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Paz y Ciencia
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viernes, 11 de julio de 2014

Oráculo manual y arte de prudencia

Todo está ya en su punto, y al ser persona en el mayor.
Más se requiere hoy para un sabio que antiguamente para siete, y más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en los pasados.

Baltasar Graciån

sábado, 21 de julio de 2012

Ferenczi y Wininicott


FREUD. LA SOMBRA PARA FERENCZI Y WINNICOTT

Se trata de dos autores que construyeron divergencias al análisis ortodoxo freudiano y kleiniano. Ferenczi ante el primero y Winnicott ante el segundo. Fueron hombres creativos, hijos de su época y llevados por el modelo imperante, el psicoanálisis. Su teoría y técnica ahora inspira a psicoanalistas y otras personas de distintos modelos por su genialidad y por su creatividad. Al mismo tiempo, ambos se centraron en patologías "difíciles" y cambiaron la ténica, más o menos, para "adaptarse" a sus pacientes. Lo ortodoxo suele ser lo curativo con pacientes graves. Necesitan un marco suficientemente bueno, como diría Winnicott, pero también, unos límites firmes y flexibles que le permitan pensarse de un modo distinto, tomar contacto con las penumbras del inconsciente y así integrar los aspectos disociados y escindidos.

Pondré un bosquejo de un trabajo junto con un colega:

No pienso comenzar dando un resumen histórico para mostrarles el desarrollo de mis ideas a partir de las teorías ajenas, que no es esa la modalidad de mi pensamiento. Lo que sucede es que voy recogiendo cosas, aquí y allá, me enfrento a mi experiencia clínica, me formo mis propias teorías y luego, al final de todo, pongo interés en ver cuáles son las ideas que he tomado de otros. Puede que este método sea tan bueno como cualquier otro.

Donald Winnicott

Nunca sabré cuánto he obtenido de echarle un vistazo a Ferenczi, por ejemplo, o de echarle un vistazo a una nota al pie en una obra de Freud.

Donald Winnicott



Sándor Ferenczi es uno de los analistas de referencia de Donald Winnicott, quien ha inspirado algunas de sus ideas y quien de forma más o menos acabada está presente en su pensamiento y latente en toda su obra. Empero, y a diferencia de otros autores que tanto o más han influido en Winnicott, es ya un lugar común en la literatura psicoanalítica referirse a las escasas referencias directas de Winnicott al legado de Ferenczi en su obra, bien por desatención selectiva, esto es, intencional, o criptomnesia, es decir, olvido inconsciente; incluso por trasplantes extraños, por utilizar la terminología de Ferenczi.

Los autores de este artículo salen al encuentro de este asunto, no tanto para enmendarle la plana a Winnicott, sino para destacar lo que denominan "enlace covalente" entre estos dos analistas: aquello que pertenece a un campo de experiencia compartido -y no necesariamente heredado" por ambos autores, que en esencia refleja planteamientos teóricos suficientemente diferenciados, pero que a posteriori se resignifica como legado debido a isomorfismos aparentes.

Lo que no obsta que partiendo de la poética de T.S. Eliot, cuando escribe que el "principio es una suma de muchos principios", y del magín de Winnicott, cuando toma a Ferenczi como un autor "encontrado y creado de nuevo", quepa inferir que el analista húngaro inscribe su ausencia nominal en uan presencia significante dentro de la doxa winnicottiana. Y no solo en la obra del inglés, sino en la de otros muchos analistas, pues su obra es matriz de nuevos fundamentos y desarrollos en el psicoanálisis y la psicoterapia analitica actuales.

Termino con una imagen con mensaje de un aragonés que ha sido un referente histórico y autor de obras de gran profundidad y validez actuales. El señor Baltasar Gracián. Pensador que nos invita al juego de la vida. Lo que yo invito a hacer, tal vez con la criptomnesia winnicottiana, la locura creatica cura. Dejarse llevar por el lado infantil, el yo niño de Eric Berne, ese lado ingenuo, inocente y naif, necesita reconciliarse con la realidad. Así estará más cerca la Paz Interior. Rodrigo Córdoba Sanz.


http://youtu.be/__aJL8i1kL4 Ryuichi Sakamoto -The Sheltering Sky- Especialmente delicioso, déjense llevar por la belleza y vuelen muy alto, dejando atrás incordios políticos, personales y demás toxicidad del mundo externo...


