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Paz y Ciencia
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viernes, 29 de enero de 2021

Borja Vilaseca: Ego

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta. N° Col.: A-1324 Zaragoza rcordobasanz@gmail.com Gran Vía 32, 3° Izqd Página Web: www.rcordobasanz.es


El viaje del autoconocimiento consiste en trascender el ego para reconectar con la esencia que verdaderamente somos y donde se encuentra la felicidad, la paz y el amor que equivocadamente buscamos afuera.

Los seres humanos nacemos en la inconsciencia más profunda. Ningún bebé puede valerse por sí mismo. Depende enteramente de otros para sobrevivir física y emocionalmente. Tanto es así, que pasarán muchos años hasta que cuente con un cerebro lo suficientemente desarrollado como para gozar de una cualidad extraordinaria: la «consciencia». Es decir, la habilidad de elegir cómo pensar, qué decir, qué comer, cómo comportarse y, en definitiva, qué tipo de decisiones tomar a la hora de construir su propio camino en la vida.

Y no sólo eso. Dentro del útero materno, el bebé se siente conectado y unido a su madre y, por ende, a todo lo demás. Sin embargo, nada más nacer se produce su primer gran trauma: la separación de dicha unión y conexión con su madre –y con todo lo demás-, perdiendo por completo el estado esencial en el que se encontraba. De pronto tiene frío y hambre. Y necesita seguridad y protección. Para compensar el tremendo shock que supone abandonar el cálido y agradable útero materno, el bebé comienza a sentir una infinita sed de cariño, ternura y amor.

La mayoría de heridas que nos hacemos se regeneran con el paso del tiempo. Curiosamente, el trauma generado por el parto es tan brutal, que como recuerdo nos queda una cicatriz -coloquialmente conocida como «ombligo»-, la cual perdura en nuestro cuerpo para la posteridad. Parece como una señal que nos recuerda aquello que hemos perdido. O dicho de otra manera: aquello que necesitamos recuperar para volver al estado esencial de unión y conexión que en su día todos experimentamos.

Sea como fuere, desde el mismo día de nuestro nacimiento, cada uno de nosotros hemos ido perdiendo el contacto con nuestra «esencia», también conocida como «ser» o «yo verdadero». Es decir, la semilla con la que nacimos y que contiene la flor somos en potencia. La esencia es el lugar en el que residen la felicidad, la paz interior y el amor, tres cualidades de nuestra auténtica naturaleza, las cuales no tienen ninguna causa externa; tan sólo la conexión profunda con lo que verdaderamente somos. En la esencia también se encuentra nuestra vocación, nuestro talento y, en definitiva, el inmenso potencial que todos podemos desplegar al servicio de una vida útil, creativa y con sentido.

EL REGALO DE ESTAR VIVO
«No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla.»
Jiddu Krishnamurti

Desde un punto de vista emocional, cuando reconectamos con nuestra esencia disponemos de todo lo que necesitamos para sentirnos completos, llenos y plenos por nosotros mismos. Entre otras cualidades innatas, la esencia nos acerca a la responsabilidad, la libertad, la confianza, la autenticidad, el altruismo, la proactividad y la sabiduría, posibilitando que nos convirtamos en la mejor versión de nosotros mismos. Es sinónimo de luz. Así, estamos en contacto con nuestra verdadera esencia cuando estamos muy relajados, tranquilos y serenos. Cuando independientemente de cómo sean nuestras circunstancias externas, a nivel interno sentimos que todo está bien y que no nos falta de nada. Cuando vivimos de forma consciente, dándonos cuenta de nuestros automatismos psicológicos. Cuando somos capaces de elegir nuestros pensamientos, actitudes y comportamientos, cosechando resultados emocionales satisfactorios de forma voluntaria. Cuando logramos relacionarnos con los demás de forma pacífica, constructiva y armoniosa, tratando de comprender en vez que querer que nos comprendan primero.

