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Paz y Ciencia

domingo, 25 de noviembre de 2012

Meditación y Virtud




Meditación y Virtud

La acción virtuosa suele ser considerada en las diferentes tradiciones espirituales como preliminar a la meditación. Trabajar en una vida y unas relaciones rectas permite limpiar las pajiones que tejen ese velo que nos impide la experiencia contemplativa, mientras que la meditación implica trabajar contra esas pasiones a un nivel más sutil en el comportamiento. Por otro lado, como todas las tradiciones espirituales han reconocido, la vida recibe una influencia directa hacia la virtud gracias a la meditación y las experiencias místicas. Las acciones virtuosas son resultado de la meditación, del mismo modo que el Te fluye naturalmente del Tao.

El ámbito de la práctica espiritual en la vida cotidiana se compone principalmente del entrenamiento de la atención y la virtud, términos que a su vez pueden ser analizados en sus diversos aspectos. De este modo, la renuncia es un aspecto de la meditación y virtud, que implica la inhibición de la conducta mundana y constituye un acto de desprendimiento ante las motivaciones egóicas y hedonistas, lo cual nos conduce -en el mejor de los casos- a una condición de "estar en el mundo pero no ser del mundo".

La austeridad -llamada tapas en la literatura sánscrita y mortificación en la tradición cristiana- está estrechamente relacionada con la renuncia, pero subraya más el cultivo de la neutralidad frente al dolor. Las diversas formas de meditación conllevan diferentes grados de austeridad en tanto que implican la incomodidad de largas sentadas, la inhibición de la fantasía y la disposición a contactar el dolor psicológico que pueda existir en la experiencia del individuo. También van implícitos en el cultivo de la virtud cualidades como la bondad amorosa, la compasión y la afabilidad, sin las que la "acción justa" solo sería regida por normas de comportamiento, siendo así incapaz de alcanzar la virtus auténtica.

Sin embargo, el cultivo del amor no se limita a prácticas espirituales en el campo de la acción, sino que es intrínseco a la meditación bajo formas como el cultivo del bodhiccita y la meditación en los "cuatro inconmensurables" del budismo (compasión benevolente, comprensión, alegría, ecuanimidad). Pero en el campo de la meditación, el cultivo del amor hacia lo divino o devoción es más característico que el cultivo de una intención amorosa hacia el resto de los seres. Aunque las tradiciones específicas se concentran más en lo concerniente a la sabiduría que en la compasión, también es cierto que los ámbitos de la concentración y la devoción son difícilmente separables en la práctica, y que la perfección espiritual conlleva la consecución simultánea de vaciarse de uno mismo así como de la abundancia, del desapego y el aprecio, de la verdad y del valor. La inseparabilidad de la dualidad es evidente en la práctica tibetana del yoga de las divinidades (deity yoga), en la que, sobre un fonde de vacuidad alcanzada a través de practicar la concentración, el meditador se involucra en un trabajo de visualización e imaginación creativa que lo conduce a la experiencia del vacío-éxtasis y a un equilibrio entre sabiduría y compasión.

Claudio Naranjo: "Entre Meditación y Psicoterapia". Ed. La Llave.


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