lunes, 11 de junio de 2012

El Arte de la Prudencia: Baltasar Gracián



134. Duplicar los recursos necesarios en la vida. Vivir es duplicar. No hay que depender de un solo factor, ni limitarse a un solo recurso, por excepcional que sea. Todo se debe duplicar, especialmente las fuentes de provecho, del favor y del gusto. La mutabilidad de la luna nos trasciende y es el límite de la estabilidad. Más cambiantes son las cosas que dependen de la quebradiza voluntad humana. Contra la fragilidad, la prevención. Una gran regla del arte de vivir debe ser duplicar los recursos del beneficio y del provecho. Igual que la naturaleza duplicó los miembros más importantes y de más riesgo, así es necesario duplicar los recursos vitales.
135. No tener espíritu de contradicción, pues es cargarse de necedad y de molestia. Contra él debe levantarse la propia cordura. Poner objeciones puede ser ingenioso, pero el porfiado no deja de ser un necio. Estos convierten en guerrilla la dulce conversación y por ello son más enemigos de los más próximos que de los que no les tratan. En el bocado más sabroso se siente más la espina que se atraviesa, y eso es la oposición a los buenos momentos. Estos hombres, necios perniciosos, son intratables, además de ser bestias.
136. Enterarse de los asuntos, e inmediatamente tomar el pulso a los negocios. Muchos se van o por las ramas de un razonamiento inútil o por las hojas de una cansada verborrea, sin llegar a lo sustancial del asunto. Dan cien vueltas alrededor de un punto, casándose y cansando, y nunca llegan al centro de gravedad. Así actúan las cabezas confusas que no se saben aclarar. Gastan el tiempo y la paciencia en lo que debían dejar, y carecen de ambos para lo que abandonaron.

sábado, 9 de junio de 2012

El Arte de la Prudencia: Baltasar Gracián. Paisano.




127. Carisma en todo. Es la vida de las cualidades, el aliento del habla, el alma de las obras, la más importante de las eminencias. Las demás perfecciones son adorno de la capacidad natural, pero el carisma lo es de las mismas perfecciones: se alaba hasta en el pensamiento. Es sobre todo un don natural, aunque algo debe al esfuerzo, pues es superior incluso a las reglas del arte. Va más allá de la facilidad y el lucimiento. Tiene desembarazo y añade perfección. Sin él toda belleza está muerta y toda gracia carece de gracia. Supera al valor, a la discreción, a la prudencia y a la misma majestad. Es un práctico atajo para solucionar los negocios y una delicada salida de todo aprieto.
128. Grandeza de ánimo. Es uno de los requisitos principales para ser un hombre eminente, porque incita a todo género de grandeza. Realza el gusto, engrandece el corazón, eleva el pensamiento, ennoblece la condición y confiere dignidad. Sobresale dondequiera que se encuentre. También cuando, a veces, la envidiosa suerte es contraria. Se acrecienta en la voluntad, aunque las circunstancias la limiten. Es fuente de la magnanimidad, de la generosidad y de toda cualidad eminente.
129. Nunca quejarse. La queja siempre desacredita. Sirve para atraer el odio más que la compasión en quien la oye, sin sentir por ello ninguna culpabilidad. Algunos, con sus quejas de ofensas pasadas, dan pie a otras nuevas. Pretenden remedio o consuelo, pero encuentran complacencia y aun desprecio. Es mejor celebrar los beneficios de unos para que sean ejemplos para otros. Recordar los favores de los ausentes es solicitar los de los presentes: es pasar el crédito de unos a otros. El hombre prudente no debe publicar ni los desaires ni los defectos, pero sí la estimación de los demás, pues sirve para tener amigos y contener a los enemigos.
130. Hacer y aparentar. Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. (No les recuerda a la cita de Epicteto, Rodrigo). Valer y saberlo mostrar es valer dos veces. Lo que no se ve es como si no existiese. No se venera a la justicia cuando no presenta su cara habitual. Son más los engañados que los prudentes; el engaño prevalece y las cosas se juzgan por lo más externo. Hay cosas que son muy distintas de lo que parecen. Un buen exterior es la mejor recomendación de un perfecto interior.
131. Condición galante. Las almas también tienen su gracia, una gallardía de espíritu. Con sus actos galantes queda muy airoso un corazón. No ocurre en todos los casos, porque supone un ánimo elevado. Su primer objeto es hablar bien del enemigo y obrar mejor. Su mayor lucimiento se da al tiempo de la venganza: no la evita, sino que la aprovecha con ventaja al convertirla, cuando más vencido esté el enemigo, en una generosidad inesperada. También se da en la política, y es lo más estimado de la razón de Estado. Nunca hace ostentación de los triunfos porque de nada alardea. Y cuando los consigue merecidamente los disimula con naturalidad.
132. Pensarlo dos veces. Mirar más de una vez es garantía de éxito, especialmente cuando hay dudas. Hay que tomarse tiempo tanto para aceptar como para aprovecharse. Así aparecen nuevas razones para corroborar y confirmar la decisión. Cuando se trata de dar, más se estima lo entregado con sabiduría que con rapidez. Siempre ha sido más estimado lo deseado. Si se debe decir que no, hay que cuidar las formas y madurar la negativa, de modo que llegue oportunamente. La mayoría de las veces, una vez que ha pasado el ardor del deseo, no se siente después, con la cabeza fría, la negación como un desaire. A quien le pide con prisa (lo que es una treta para engañar a la prudencia), conceder tarde.