También estamos en contacto con nuestra esencia cuando dejamos de perturbarnos a nosotros mismos, haciendo interpretaciones de la realidad mucho más sabias, neutras y objetivas. Cuando aceptamos a los demás tal como son, ofreciendo en cada interacción lo mejor de nosotros mismos. Cuando vivimos en el presente, disfrutando plenamente del aquí y del ahora. Cuando permanecemos en silencio y escuchamos con toda nuestra atención las señales que nos envía nuestro cuerpo. Cuando conseguimos ver el aprendizaje de todo cuanto nos sucede. Cuando sentimos que formamos parte de la realidad y nos sentimos uno con ella. Cuando experimentamos una profunda alegría y gratitud por estar vivos. Cuando confiamos en nosotros mismos y en la vida. Cuando abandonamos la necesidad de querer cambiar el mundo y lo aceptamos tal como es, aportando sin expectativas nuestro granito de arena. Cuando reconocemos no saber y nos mostramos abiertos mentalmente a nuevas formas de aprendizaje…

Del mismo modo que sabemos cuando estamos enamorados, sabemos perfectamente cuando estamos en contacto con nuestra verdadera esencia. No tiene nada que ver con las palabras, la lógica o la razón. Más bien tiene que ver con el arte de ser y estar. Y con la sensación de conexión y unión. Lo cierto es que todos hemos vivido momentos esenciales, en los que nos hemos sentido libres para fluir en paz y armonía, como si estuviéramos conectados con los demás de una forma que supera nuestra capacidad de entendimiento. Al regresar al lugar del que partimos y del que todos procedemos, experimentamos un punto de inflexión en nuestra forma de comprender y de disfrutar de la vida. Empezamos a vivir de dentro hacia afuera. Y por más que todo siga igual, al cambiar nosotros, de pronto todo comienza a cambiar. Sabios de diferentes tiempos lo han venido llamando «la revolución de nuestra conciencia».

LA INSATISFACCIÓN CRÓNICA DEL EGO
«Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás»
Erich Fromm

Debido a nuestro complejo proceso de evolución psicológica, desde el día en que nacemos nos vamos desconectando y enajenando de nuestra esencia, la cual queda sepultada durante nuestra infancia por el «ego». Así es como perdemos, a su vez, el contacto con la felicidad, la paz interior y el amor que forman parte de nuestra verdadera naturaleza. Y, como consecuencia, empezamos a padecer una sensación de vacío e insatisfacción crónicos.

El ego es nuestro instinto de supervivencia emocional. También se le denomina «personalidad» o «falso yo». No en vano, el ego es la distorsión de nuestra esencia, una identidad ilusoria que sepulta lo que somos verdaderamente. Es como un escudo protector, cuya función consiste en protegernos del abismo emocional que supone no poder valernos ni sobrevivir por nosotros mismos durante tantos años de nuestra vida. El ego -que en latín significa «yo»- también es la máscara que hemos ido creando con creencias de segunda mano para adaptarnos al entorno social y económico en el que hemos nacido y nos hemos desarrollado.

Así, el ego nos lleva a construir un personaje con el que interactuar en el gran teatro de la sociedad. Y no sólo está hecho de creencias erróneas, limitantes y falsas acerca de quiénes verdaderamente somos. El ego también se asienta y se nutre de nuestro lado oscuro. De ahí que suela utilizarse la metáfora de la «iluminación» para referirse al proceso por medio del cual nos damos cuenta de cuáles son los miedos, inseguridades, carencias, complejos, frustraciones, miserias, traumas y heridas que venimos arrastrando a lo largo de la vida. Por más que las obviemos y no las queramos reconocer, todas estas limitaciones nos acompañan las 24 horas al día, distorsionado nuestra manera de ver el mundo, así como la forma en la que nos posicionamos frente a nuestras circunstancias.

Por mucho que podamos sentirnos identificados con él, no somos nuestro ego. Ante todo porque el ego no es real. Es una creación de nuestra mente, tejida por medio de creencias y pensamientos. Sometidos a su embrujo, interactuamos con el mundo como si lleváramos puestas unas gafas con cristales coloreados, que limitan y condicionan todo lo que vemos. Y no sólo eso: con el tiempo, esta percepción subjetiva de la realidad limita nuestra experiencia, creándonos un sinfín de ilusiones mentales que imposibilitan que vivamos en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás. Vivir desde el ego nos lleva a estar tiranizados por un «encarcelamiento psicológico»: al no ser dueños de nosotros mismos -de nuestra actitud-, nos convertimos en esclavos de nuestras reacciones emocionales y, en consecuencia, de nuestras circunstancias.

EGOCENTRISMO, VICTIMISMO Y REACTIVIDAD
«Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos»
Buda

Del ego surge el victimismo, la esclavitud, el miedo, la falsedad, el egocentrismo, la reactividad y la ignorancia, generando que nos convirtamos en un sucedáneo de quien en realidad somos. Es sinónimo de sombra y oscuridad. Así, estamos identificados con nuestro ego cuando estamos muy tensos, estresados y desequilibrados. Cuando permitimos que nuestro estado de ánimo dependa excesivamente de situaciones o hechos que escapan a nuestro control. Cuando nos sentimos avergonzados, inseguros u ofendidos. Cuando vivimos de forma inconsciente, con el piloto automático puesto, casi sin darnos cuenta. Cuando nos tiranizan pensamientos, actitudes y comportamientos tóxicos y nocivos, cosechando resultados emocionales insatisfactorios de forma involuntaria.

También estamos identificados con nuestro ego cuando tratamos de que la realidad se adapte constantemente a nuestras necesidades, deseos y expectativas. Cuando nos perturbamos a nosotros mismos, victimizándonos y culpando a otras personas de lo que nos sucede. Cuando nos tomamos las cosas que pasan o los comentarios de los demás como algo personal. Cuando no aceptamos a los demás tal como son, tratando de cambiarlos para amoldarlos a como, según nosotros, deberían de ser. Cuando nos lamentamos por algo que ya ha pasado o nos preocupamos por algo que todavía no ha sucedido, marginando por completo el momento presente. Cuando somos incapaces de estar solos, en silencio, sin hacer nada, sin estímulos ni distracciones de ningún tipo.

Seguimos tiranizados por el ego cuando exigimos, criticamos o forzamos a los demás. Cuando nos encerramos en nosotros mismos por miedo a que nos sucedan cosas desagradables. Cuando nunca tenemos suficiente con lo que nos ofrece la vida. Cuando reaccionamos mecánica e impulsivamente, perdiendo el control de nuestros actos. Cuando actuamos o trabajamos movidos por recompensas o reconocimientos externos. Cuando creemos saberlo todo y nos cerramos mentalmente a nuevas formas de aprendizaje.

En definitiva, cuando experimentamos cualquiera de estos sentimientos, podemos estar completamente seguros de que seguimos protegiéndonos tras la ilusión de nuestra personalidad, ego o falso yo, que nos hace creer que estamos separados de todo lo demás. En última instancia, este egocentrismo es el que nos lleva a luchar en contra de lo que sucede y a entrar en conflicto con otras personas, sufriendo de forma inútil e innecesaria. Lo cierto es que detrás del miedo, la tristeza y la ira se esconde agazapado nuestro ego, el cual también es responsable de que sintamos que nuestra existencia carece de propósito y sentido.

 LA FUNCIÓN DEL EGO
«El sufrimiento es lo que rompe la cáscara que nos separa de la comprensión»
Khalil Gibran

El ego no es bueno ni malo. No hay que demonizarlo. Vivir identificados con esta máscara tiene ventajas e inconvenientes. Más allá de protegernos, cabe insistir en que el ego es la causa subyacente de todas las causas que nos hacen sufrir. Por eso, al estar identificados con nuestra personalidad o falso yo, es cuestión de tiempo que, hagamos lo que hagamos, terminemos fracasando. Porque, tan pronto como alcanzamos una meta, nos provoca una profunda sensación de vacío en nuestro interior, la cual nos obliga a fijar inmediatamente otro objetivo. Nuestro ego nunca tiene suficiente con lo que conseguimos; siempre quiere más. La insatisfacción crónica es la principal consecuencia de vivir identificados con este «yo» ilusorio.

Sin embargo, hay que estar agradecidos al ego por la ayuda que nos brindó a lo largo de nuestra infancia. Sin él, nos habría sido mucho más duro sobrevivir emocionalmente, por no decir imposible. De ahí que éste sea necesario en nuestro proceso de desarrollo. Además, gracias al sufrimiento provocado por nuestro ego, finalmente nos comprometemos con cuestionar el sistema de creencias que nos mantiene anclado a él, iniciando un camino de aprendizaje para reconectar con nuestra verdadera esencia. Y esto sucede el día en que nos damos cuenta de que la compañía del ego nos quita más de lo que nos aporta.

Por descontado, desidentificarse del ego no quiere decir librarse de él, sino integrarlo conscientemente en nuestro propio ser. De lo que se trata es de conocer y comprender qué es lo que nos mueve a ser lo que somos para llegar a aceptarnos y, por ende, empezar a recorrer el camino hacia la integración. De ahí surge una comprensión profunda, que nos permite vivir en armonía con nosotros mismos, con los demás y con la realidad de la que todos formamos parte. El ego y la esencia son como la oscuridad y la luz que conviven en una misma habitación. El interruptor que enciende y apaga cada uno de estos dos estados es nuestra consciencia. Cuanto más conscientes somos de nosotros mismos, más luz hay en nuestra vida. Y cuanta más luz, más paz interior y más capacidad de comprender y aceptar los acontecimientos externos, que escapan a nuestro control.

Por el contrario, cuanto más inconscientes somos de nosotros mismos, más oscuridad hay en nuestra existencia. Y cuanta más oscuridad, más sufrimiento y menos capacidad de comprender y aceptar los acontecimientos externos, que en ese estado creemos poder adecuar a nuestros deseos y expectativas egocéntricos. Los únicos que podemos encender o apagar este interruptor somos nosotros mismos. Al principio nos costará creer que existe; más adelante tendremos dificultad para encontrarlo. Pero, si persistimos en el trabajo con nuestra mente y nuestros pensamientos, finalmente comprenderemos cómo conseguirlo. Porque, como todo en la vida, es una simple cuestión de adquirir la información correcta, así como de tener energía y ganas para convertir la teoría en práctica, lo que habitualmente se denomina aprendizaje. Aunque en este caso resulta algo más complicado, la recompensa que se obtiene es la mayor de todas.

«Yo no puedo más de  mismo». ¿Cuántas veces en la vida hemos pronunciado esta desesperada afirmación? Si la observamos detenidamente, corroboramos que dentro de cada uno de nosotros hay una dualidad; dos fuerzas antagónicas -el amor (esencia) y el miedo (ego)- que luchan por ocupar un lugar destacado en nuestro corazón. Lo cierto es que solo una de ellas es real, mientras que la otra es completamente ilusoria. El viaje de autoconocimiento consiste en diferenciar entre una y otra, desenmascarando al ego para vivir desde nuestra verdadera esencia.

Este artículo es un extracto del libro “Encantado de conocerme”, publicado por Borja Vilaseca en enero de 2008.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Eneatipo Inconsciente

- No sabemos lo que es el ego y, por consiguiente, no nos damos cuenta de que vivimos plenamente identificados con este falso yo.
- Vivimos con el piloto automático puesto, reaccionando impulsivamente desde el egocentrismo.
- Al no ser conscientes no entendemos nuestros actos.
- Somos esclavos de nuestra mente. La tiranía de la ignorancia nos conduce al pensamiento negativo.
- Pensamos en el presente y el futuro. Olvidamos paladear el aquí y ahora (awareness).
- Adoptamos el rol de víctimas. Culpando a los demás.
- Necesitamos evadirnos y narcotizarnos.
-  Creemos que la vida no tiene sentido.

El Inconsciente de los estados de consciencia en el Eneagrama

miércoles, 8 de febrero de 2017

Ego



Aquello que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento. Sufres porque no aceptas lo que te va ocurriendo a lo largo de la vida y porque tu ego te hace creer que puedes cambiar la realidad exterior para adecuarla a tus propios deseos y expectativas. Pero la verdad es que lo único que sí puedes cambiar es la interpretación que haces de los acontecimientos en sí. Si tu interpretación del hecho te reporta sufrimiento es que actúas movido por la ignorancia, si te deja con satisfacción, bienestar o armonía estás moviéndote por la sabiduría.
Ante cualquier tipo de perturbación, ya sea por miedo, tristeza o ira plantea esta pregunta: ¿qué es lo que no estoy aceptando? La respuesta te hará comprender que la limitación que origina todas esas reacciones está en tu propia mente y no en ninguna otra parte. En realidad, nadie puede hacerte daño emocionalmente: tu ego es el único malestar de tu malestar interior, por mucho que te esfuerces en buscar culpables fuera de ti mismo. Cuando compruebas la veracidad de estas afirmaciones a través de tu experiencia personal, dejas de intentar cambiar la realidad externa para acomodarlas a las exigencias del ego y comienzas a trabajar sobre tu realidad interna para aprender a aceptarla tal y como es. A partir de entonces comprendes que has venido al mundo a aprender a ser feliz por ti mismo y aceptar y amar a los demás tal como son. Este es el llamado camino espiritual.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Miedo

Lo que se les de a los niños, los niños darán a la sociedad. Karl Menninger
 
Prisioneros de la Seguridad
 
La mayoría de los seres humanos solemos compartir una misma aspiración: tener el control absoluto sobre nuestra existencia. En general, queremos que las cosas sean como deseamos y esperamos. Y al pretender que la realidad se adapte a nuestras necesidades y expectativas, solemos inquietarnos y frustrarnos cada vez que surgen imprevistos, contratiempos y adversidades.

De ahí que nos guste crear y preservar nuestra propia rutina, intentando, en la medida de lo posible, no salirnos del guión preestablecido. Estudiamos una carrera universitaria que nos garantice salidas profesionales. Trabajamos para una empresa que nos haga un contrato indefinido. Solicitamos una hipoteca al banco para comprar y tener un piso en propiedad. Y más tarde, un plan de pensiones para no tener que preocuparnos cuando llegue el día de nuestra jubilación. En definitva, solemos seguir al pie de la letra lo que el sistema nos dice que hagamos para llevar una vida normal. Es decir, completamente planificada y, en principio, segura y carente de riesgo. Así, con cada decisión que tomamos, anhelamos tener la certeza de que se trata de la elección correcta, previniéndonos de cometer fallos y errores. Sin embargo, este tipo de comportamiento pone de manifiesto que nos sentimos indefensos e inseguros. Y esto, a su vez, revela que en general no sabemos convivir con la incertidumbre inherente a nuestra existencia. Paradójicamente, si bien tratar de tener el control nos genera tensión, soltarlo nos produce todavía más ansiedad. Por eso muchos estamos atrapados en esta desagradable disyuntiva.
Además, cuanto más inseguros nos sentimos por dentro, más tiempo, dinero y energía invertimos en asegurar nuestras circunstancias externas, incluyendo, en primer lugar, nuestra propia supervivencia física. Es interesante señalar que en muchas ocasiones experimentamos miedo sin ser amenazados por ningún peligro real e inminente. A esta actitud se la denomina "pre-ocupación". Eso sí, para justificar y mantener nuestro temor, solemos inventarnos dichos escenarios conflictivos en nuestra mente. De esta manera, la inseguridad se ha convertido en uno de los cimientos psicológicos sobre los que hemos construido la sociedad contemporánea. De ahí que la "seguridad nacional" sea uno de los conceptos más utilizados por los dirigentes políticos y que los departamentos y ministerios de defensa suelan contar con presupuestos desorbitados...
Así, la búsqueda de seguridad externa es, en esencia, una batalla de antemano perdida. Por más que nos esforcemos, no podemos encerrar el misterio de la vida -cuyo devenir es absolutamente imprevisible e inseguro- dentro de una caja de certezas. Curiosamente, la palabra "seguridad" tiene como raíz etimológica el vocablo latino "securitas", que significa "sin temor ni preocupación". Es decir, que la verdadera seguridad no está relacionada con nuestras circunstancias externas, las cuales están regidas por leyes naturales que nos son imposibles de gobernar y controlar. Se trata, más bien, de un estado emocional interno que nos permite vivir con confianza, liberándonos de nuestra arraigada obsesión por pensar en potenciales amenazas y peligros futuros.
 
Quien tiene miedo sin peligro se inventa el peligro para justificar su miedo. Alain Emile Chartier.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Ecología Consumida

http://www.youtube.com/watch?v=todj4fK7FFI&feature=youtube_gdata_player Dejémonos llevar, fluir y soltemos apegos. ¿Os parece?

Annie Leonard explica el funcionamiento de la "economía de los materiales", compuesta por varias fases: La primera es la "extracción", un eufemismo que consiste en explotar los recursos naturales, destruyendo la naturaleza. La segunda fase es la "producción", consiste en usar diferentes fuentes de energía.
La tercera fase es la "distribución", cuyo objetivo es vender todos esos productos manufacturados lo más deprisa posible. Esto da lugar a la cuarta fase, el "consumo". Sin duda, se trata del corazón que bombea sangre y mantiene vivo el sistema capitalista.
Un ejemplo es la "obsolescencia planificada" es la estrategia de fabricación bien pensada, para que se rompan, descompongan o dejen funcionar coincidiendo con la expiración del período de garantía.

Borja Vilaseca: "El sinsentido común". Ed. Temas de Hoy

domingo, 11 de noviembre de 2012

Nuestro lugar en el mundo


El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir, sino en saber para qué se vive.
FIÓDOR DOSTOIEVSKI

Rechacemos el estudio del protocolo y eliminaremos preocupaciones;
¿qué diferencia hay entre un "tú" y un "usted"?
¿Qué distancia hay entre lo bueno y lo malo?
"Hay que temer lo que todo el mundo teme".
¡Qué sentencia tan estéril y desatinada!
La multitud parece tan bulliciosa y alegre en las fiestas de primavera.
Solo yo estoy reposado, no doy señal alguna;
inexpresivo, como la cara de un recién nacido
que aún no sonríe;
triste, como aquel que no tiene a dónde ir.
LAO-TSE: "Libro del TAO".

Con la finalidad de encontrar nuestro lugar en el mundo, iniciamos una búsqueda personal que nos abre las puertas a lo nuevo y lo desconocido.
De pronto sentimos la necesidad del altruismo, encaminando nuestra existencia hacia el bien común. Así es como surge la motivación de trascendencia.
Al tomar decisiones desde la confianza, nos permitimos escuchar nuestra propia voz interior. Esencialmente porque ella ya sabe quiénes estamos destinados a ser. Una vez encontramos la dirección, surge la necesidad de la "contribución". Al habernos resuelto emocionalmente, ya no nos movemos desde la carencia, sino desde la abundancia.
En la medida en que desarrollamos todo nuestro potencial y creatividad, nuestra existencia comienza a tener un impacto más positivo en el yo y los otros. Entonces amamos lo que hacemos y hacemos lo que amamos.
Surge la UNIDAD: sentirnos unidos y conectados a todo lo que forma parte de la realidad. Ya no solo aceptamos y respetamos a la naturaleza. Si bien pensamos de forma global, actuamos localmente. Por medio de esta conciencia ecológica, hacemos lo posible para que nuestro paso por la vida deje tras de sí una huella útil, amorosa y sostenible.

ATLAND -MARBORE- Desde Zaragoza: http://www.youtube.com/watch?v=N5IOlAeYyd8&feature=youtube_gdata_player

El sinsentido común. Borja Vilaseca

sábado, 10 de noviembre de 2012

No te creas nada


Las palabras son mitad de quien las escribe, mitad de quien las lee. Michel de Montaigne.

