Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Y Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: 34 653 379 269. Página Web: www.rcordobasanz.es
El amor se compone básicamente del ahora mezclado con chispazos de un pasado que rescata las buenas cosas vividas, los recuerdos de momentos mágicos y también de aquellos álgidos que luego suponen una victoria. El amor toma una tendencia en el futuro, pero no es algo que se pueda planificar del todo, aunque estemos acostumbrados a decir que anhelamos casarnos a tal edad y tener nuestros hijos en tal momento. El futuro en el amor es solo una proyección que se aproximará según nuestra oportunidad. ¿Nuestra? Sí señor, en el amor, ya las cosas van combinadas, sin entrar en características de los controladores, las ilusiones personales no se tocan sino que se tratan de intersectar con las de nuestro par. Es en ese contraste en el que con ilusión esperamos inmortalizar nuestro amor, un para siempre que nos acompañe aunque sea en recuerdos.
Tal vez el amor no sea como lo esperábamos y sintamos el miedo por no creer que estamos frente a algo de verdad, muy real. Entonces nos detenemos a disfrutar de las pequeñas cosas, el juego de niños, el simple hecho de transformarnos en el amor hasta cansarnos para luego jugar nuevamente a volver a ser amigos y después regresar al amor, todo un círculo vicioso. Que sean los abrazos el camino al deshielo y los besos el puente para llegar hasta esas mágicas palabras: «Te Amo». Que sea en la complicidad de uno de los lugares más románticos solo para nosotros, caminar de la mano hasta que se oculte el sol paseando juntos al lado del río, sin haber dejado un candado en el puente, soñamos con la eternidad expectativas del mañana y dibujamos en nuestros corazones ese sueño de vivir por siempre, siempre con libertad, paradójicamente encerrados en un hechizo de volver siempre a recordarnos. Mostrarnos todo, viviendo al máximo las emociones, arriesgándonos así a enamorarnos más, y dejar que los últimos días se encargasen de decirnos si nos volveremos a ver. Un amor que puede cubrir deseos y necesidades, capaz de hacernos eternos en un sueño para luego hacer juntos del sueño, realidad.
Tan alto como nuestras alas nos dejaron subir, contemplamos desde aquella torre todo lo que habíamos logrado juntos, tiritando tal vez no solo por el frío inclemente sino también por la intriga que nos llegaba al sentir algo tan natural y tan arriesgado, a la vez. La naturaleza nos sonreía en aquellos campos mientras que hasta la historia nos decía que los amores así no terminan jamás. Sabores nuevos para dos soñadores, en concordia, llegamos a un nuevo nivel entre nuestras bromas, absurdas como siempre. Todo era simple: mirarnos y querernos día a día. Disfrutar de la oportunidad de estar juntos en un lugar lleno de magia. Agradecer por aquel monumental triunfo sobre el miedo infame que habíamos sentido, previo a la pasión de una ciudad que no nos miraba si quiera. Acompañados por un sentimiento rotulado de distintos modos, confrontados quizás, pero con una sola traducción al francés: «L’amour»
Conclusión
Quisiera plasmar toda aquella esencia de un cariño impregnada entre jirones y vagones del metro, y cada beso y abrazo, con aroma parisino como en aquella canción de La Oreja de Van Gogh que alguna vez me fue dedicada, pero solo logro recordar en voz alta, lo siento. El amor eterno tal vez no exista como tal, pero sí, al menos, se puede inmortalizar el amor, correspondido o no, ahí estará, intangible. Ya no seremos «lo que fue», sino «lo que pudo haber sido». La vida fluirá y no podemos esperar, pero sí podemos rendir homenaje a aquello que nos marcó y, admitamos, sin temor, que habrá que redescubrir cómo superar todo lo vivido. ♫Por mucho que te ame todavía, por mucho que te ame siempre. Por más que te ame sólo a ti, por más que sienta amor… Si tú no comprendes que debes volver, haré de nosotros dos el más bello recuerdo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario