viernes, 16 de noviembre de 2012
Homo consumens
[...] Se crean nuevas necesidades artificiales y se manipulan los gustos del hombre.(El carácter del homo consumens en sus formas más extremas constituye un conocidísimo fenómeno psicopatológico. Se encuentra en muchos casos de personas deprimidas o angustiadas que se refugian en la sobrealimentación, las compras exageradas o el alcoholismo para compensar la depresión y la angustia ocultas). La avidez de consumir (una forma extrema de lo que Freud llamó el "carácter oral receptivo") se está convirtiendo en la fuerza psíquica predominante de la sociedad industrial contemporánea. El homo consumens se sumerge en la ilusión contemporánea. El homo consumens se surmerge en la ilusión de felicidad, en tanto que sufre inconscientemente los efectos de su hastío y su pasividad. Cuanto mayor es su poder sobre las máquinas, mayor es su impotencia como ser humano; cuanto más consume más se esclaviza a las crecientes necesidades que el sistema industrial crea y maneja. Confunde emoción y excitación con alegría y felicidad, y comodidad material con vitalidad; el apetito satisfecho se convierte en el sentido de la vida, la búsqueda de esa satisfacción, en una nueva religión. La libertad para consumir se transforma en la esencia de la libertad humana.
Este espíritu de consumo es precísamente lo contrario del espíritu de una sociedad socialista tal como lo imaginó Marx. Él percibió claramente el peligro inherente al capitalismo. Su meta era una sociedad en la cual el hombre sea mucho, no en la cual tenga o use mucho. Quería liberar al hombre de las cadenas de su apetito material, para que pudiera estar totalmente despierto, vivo y sensible, y para que no fuese el esclavo de su codicia. "La producción de demasiadas cosas útiles -escribió- deriva en la creación de demasiadas personas inútiles". Desea abolir la pobreza extrema, porque esta impide que el hombre alcance su plena dimensión humana; pero también quería evitar la riqueza extrema, en cuyo ámbito el individuo se convierte en prisionero de su avidez. Su objetivo no era el consumo máximo, sino el óptimo, la satisfacción de aquellas necesidades humanas genuinas que sirven de medios para una vida más plena y más rica.
Una de las ironías de la historia consiste en que el espíritu del capitalismo, la satisfacción del apetito material, esté conquistando a los países comunistas y socialistas que, gracias a su economía planificada, podrían contenerlo. Este proceso tiene su propia lógica: la riqueza material del capitalismo impresionó inmensamente a aquellos países más pobres de Europa donde había triunfado el comunismo, y la victoria del socialismo se identificó con la competencia exitosa con el capitalismo, dentro del espíritu de este. El socialismo corre el peligro de degenerar en un sistema capaz de lograr que los países más pobres sean más pobres se industrialicen más rápidamente que el capitalismo, omitiendo convertirse en una sociedad en la cual la meta principal sea el desarrollo del hombre y no de la producción económica. El desarrollo de esta última ha sido alentado por el hecho de que el comunismo soviético, al aceptar una versión grosera del "materialismo" de Marx, perdió contacto, lo mismo que los países capitalistas, con la tradición espiritual humanista que tuvo en Marx a uno de sus más destacados representantes.
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