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Paz y Ciencia

lunes, 19 de noviembre de 2012

La sed espiritual y la búsqueda de sentido

La incertidumbre espiritual de nuestros tiempos insta a un renacimiento de la esperanza y del sentido de la vida en cada uno de nosotros. Todo se desmorona; el centro ya no aguanta, Suelta va por el mundo la pura anarquía, Suelta va la marea turbia de la sangre y, por doquier Se ahoga la ceremonia de la inocencia... W.B. YEATS "The Second Coming" (El Segundo Advenimiento) Padecemos lo que Jung llamó un "empobrecimiento sin precedentes de los símbolos". Nuestra época siente hambre de espiritualidad y de sentido, anhelando el segundo advenimiento del niño divino interior, cuya aparición presagiaría el inicio de un nuevo milenio de esperanza. A nivel personal sentimos una apremiante necesidad de entrar en contacto y de vivir el destino del niño interior para encontrar la salvación espiritual. Según Gaston Bachelard: "Nuestra infancia atestigua la infancia del hombre, del ser tocado por la gloria de vivir". O en palabras de la psicóloga junguiana June Singer: "El niño divino que hay en nuestro interior da sentido a nuestros esfuerzos inmaduros; nos muestra el lado inconsciente de nuestras limitaciones y constituye, en este sentido, una visión de potencialidad floreciente". "Cuando se estudian los escritos de los misticos y de los guías espirituales y las vidas de quienes alcanzaron la auténtica madurez", escribe John Loudon en su ensayo "Hacerse niño", "se constata la presencia de un objetivo común: una integración plena que abarca la totalidad del potencial humano y que es, al mismo tiempo, natural, sabia, alegre e incluso lúdica". En suma, un retorno al niño. La aparición del arquetipo del niño divino -el niño interior colectivo- presagia una transformación del psiquismo colectivo o individual y la posibilidad de renovarse o crecer. "Hay en nuestro interior una potencia creativa que nos invita a abandonar nuestra antigua consmovisión para acoger una nueva", Edith Sullwold.

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