Baltasar Gracián: "El Arte de la Prudencia". Temas de Hoy, 2010, Madrid. Pp.: 102-106

martes, 15 de mayo de 2012

El Arte de la Prudencia



124. Llegar a ser deseado.   Pocos han llegado a tanto aprecio a la gente. Es una suerte si se alcanza el favor de los prudentes. Es frecuente la tibieza con los que están en el ocaso de su carrera. Para merecer el premio del aprecio hay varios caminos: eminencia en la ocupación y en las cualidades es el más seguro; el agrado es eficaz. De la importancia del cargo se hace algo secundario, de modo que se advierta que el cargo tuvo necesidad de él, y no al revés. Unos honran los puestos, a otros los puestos les honran. No es un honor que le haga bueno el malo que le sucedió, porque eso no significa ser deseado en absoluto, sino que el otro es aborrecido.
125. No ser un registro de faltas ajenas. Ocuparse de las faltas ajenas es señal de tener maltrecha la fama propia. Algunos querrían disimular, si no lavar, las manchas propias con las de otros; o se consuelan, que es el consuelo de los necios. A estos les huele mal la boca, porque son los albañales de las ruines inmundicias. En estos asuntos el que más escarba más se enloda. Pocos se escapan de un defecto personal, hereditario o no. No se conocen las faltas de los poco conocidos. El prudente debe huir de ser un registro de faltas ajenas. Así no será una aborrecida lista negra, viva, pero inhumana.
126. No es un necio el que hace la necedad, sino el que, una vez hecha, no la sabe encubrir. Si se deben encubrir los afectos, mucho más los defectos. Todos los hombres cometen errores, pero con esta diferencia: los sabios disimulan los ya hechos, pero los necios mencionan hasta los que harán. La reputación consiste más en la cautela que en los hechos. Si uno no es casto, que sea cauto. Los descuidos de los grandes hombres son más visibles, igual que los eclipses del sol y la luna. Debe ser una excepción de la amistad el no contar los defectos y, si se pudiese, ni siquiera a uno mismo. Puede valer aquí otra regla de vivir: saber olvidar.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Baltasar Gracián: El arte de la prudencia

