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Paz y Ciencia

jueves, 7 de febrero de 2013

Muerte y resurrección de Dios



En 1880, en su obra Así habló Zaratustra, Nietzsche hace proclamar al "hombre loco" la muerte de Dios: "¿Adónde fue Dios? ¡Os lo diré! Le hemos matado, vosotros y yo. Somos sus asesinos".
Al principio la gente se rió. Pero esa risa poco a poco les hizo comprender que estaban realmente matando a Dios. De repente, se dieron cuenta de las alarmantes proporciones que estba adquiriendo este proceso. Cayeron en la cuenta de que ya no sabían adónde pertenecían. Entonces comprendieron hasta qué punto la ética y el orden mundial obligatorio estaban ligados al concepto de Dios.

Nietzsche supo que había presentado a su "hombre loco" demasiado pronto. En una ocasión dijo: "Se me podrá leer hacia el año 2000". La "muerte de Dios" podría depararnos hoy una comprensión completamente nueva de la religión. Nietzsche buscó una realidad que tuviera un carácter místico. Buscó lo que denominó la "sabiduría dionisíaca". Nietzsche era un buscador de Dios y le interesaba una percepción que trascendiera el conocimiento racional. Su búsqueda de pistas le condujo a lo que está detrás de todo nombre, aquella realidad a partir de la que vivimos todos nosotros, el origen del que nos hace conscientes, la mística. "La persona cuyo pensamiento haya atravesado alguna vez el puente a la mística, llevará para siempre su huella en todos sus pensamientos, anotó en su diario.

Su Zaratustra temía que llegara una época en la que "el último ser humano" ya no tuviera una luz que le aclarara el sentido de su existencia. Esta época ha llegado. Muchas personas están en búsqueda del fondo verdadero, del que todo brota. La creencia sola ya no se sostiene. Las personas buscan la experiencia de aquello que se les obliga a creer.

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