Torres instiga a su hijo a vestir y peinarse como él. Valga esto como idea liviana.
El bebé no necesita ser llenado de contenidos de fantasía sino aceptar su agresión, su envidia y su destructividad, así también su afán por construir-crear el mundo externo, intervenir allí me hace recordar algo de dimensiones macroscópicas de Thomas Szasz, me refiero al Estado Terapéutico. El intervencionismo intrafamiliar e interpersonal da lugar a vacíos, fallas de sentido propio de la identidad, a psicoanálisis interminable en el peor de los casos.
En "El uso de un objeto y la relación por medio de identificaciones", publicado en Realidad y juego, plantea la supervivencia del objeto, dice:
En general se entiende que el principio de realidad envuelve al individuo en la ira y la reacción destructiva, pero mi tesis dice que la destrucción desempeña un papel en la formación de la realidad, pues ubica el objeto fuera de la persona. Para que así suceda son necesarias condiciones favorables. [RJ, p. 122]
Por tanto hay un componente de frustración-castración en la agresividad, pero entre el yo y los otros, como dice Laing en su segunda construcción epistemológica sobre la esquizofrenia [El Yo y los Otros], “no existe hijo sin madre ni esposo sin esposa”. Valga esta cosa obvia, superflua, para indicar que para que el bebé se desempeñe como sujeto debe ser capaz de crear y destruir, que es primario y estrictamente necesario, así como DWW decía “eso que llaman bebé no existe” en la SPB, lo de un bebé o posterior sujeto inofensivo de manera permanente no parece suficientemente sano. Una cuota de agresividad indica vida, diría que lo del instinto de muerte de la construcción Freud-Klein no contempla lo que sí hace DWW, el hecho de que para un vivir creativo haya que destruir, por ejemplo el fantasma de los padres, la sombra que se vierte sobre el yo impidiendo por intrusión la expansión del self. Léase el concepto de la “pulsión combinada de amor-lucha” (combined love-strife drive).
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