Los padres sobreprotectores, según Eva Millet: "hiperpadres" no soportan, literalmente, ni un grado moderado de ansiedad en sus niños. Y, aunque se ejercita con la mejor de las intenciones, de la hiperpaternidad pueden derivar muchos de los casos que profesionales como Agnès Brossa ve en sus consultas: chicos y chicas llenos de ansiedad. "Estoy convencida de que esta hiperpaternidad sobre la que has escrito nos lleva hacia aquí -asegura esta psicóloga-. Pero es que en la sociedad actual, del "niño feliz", no se permite que los niños sufran ni un poquito. Ni terapéuticamente ni para irlos preparando para una vida en la que habrá cosas que no serán tan buenas".
Como tantos maestros, educadores y terapeutas saben, Brossa hace referencia a niños y niñas "de las generaciones de finales del siglo XX y pricipios del siglo XXI, previas a la crisis". Criaturas, recalca: "A las que nunca nunca les ha faltado nada". Chicos y chicas que no han pasado por ningún tipo de estresores en su vida. Y, en consecuencia, no están preparados para superarlos.
"Estoy hablando de niños y niñas de clase medias y altas, hijos del bienestar, que han tenido ocho pares de zapatos en el armario, han viajado, que, si quieren ir al cine... Niños y niñas que no se han estado, absolutamente, de nada", describe. Y que, si además han tenido una capacidad intelectual buena y han acabado el Bachillerato y han entrado en la universidad, siguen transitando por la vida sin estrés alguno: "Hasta que de repente preguntan: "Y ahora ¿qué he de hacer?". Y les dicen: "Pues a buscarse la vida". Y la respuesta es "¡¿Cómo?! ¡Si no lo he hecho nunca! ¿Qué quiere decir que me espabile ahora?".
Desde niños, estos chicos han hecho todo lo que les han dicho sus padres -las extraescolares, las clases de refuerzo...- Han normalizado el no tener tiempo ni para jugar y el que sus progenitores se encargaran absolutamente de todo lo que concernía a sus existencias. Y ahora entran en la edad adulta -en un entorno laboral cada vez más hostil y exigente- y se les pide que "triunfen", que respondan, ¡ya! Que empiecen a producir y sean esos adultos perfectos para los que se los ha preparado desde el nacimiento.
La doctora estadounidense Madeline Levine comenta, la perfección no existe: "Y te puedo decir que, después de la genética, el segundo gran predictor de la depresión es el perfeccionismo".
"En América, desde hace más de una década, los niveles de ansiedad, de depresión y suicidio de los jóvenes han aumentado. Así que, al final, lo que tenemos que concluir es que no les estamos haciendo ningún favor a nuestros hijos al criarlos así".
Por otro lado, con la rapidez con la que está cambiando el mundo, no sabemos a ciencia cierta si lo que nuestros hijos realmente van a necesitar es un título en Harvard. Lo que sí sabemos es que han de ser resilientes -tener la capacidad de recuperarse ante la adversidad- y superar y soportar las frustraciones que, inevitablemente, la vida les traerá. "Por ello, cada vez que haces más de lo necesario por tus hijos, estás disminuyendo su capacidad de ser resiliente", concluye Levine, que se despide con esta reflexión: "Sé lo difícil que es para una madre o un padre sentarse y observar cómo su hijo se cae y se equivoca. Pero muchas veces, cuando algunos padres me dicen: "Es que no puedo soportar ver a mis hijos infelices", lo que yo les respondo es: "Pues, si no puedes, estás en el trabajo equivocado".
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo. Nº Col.: A-1324
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