121. No convertir en ocupación lo que no es. Igual que algunos todo lo toman en broma, otros todo lo convierten en ocupación. Siempre hablan como si se tratase de algo importante, todo lo toman en serio y lo convierten en materia de discusión o de misterio. Pocas cosas que producen enfado se deben aceptar voluntariamente, pues sería aventurarse sin objeto. Es hacer las cosas al revés, tomar a pechos lo que se debe echar a la espalda. Mucha cosas que eran algo se quedaron en nada al dejarlas. Otras que no eran nada, por haber hecho caso de ellas, fueron mucho. Al principio es fácil terminarlo todo, pero no es así después. Muchas veces nace la enfermedad del mismo remedio. No es la peor regla del vivir el dejar estar las cosas. 122. Señorío al hablar y al actuar. Con él uno se hace sitio en todas partes y gana respeto de antemano. Influye en todo: en conversar, en hablar en público, hasta en caminar y mirar, en la voluntad. Es una gran victoria ganar los corazones. El señorío no nade de la necia osadía ni de la enfadosa lentitud. Si está en la digna autoridad de un caráter superior y en sus méritos. 123. Hombre sin afectación. Cuantas más cualidades, menos afectación, que suele ser una vulgar falta en ellas. La afectación es enfadosa para los demás y penosa para el que la sustenta, pues vive mártir del cuidado y se atormenta con el desvelo. Con ella pierden su mérito las mismas eminencias, porque parecen nacidas más del artificio violento que de la libre naturaleza y todo lo natural fue siempre más grato que lo artificial. De los afectados se dice que carecen de lo que presumen. Cuanto mejor se hace una cosa, más se debe disimular es esfuerzo, para que se vea la perfección cae de su propio peso. Por huir de la afectación no se debe dar por enterado de sus méritos, pues el mismo descuido despierta la atención en los otros. Es dos veces eminente el que guarda todas sus perfecciones en sí mismo y no en la estima. Por el camino opuesto llega el aplauso.

sábado, 21 de abril de 2012

El arte de la Prudencia: Baltasar Gracián

Mozart: Sinfonía Nº 40-1ª Mov. http://youtu.be/yxYMzLgDWOs
118. Ganar fama de cortes: basta para ser digno de aplauso. La cortesía es la parte principal de la educación, es un tipo de hechizo. Gana la aceptación de todos, del mismo modo que descortesía atrae al desprecio y en enfado general. Si esta nace de la soberbia, es aborrecible, y si de la grosería, es despreciable. La cortesía siempre debe ser más que menos, pero no igual con todos, pues degeneraría en injusticia. Su valor se ve en que entre los enemigos se tiene por deuda. Cuesta poco y vale mucho. El que honra es honrado. La galantería y la honra tienen esta ventaja: las dos se quedan: la galantería en quien la usa y la honra en quien la hace. 119. No hacerse odiar: No se debe provocar la aversión, pues, sin desearlo, ella se anticipa. Hay muchos que aborrecen sin motivo, sin saber cómo ni por qué. La malevolencia se adelanta a la honradez. El deseo de venganza es más rápido y eficaz para hacer daño que el deseo material para obtener ganancias. Algunos desean ponerse a mal con todos, por el enfado que tienen o el que provocan. Y si una vez se apodera de llos el odio, es, como la mala reputación, difícil de borrar. Algunos temen a los hombres juiciosos, y aborrecen a los maldicientes, odian a los presumidos, abominan a los burlones, pero dejan a los excecionales. Hay que estimar para ser estimado y el que quiere hacer casa (prosperar), que haga caso. 120. Ser práctico en la vida: Hasta el saber debe seguir el uso, y donde no se usa es preciso fingirse ignorante. Cambian, según los tiempos, el pensamiento y el gusto: no se debe pensar a la antigua y querer gustar a la moderna. El gusto de la masa decide en casi todo. Mientras dura es el que hay que seguir, al tiempo que se aspira a la eminencia. El cuerdo debe adaptarse a lo actual, aunque le parezca mejor lo pasado, tanto en las ropas del cuerpo como en las del alma. Pero esta regla de vivir no vale para la bondad, pues siempre se debe practicar la virtud. Parece cosa de otros tiempos y ya se desconoce decir la verdad, guardar la palabra. Los hombres buenos parecen hechos en el pasado, aunque siempre amados. Si hay algunos, no están de moda ni se les imita. ¡Qué gran desgracia de nuestro tiempo, que la virtud sea tan rara y la maldad tan común! El discreto debe vivir como pueda, no como le gustaría. Debe preferir lo que le concedió la suerte a lo que le ha negado.

jueves, 5 de abril de 2012

El Arte de la Prudencia, otra perla.

Baltasar Gracián, en este interesante libro, nos da claves para "El Arte de la Prudencia" y el Vivir. Sí, con mayúsculas. Leyendo a los clásicos podemos entender mucho de lo que sucede en psicología. Si leemos filosofía podemos encontrar claves del psiquismo y aspectos del por qué de las cosas. Porque vivir no es sobrevivir. Es vivir plenamente, con la conciencia plena, con creatividad, con conocimiento de uno mismo, aceptación, compromiso y fuerza de voluntad para superar las adversidades.

