Piera Aulagnier optó. Leyó a Sigmund Freud, a los posfreudianos y, por supuesto a Jacques Lacan, con quien se analizó entre 1955 y 1961. Porque Freud no basta: estuvo con Lacan. Porque Lacan subyuga: buscó y encontró la libertad. Aulagnier habló de un “pequeño trozo de inmortalidad” que es la prolongación del proyecto identificatorio. El “yo” “quiere creer que algo de sí mismo permanecerá”. Ello lo obliga a prever un juicio que solo será formulable después de su muerte: dependerá de sus lectores actuales la respuesta a ese interrogante. Aulagnier habló de un “pequeño trozo de inmortalidad” que es la prolongación del proyecto identificatorio. El Yo está dispuesto a morir “pero quiere creer que algo de sí mismo permanecerá”. Ello lo obliga a prever un juicio que solo será formulable después de su muerte: “Una vez escrita la última línea, no solamente el libro ya no es modificable, sino –y esto es más importante– el autor ya no tiene la posibilidad de gravitar sobre el juicio, sobre la interpretación de sus eventuales lectores. Podemos continuar esta metáfora y decir que el Yo como autor del libro de su vida no solamente querría tener la seguridad de que lo van a leer, sino que querría prever y conocer lo que pensarán de él sus lectores póstumos” (Aulagnier, 1977).
Sigmund Freud posando para el escultor Oscar Nemon en Viena en 1931. Foto: AP
En 1969, junto con Jean-Paul Valabrega y François Perrier, crearon la Organización Psiconálitica de la Lengua Francesa. También fue miembro fundadora de la revista Tropique y es considerada una de las figuras más importantes e influyentes de su época dentro del psiconálisis, junto con Jean Laplanche, Jean-Bertrand Pontalis y André Green. Entre 1968 y 1984 estuvo casada con Cornelius Castoriadis.
Para ilustrar su pensamiento traigo aquí un fragmento de un diálogo que mantuvimos en Buenos Aires.
Luis Hornstein: –Usted teoriza sobre el principio de permanencia y el de cambio en el proceso identificatorio¿qué es lo que permanece y qué es lo que cambia en su investigación?
Piera Aulagnier: –Lo que persiste es concebir la teoría analítica como la que esclarece las condiciones para que el yo y la actividad de pensamiento sea posible.El yo no puede advenir más que siendo su propio biógrafo. Esta historia exigirá periódicamente la inversión de sus parágrafos, hará necesaria la desaparición de algunos y la invención de otros para arribar a una versión que debe permanecer abierta. Es sólo porque es modificable que el sujeto puede asegurarse su propia permanencia y aceptar los inevitables cambios psíquicos y físicos. Por eso –para responder a su pregunta- lo que perdura es el privilegio que le otorgo a la problemática identificatoria.
LH: –Luego de haber renunciado a convertir el análisis en una ortopedia del yo, se visualiza en muchos analistas franceses una preocupación creciente por temas vinculados a la instancia yoica, al pensamiento y al narcisismo. Laplanche, en 1970, decía que es preciso construir una teoría analítica del yo; también Pontalís escribió en 1975 que los analistas franceses se estaban enfrentando al retorno de lo represor. Actualmente, tanto usted como otros (Anzieu, Mc. Dougall, Green, Rosolato) se interrogan acerca del problema del yo y de la realidad¿Cómo ve usted esta relativa convergencia.
PA: – Creo que efectivamente hay una tendencia en el análisis francés –que debe mucho a Lacan- a abordar de otra manera el concepto de yo [moi] freudiano. Pero no diría que la mayor parte de los analistas franceses le asignan gran importancia a la relación entre el yo y la realidad. Más bien he sido criticada porque le otorgo importancia a la realidad. Crítica justificada. Si hay una cuestión a la que el analista está siempre enfrentado es a la relación realidad psíquica-realidad.
LH: –Su teoría de la psicosis no se reduce a concebirla como mero producto de un proceso deficitario. Al definir la problemática psicótica por sus carencias se ilustran ciertas regresiones pero no se da cuenta del trabajo de reinterpretación que efectúa el psicótico. Sus elaboraciones sobre el pensamiento delirante, ¿qué conclusiones le permiten extraer acerca del pensamiento en general.
PA:– No es una pregunta fácil. Creo que es verdad que la psicosis me ha enseñado mucho y no sé si tendría la misma concepción de la metapsicología si desde los comienzos de mi práctica no me hubiera interesado de manera privilegiada en la psicosis. Es cierto lo que usted dice, que rechazo concebir al pensamiento psicótico como efecto de un déficit y que jerarquizo ese trabajo de construcción que hace el psicótico para intentar tener un proyecto identificatorio
Jacques Lacan, continuador de Freud.
