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Paz y Ciencia

sábado, 29 de agosto de 2009

Narcisismo

El Narcisismo

Estimulado por un artículo de un compañero me voy a imbuir en el mundo del narcisismo.
La persona narcisista puede ser entendida desde el aspecto fenomenológico y el psicodinámico. También existen otras propuestas de síntomas y rasgos de personalidad.
Pero lo básico es los dos ejes fenomenológicos y psicodinámico.
Será breve la contribución por no cargarlos en estas fechas de arranque o de retirada del letargo estival.

Freud nos enseñó dos tipos de narcisismo: el narcisismo primario, que corresponde con la fusión entre el yo y el no-yo. No hay diferenciación. Toda la líbido está en el bebé y no distingue su realidad de la realidad externa. Aquí tendríamos que pensar en una teoría de la mente desde un planteo evolucionista. Piaget, Erikson, Anna Freud, Melanie Klein, Lacan y Winnicott tienen propuestas diferentes que explican la clínica y el análisis. Todo tratamiento nace en la propuesta genética del trastorno o de cómo se constituye el sujeto.
Mi modelo trata de aunar el psicoanálisis con la teoría de la comunicación, sin olvidar la psico(pato)logía de Carlos Castilla del Pino y las propuestas vinculares y sistémicas.
Pero volvamos a los principios.
El narcisismo primario es el estado en el que Bion diría que el bebé está nutrido de elementos “beta” que han de ser procesados por la madre-medio-ambiente (esto sería winnicottiano) para convertirlos en elementos “alpha”, quien trabaje con ordenadores lo entenderá por los softwares aun no perfeccionados. Así está el psiquismo del infans (que no existe sin la madre según Winnicott, pediatra y psicoanalista).
Otro narcisismo es el secundario, intuitivamente se entiende que surge un tiempo posterior, la líbido se vuelve sobre el Self (Selbst en alemán). Empobreciéndose el contacto con la realidad. Se trata de una retirada hacia ese placentero momento de fusión con la madre, de no distinción de límites, de separación de membranas del yo.
Imagínense una pareja narcisista, les pongo el ejemplo del famosillo de 80 años que le preguntan que hace con esa guapa rubia de 30 años y si de verdad piensa que ella le quiere. Él contesta: “tampoco creo que una langosta me quiera cuando me la como”.
Lo que significa que el otro es una imagen interna del sujeto narcisista, que deforma la identidad del otro. Esto es lo que se llama colusión en terapia de pareja. La colusión es un juego inconsciente donde se comunican entre dos miembros de una pareja los problemas y conflictos inconscientes. De forma que el conflicto “original” se va transformando en el propio devenir de la pareja.
El narcisista, como cualquier sujeto no tiene una forma fenotípica única. Existe el más expansivo, del que habla Kernberg y el más inhibido, otros lo llaman narcisista esquizoide, de estos da buena cuenta el genial Kohut.
Hablábamos de la genética del sujeto narcisista, tampoco es única. Pero podemos pensar en fallas, en carencias, en deprivación, muchos serán los conceptos para enfocar la génesis de un desarrollo de la personalidad patológico.
Kohut (1973) escribe: “Muchas veces domina erróneamente la convicción de que la existencia de relaciones-objeto del narcisista excluye el narcisismo. Por el contrario… algunas de las experiencias narcisistas más intensivas se refieren a los objetos; es decir, objetos que son utilizados, ya en servicio de sí mismo, ya para la conservación de su tendencia, o bien como objetos a los que considera como parte de sí mismo”.
Así pues, para hablar del sujeto narcisista hay que incluirlo en un sistema de relaciones, en una red vincular, en relación a su madre, ésta con su partenaire, y así sucesivamente.
El narcisista no se ama por sí sólo, necesita de otros para sentirse querido. Tiene una visión de sí mismo omnipotente de forma que su ideal transforma la realidad de quienes se relacionan con él abrazando y estrangulando el discurso del otro hasta hacerlo homólogo a su fantasía. Su ideal debe corresponder con el ideal del otro.
Una madre narcisista diría: “Cómeme hijo, esto que haces no está bien, tú no eres así, tú eres… (y aquí entraría el deseo del narcisista, su ideal proyectado en el hijo –otra colusión-).

A continuación os expongo lo que del narcisismo explica Jürg Willi en “La Pareja Humana: Relación y Conflicto”. Antes de entrar en lo estrictamente familiar-matrimonial expone los conceptos de narcisismo primario y secundario en la vida adulta:

“Los adultos con perturbaciones narcisistas primarias tienen una configuración frágil del “Yo mismo”; están amenazados por el desmoronamiento de sus funciones del Yo, por el peligro de fundirse con el ambiente, les falta la seguridad existencial, la confianza originaria, pueden ser atacados por angustias antiguas. En las relaciones con otras personas siempre les resulta difícil percibirse como el propio “Yo mismo” y al compañero como un “uno mismo” separado. Siempre amenaza el peligro de que vuelvan a caer en la situación antigua sin delimitar, en la que se sentían identificados con el entorno y consideraban a éste solamente como una función de ellos mismos. Tienden en sus fantasías a una supervaloración del “Yo-Grandioso” y a fantasías de grandeza.

El narcisismo secundario se presenta cuando se abandonan las relaciones ya establecidas con el objeto. A consecuencia de agravios se retira la atención de los objetos y se orienta totalmente la líbido hacia el propio “Uno mismo”. Por tanto, se trata de un amor a sí mismo como reacción a un entorno hostil y amenazador, frustrador. Los adultos perturbados por narcisismo secundario son inseguros en su sentimiento de la propia estimación y muy susceptibles (elevada vulnerabilidad narcisista), y no pueden prescindir de la propia afirmación narcisista. Pero sus funciones del yo están bien establecidas, su “Yo mismo” se halla tan configurado que subsistirá a pesar del sentido hundimiento del sentimiento de su propia estimación. En este sentido no se encuentran amenazados por una desintegración caótica del Yo como lo vemos en los psicóticos perturbados con narcisismo primario. En la fase fálico-edipal el niño sufre con frecuencia agravios que favorecen el desarrollo de perturbaciones narcisistas secundarias en la edad adulta.” [J. Willi; La pareja humana: relación y conflicto; pág 72]

Masterson (1981) considera que el paciente que manifiesta un trastorno narcisista
de la personalidad parece estar perpetuamente motivado a buscar la perfección en
todo lo que hace, que aspira a conseguir riqueza, poder y belleza y, a encontrar a otros
que reflejen y admiren su grandiosidad. Comenta que debajo de esta fachada defensiva
se encuentra un estado de vacío y rabia en el que predomina la envidia


El vacío y la envidia son dos piezas claves del mosaico narcisista. El vacío es una sensación de futilidad inefable que cursa con sentimiento de desesperanza, de falta de sentido y significado en la vida. En el extremo está el delirio de estar vaciado por dentro, los propios órganos no están. La envidia la define muy bien Carlos Castilla del Pino y desde otro enfoque Melanie Klein. Winnicott se opondría al punto de vista de Klein considerando que el bebé no hay envidia en su construcción teórica de los primeros años de vida. Castilla dice que la envidia es el deseo de tener un atributo de otro, hay que entender estas características como relacionadas. El vacío hace enfocar la avidez hacia las propiedades de otro. Llenarse con el cariño de los demás, engrosar el intelecto desarrollando intelectos hipertrofiados que son estructuras compensatorias para sostenerse. El vacío nos lleva a buscar fuera y a querer para sí aquello de lo que carece, un cuerpo más delgado, un coche más potente o una musculatura determinada.
La pobre imagen de sí mismo lleva a unas relaciones objetales de tipo usufructuario.
Rodrigo Córdoba Sanz, Bal de Benás, 29 de agosto de 2009.
rcordobasanz@gmail.com

1 comentario:

oscarjuerga dijo...

Magnífica, sintética y concisa entrada sobre el narcisismo.