Prepararse en la buena suerte: Es un buen recurso hacer provisión en el verano para el invierno, y además es fácil. En ese momento los favores necesitan poco esfuerzo y hay abundancia de amistades. Es bueno conservar para el mal tiempo, pues la advesidad es difícil y carece de todo. Es mejor tener una reserva de amigos y de agradecidos, pues algún día se valorará lo que ahora no parece importante. La villanía nunca tiene amigos en la prosperidad porque los desconoce. En la adversidad ellos la desconocen a ella.

Nunca competir: Cuando en una actividad hay oposición la reputación se daña. La competencia, para perjudicar, tiende de inmediato al descrédito. Son pocos los que tienen juego limpio. La rivalidad descubre los defectos que la cortesía había olvidado: muchos vivieron acreditados mientras no tuvieron rivales. El calor de la rivalidad aviva o resucita las infamias muertas, desentierra pasados y antepasados trapos sucios. La competencia se inicia con la exposición de defectos, y se ayuda de cuanto puede y no debe. A menudo, aunque las ofensas no tengan nunguna utilidad, sirven para satisfacer la venganza. Ésta golpea de tal modo qeu hace salir los defectos del polvo del olvido. La benevolencia siempre fue pacífica, y benévola la reputación.

Tratar siempre con gentes de principios:
Uno puede arriesgarse y ganar su confianza. Su misma honradez es la mayor seguridad de su trato, incluso para reñir, pues obran como quienes son. Más vale pelear con gente de bien que triunfar sobre gente de mal. No hay buenas relaciones con la ruindad, porque carece de virtud. Por eso entre ruines nunca hay verdadera amistad. Hay que desconfiar de sus finezas, porque no son honradas. Debe rechazarse al hombre sin honra: quien no la estima no estima la virtud. La honra es el trono de la rectitud.

Nunca hablar de sí: O se debe alabar (es vanidad) o se debe criticar (es limitación). Es falta de cordura en quien habla y castigo para los que oyen. Si esto se debe evitar en la amistad, mucho más en los puestos elevados, donde se habla en público y pasa por necedad cualquier apariencia de ella. La misma indiscreción es hablar de los presentes. Hay peligro de dar en un escollo: la adulación o la crítica.

miércoles, 4 de abril de 2012

"El Arte de la Prudencia" Baltasar Gracián


Atajo para ser una buena persona: saber relacionarse. Es muy eficaz el trato: se comunican las costumbres y los gustos, se contagia el carácter e incluso, sin sentir, la inteligencia. Debe procurar el impetuoso juntarse con el reflexivo, y así en los demás caracteres. Con esto conseguirá la moderación sin violentarse.
Es gran destreza saber adaptarse. La alternancia de contrarios embellece el universo y lo sustenta. Si es causa de armonia en la naturaleza, con más motivo en la moral. Es conveniente usar esta práctica advertencia al elegir amigos y "servidores". Con el contacto de los extremos se alcanzará el justo medio.

No ser acusador: Hay hombres de carácter fiero que todo lo consideran delito, y no por pasión, sino por naturaleza. Condenan a todos: a unos porque hicieron, a otros porque harán. Esto indica un ánimo peor que cruel, vil. Acusan con tal exageración que de los átomos hacen vigas para sacar los ojos. En cada puesto convierten en torre de vigilancia lo que fuera un paráiso. Pero si además hay pasión, de todo hacen extremos. Por el contrario, la ingenuidad encuentra disculpa para todo en la intención o en la inadvertencia.

No esperar a ser un sol que se pone:Es una máxima de los prudentes dejar las cosas antes de que ellas los dejen. Uno debe saber hacer un éxito de la muerte misma. A veces el sol, con buena luz, suele retirarse a una nube porque no se vean caer, y deja con la duda de si se puso o no. Que no aguarde a que le vuelvan las espaldas, pues le sepultarán vivo para su propio sentimiento y muerto para la estima. El predunte jubila con tiempo al caballo de carreras y no aguarda a que, cuando caiga, se rían en medio de la prueba. La belleza debe romper el espejo con tiempo y con astucia, y no con impaciencia después de haber visto su error.

