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Paz y Ciencia

sábado, 3 de enero de 2009

La Niña de los Sueños XLVI

La niña cogía fuerte de la mano al muchacho debajo de la mesa, una mesa amplia, llena de cubiertos de plata que reflejaban la cara de susto de nuestro amigo.
La mano se deslizaba sudorosa sobre la de la Princesa, desde sus dedos podía notar el vibrato que se originaba en la pierna inquieta de su compañero. Le miraban con asombro. El muchacho miraba a su alrededor, delante y detrás. Miraba la mesa y a esos hermanos tan bien arreglados y dispuestos. La muchacha tenía las mejillas sonrosadas: "Que guapa se ponía cuando estaba así"; pensaba nuestro amigo.
Lo cierto es que el muchacho estaba en otros terrenos, más confusionales, la casa le daba vueltas, la familia de la muchacha le encogía el pecho, no lo veía del todo claro.
Escrutaba.
Los hermanos le preguntaron que dónde se habían conocido con un aire de picardía vacilante. El muchacho enmudeció, o mejor dicho continuó callado, la niña le dio un golpe con su rodilla bajo la mesa, donde las manos sudorosas jugaban a bailar una sobre la otra. El muchacho contestó haciendo un esfuerzo que "En el mercado".
La lacónica respuesta dejó insatisfecho al hermano quien le dijo de dónde venía él.
Esa pregunta pareció molestar a la muchacha y el padre, diplomático, manejó la conversación a otros lugares más reposados. Las señoras del piso de abajo trajeron las viandas, el muchacho se relamió, circunstania que fue detectada por el segundo hermano, pero no importó. El padre parecía feliz de ver a su hija ilusionada y algo centrada después de ese tiempo miserable de pérdida y silencio. El muchacho imitó los gestos de las servilletas y otros útiles para no desentonar, le tuvieron que animar a empezar a pesar de su gana...

1 comentario:

simalme dijo...

Qué belleza, Rodrigo, qué belleza. Espero que la entrada de año esté siendo muy buena.