LH: –Usted escribió que hay un deseo en la madre que si emerge es nefasto para el niño: que nada cambie.
PA:–Así es, “que nada cambie”. En ese caso opera la violencia secundaria que puede conducir a una mutilación de la actividad de pensamiento. Una segunda condición es aquella que he intentado conceptuar como el derecho al secreto: la posibilidad que el niño tiene de preservar algunos pensamientos como propios. En la madre hay una realidad psíquica ya historizada que anticipa aquello que se juega en su encuentro con el niño y que decodifica los primeros signos de éste a través del filtro de su propia historia, escribiendo de esa manera los primeros parágrafos de eso que devendrá la historia del niño.
LH: –Usted plantea que el niño hereda un anhelo que prueba que él mismo no es la realización plena del deseo materno y eso le permite ser sucesor de un deseo que circula. También diferencia el deseo de hijo del deseo de maternidad.
PA: –Sí; la diferencia que establezco es que si uno presta atención al vínculo con el niño se puede constatar que tienen el deseo de tener un niño, pero es necesario diferenciar el deseo de hijo con toda la evolución que ello implica: tener un hijo de la madre, tener un hijo del padre hasta llegar a desear un hijo del hombre que se lo puede dar. Este deseo de hijo debe ser diferenciado del deseo de maternidad que es el deseo de repetir en forma especular su relación con la madre. Este deseo es catastrófico para el niño.Para estas mujeres es imposible aceptar lo nuevo. En francés decimos nouveau-né (recién nacido). Estas mujeres pueden aceptar que alguien haya nacido pero no que sea algo nuevo.
LH: –También escribió que tanto el silencio abusivo como la interpretación a ultranza favorecen la idealización. El exceso de silencio, porque demuestra la insignificancia de su discurso y porque el analista da cuerpo a una ilusión de que sabe todas las verdades universales. La interpretación prefabricada, porque enfrenta al sujeto con un modelo generalizable. En ambos casos la singularidad de la historia será considerada una dimensión engañosa.
PA: –Tanto la interpretación prefabricada como el silencio a ultranza generan en el analizando una idealización. Es fácil idealizar a un mudo.
LH: –A pesar de tener una tradición clínica de décadas, en nuestro país estamos pendientes de la escena europea. Usted dice que hay épocas de valorización excesiva de la teoría y épocas de decepción y vuelta a la clínica. Aquí ya se dio la decepción con la escuela kleiniana a la que siguió luego una ilusión con los desarrollos de Lacan. Gracias a Lacan recuperamos a Freud y sus aportes posibilitaron comprensiones inéditas de la obra de Freud. Lacan nos hizo pensar. Pero para algunos, las formulaciones de Lacan padecen de una petrificación ontológica generando un cogito modificado: “El piensa (Lacan), luego yo existo”. Me parece útil profundizar la categoría de alienación.
PA: –La alienación tiene por meta la exclusión de toda duda, de toda causa del conflicto e implica la muerte de la actividad de pensamiento. Poder reconocerse un derecho a pensar implica renunciar a encontrar en la escena de la realidad una voz que garantice lo verdadero y lo falso, y presupone el duelo por la certeza perdida. Tener que pensar, tener que dudar de lo pensado, tener que verificarlo: tales son las exigencias que el yo no puede esquivar.Aquel que aliena su pensamiento a un discurso le otorga el mismo grado de certeza que en la psicosis tiene la reconstrucción delirante con respecto a la realidad.
LH: –En Freud hay armonía entre las elaboraciones metapsicológicas y técnicas. En los anglosajones el abordaje clínico descuida los aspectos teóricos. En Francia se tiene tendencia al teoricismo que implica un menosprecio de la clínica. En un libro reciente advierte contra los riesgos de convertir a la clínica en algo inefable. ¿Está usted sola o hay otros analistas franceses que están dispuestos a asumir ese riesgo? ¿Hay un retorno a la clínica?
PA: – Creo que después de años de fascinación teórica –y no puedo negar que personalmente tengo una fascinación por la teoría ,pienso, que desde hace una docena de años se visualiza en el análisis francés, efectivamente, un mayor interés por la clínica. En El aprendíz de historiador le consagro más de cien páginas al caso de Philippe, cosa poco frecuente en Francia y habitual en la literatura anglosajona. Es verdad también que yo le reprocharía el pragmatismo a los anglosajones, de dejar de lado la teoría y de conformarse con ciertas aproximaciones. No creo que uno se pueda interesar verdaderamente en la teoría sin acordar el mismo interés a la clínica, que debe ser –como usted dice- el campo de la puesta a prueba de la teoría. ¿Qué valor puede tener una teoría que no se confronta con la clínica?
Luis Hornstein es Premio Konex de Platino a la trayectoria en psicoanalisis (1996-2006) Su libro más reciente es Ser analista hoy (Paidós).
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