Tener amigos:Es el segundo ser. Todo amigo es bueno y sabio para el amigo. Entre ellos todo sale bien. Uno valdrá tanto como quieran los demás. Para que quieran se les debe ganar la boca por el corazón: no hay magia como el buen servicio, y para ganar amistades el mejor medio es hacer favores. Lo más y mejor que tenemos depende de los otros. Se debe vivir con amigos o con enemigos. Cada día se debe ganar uno, si no íntimo, si afectuoso. Algunos se convertirán en confidentes si se ha elegido bien.

Ganar la benevolencia: Incluso la primera y más alta Causa la prepara en sus asuntos más importantes. Por el afecto se alcanza la reputación. Algunos se fían tanto del mérito que no valoran el esfuerzo. Sin embargo, la prudencia sabe bien que los méritos solos darán un gran rodeo si no se ayudan del favor. Todo lo facilita y suple la benevolencia. No siempre supone las cualidades, sino que las pone donde no las hay, como el valor, la entereza, la sabiduría, hasta la discreción. Nunca ve las fealdades porque no las quiere ver. Normalmente nace de la semejanza de carácter, raza, parentesco, patria y ocupación. La espiritual es más elevada en cualidades, obligaciones, reputación y méritos. Toda la dificultad es ganarla, pues se conserva con facilidad. Se puede obtener y hay que saber usarla.


Baltasar Gracián: "El arte de la Prudencia". Edición de J. Ignacio Díez Fernández. Temas de Hoy. 2010. Madrid.pp. 91-94

lunes, 13 de septiembre de 2010

Aceptación


Una vida creativa y plena pasa inexorablemente por el autoconocimiento. Cada sujeto construye una imagen de sí mismo en base a su trayectoria vital, a su biografía. Intrincado en sus vivencias sus sentimientos se van anclando a representaciones mentales. Los objetos del mundo interno son introyectados como buenos o malos si gratifican o frustran. Durante los primeros años está la clave de la maduración emocional, de la tolerancia a la frustración, de la creatividad, del gozo por el vivir creativo. Tener un entorno validante, protector y sosegado son requisitos que el bebé y el niño necesitan para poder crecer con confianza en sí mismo. La autoestima, un tema muy trabajado en la literatura científica y en las consultas clínicas, se forma en relación al autoconcepto, el self tiene tres ejes, como soy yo para mí, como soy yo para los demás y que imagen tengo de mi cuerpo. En función de la integración de estos tres ejes tendremos una identidad bien perfilada cuando la lectura y visión de la realidad externa coincida con la realidad interna. Un psicoterapeuta está para esto, para ayudar a que el sujeto consiga alcanzar el principio de realidad y la estructuración, un período que cuesta esfuerzo y que se necesita ser algo humilde y honesto pero en el horizonte está el triunfo de conocerse a uno mismo, aceptarse y vibrar con las dotaciones que tiene cada cual.
La historia de la psicoterapia es la historia de un viaje por las recónditas moradas del alma y sus máximas contribuciones, la de Freud de 1895 y la de 1899 son basados en el descubrimiento de la represión. Una fuerza según la cual el sujeto se opone a esclarecer el motivo de sus sufrimientos, se resiste a contar aspectos de su mundo interno. En esta sociedad donde priman las apariencias hay un caldo de cultivo donde la mojigatería de la época victoriana ahora encuentra su sucesor, la cultura narcisista, capitalista y competidora.
Alguien querido me regaló un libro que tiene más de 300 años, "El arte de la prudencia" de Baltasar Gracián, los editores lo venden con la solapa siguiente: Un manual para vivir en un mundo de competitividad. (No sé si lo reproduzco literalmente). El caso es que estas líneas son necesarias, como el arte de la guerra de Sun Tzu pero venderlo como que hay que ser prudentes y ocultar partes de nosotros para ser más inteligentes me parece que es inteligente pero quizás estemos arrastrando el mismo oscurantismo de la época de Gracián, leído por Schopenhauer y Nietzsche. Sus obras son obras maestras y esta no lo es menos, se trata de unos 300 aforismos que indican caminos para pensar en torno al saber de la prudencia, la templanza y el uso de la inteligencia en un medio social "competitivo".
Hay que aceptar el mundo en el que vivimos, no vale con aceptarnos sólo a nosotros mismos.