NO TE CREAS NADA

Desde que naciste te han ido inculcando infinidad de creencias acerca de quién debes ser y cómo has de vivir tu vida. Cuestiona tus creencias con las que has creado tu identidad. De esta manera podrás reiventarte, rompiendo las cadenas mentales que pueden estar limitando tu propio descubrimiento de la vida.
Lo único que necesitas para ir más allá de la tiranía de creencias es entrenar los músculos de la comprensión y el discernimiento. Así es como puedes conquistar tu verdadera libertad. Y para lograrlo, es imprescindible verificar la información del mundo exterior, lo cual supone acomodamiento o afrontar quién eres.
El puente entre la ignorancia y la sabiduría es lo que experimentas y comprendes, no lo que te dicen. Como decía un profesor: "PIENSA".

Por más que te explique a qué sabe el fruto de los baobabs, no lo sabrás hasta que lo pruebes por ti mismo.
Proverbio Malgache

Inspirado en las primeras páginas del texto de Borja Vilaseca: "El Sinsentido Común".

Cada vez que te encuentres del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar. Mark Twain.

Rodrigo Córdoba

sábado, 28 de julio de 2012

El Ego

El ego es la distorsión de nuestea esencia, una identidad ilusoria que sepulta lo que somos verdaderamente. También se le llama falso yo. Así, por mucho que podamos sentirnos identificados con él, no somos nuestro ego: ante todo, porque el ego no es real. Sometidos a su embrujo, interactuamos con el mundo como si lleváramos puestas unas gafas con cristales coloreados, que limitan y condicionan todo lo que vemos. Y no solo eso: con el tiempo, esta percepción subjetiva de la realidad limita nuestra experiencia, creándonos un sinfín de ilusiones mentales que imposibilitan que vivamos en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás.
Estamos identificados con el ego cuando pensamos primero, sin importarnos las consecuencias que nuestros actos pueden reportarles a los demás. Cuando pretendemos que la realidad se adapte a nuestros deseos y necesidades. Cuando exigimos, criticamos o forzamos a los demás. Cuando nos lamentamos o quejamos de cualquier cosa, situación o persona. Cuando intentamos cambiar a otra persona. Cuando nunca tenemos suficiente con lo que nos ofrece la vida. Cuando somos, actuamos o trabajamos movidos por recompensas o reconocimientos externos. Cuando nos molestan la conducta o los comentarios de otra persona. Cuando nos encerramos en nosotros mismos por miedo a que nos sucedan cosas desagradables, cuando nos dejamos arrastrar por el enfado o la ira...

Borja Vilaseca: "Encantado de conocerme"

Se trata de un periodista que divulga aspectos de la Gestalt y la Psicología Transpersonal. Ha estudiado y participado en talleres, seminarios y cursos vivenciales. Muy popular en España, se pueden ver varias entrevistas en Youtube.
Probablemente, usted se haya sentido identificado, solo he compartido una parte de su texto. Si quiere un texto más "científico", quien mejor que Claudio Naranjo en su obra "Neurosis y Carácter". Claudio Naranjo ha escrito sobre figuras ilustres a la luz del Eneagrama y también obras como "La Mente Patriarcal", que pone en cuestión el modelo de socialización. También, donde más enfrascado está con la intención de ayudar a cambiar el "establishment", como ud. intuye ligado al ego, escribe sobre educación: "Cambiar la Educación para cambiar el mundo". Pueden ver hermosas conferencias y entrevistas en Youtube sobre lo existencial: amor, compasión, educación, arte... Todo aquello propio de la larva del verdadero yo. Así pues, para entender tan.imbricado tema hay que aunar como en una dulce sinfonía psicología, sociología, filosofía, pedagogía, puericultura... Todo aquello que busque explicar nuestra naturaleza. Nuestra esencia o verdadero yo. En psicoanálisis conocido por Winnicott como verdadero self. Con otras connotaciones pero el mismo propósito de liberación, autodescubrimiento y cura.
Rodrigo Córdoba Sanz.

martes, 10 de julio de 2012

Eneagrama y Personalidad



El Eneagrama identifica cada tipo de personalidad por medio de un número. Y lo hace tan solo para facilitar su manejo y comprensión. Los números en sí no tienen ningún significado; esta herramienta no está relacionada con la numerología ni nada por el estilo. Por ejemplo, la personalidad tipo 1 se descentra asumiendo el lado negativo del 4 y se centra adoptando el lado positivo del 7, tal como muestran las flechas en el símbolo del Eneagrama. Así, en el momento de verificar nuestro tipo de verificar nuestro tipo de personalidad es importante confirmar la correlación existente con los otros dos tipos de personaliad, que son los que complementan nuestra compleja forma de ser.
A su vez, nuestra manera de ser también puede estar muy condicionada por los números situados a la derecha y la izquierda de nuestro tipo de personalidad, las llamadas "alas". Ciertas personas tienen dos alas; otros, una y algunos, ninguna. El Eneagrama sostiene que la mayoría de seres humanos tenemos un ala dominante, que modifica y destaca ciertas tendencias de nuestro tipo de personalidad. Es importante saber la influencia que podemos estar recibiendo de estas alas, ya que nos ayuda a conocer más detalladamente las trampas a las que hemos de enfrentarnos para llegar a estar bien con nosotros mismos. Por ejemplo, la personaliad tipo 2 puede adoptmar comportamientos del 1 y del 3.
Además, cabe decir que existen muchos "niveles de desarrollo" para cada personalidad, los cuales describen el grado de consciencia de cada uno de nosotros y suelen ir acompañados por determinados patrones de conducta, tal como lo señala la teoría de "nueve niveles (tres sanos, tres promedio y tres insanos)" que propuso Don Richard Riso en 1988, y que aparecen en la obra que escribió junto con Russ Hudson, La sabiduría del Eneagrama (Urano, 2000).
A lo largo de la vida y fruto del impacto que han tenido algunas experiencias sobre nosotros, nuestra manera de interactuar en el mundo suele evolucionar hacia una mayor comprensión y consciencia, sintiéndonos cada vez mejor con nosotros mismos o, por el contrario, hacia un mayor egocentrismo, provocando que la tristeza, el miedo, la insatisfacción y el sufrimiento se adueñan de nuestro día a día.
Cuanto más bajo sea nuestro nivel de consciencia, más egocéntrica y egoísta -en el peor sentido de la palabra- será nuestra manera de ser, y viceversa. Por ejemplo, una persona con muy poca consciencia y muy encerrada en sí misma se quejará cuando un día de lluvi ale impida ir a tomar el sol a la playa con sus amigos. En cambio, otra con mucha consciencia y absolutamente integrada en la vida, se adaptará a las circunstancias, tratando de ver el lado positivo de este mismo acontecimiento: quizá se quede en casa contemplando la lluvia desde su ventana, aproveche para leer tranquilamente o finalmente decida quedar con esos mismos amigos en un entorno donde puedan guarecerse de la lluvia. El hecho externo es el mismo para los dos, pero la reacción emocional es distinta, según su grado de desarrollo mental. Gracias al Eneagrama podemos liberarnos de nuestro egocentrismo y caminar por la vida adoptando la postura que más felicidad y paz interior nos reporte en cada momento.
Muchas veces el desconocimiento del Eneagrama provoca que se lo describa como un medio de encasillar o etiquetar a las personas. Pero la experiencia demuestra todo lo contrario. Esta herramienta psicológica, encaminada a hacer consciente el complejo proceso de nuestra mente, muestra la caja en la que cada uno de nosotros se ha ido encerrando y los pasos necesarios para que podamos salir de ella. Solo así podremos volver a conectar con nuestra esencia más profunda. Fruto de ese reencuentro con lo que somos verdaderamente, surge dentro de nosotros la paz interior que siempre hemos estado buscando fuera. A este estado también se le conoce como felicidad.
Por descontado, desidentificarse de la personalidad, ego o falso yo no quiere decir liberarse de ella, sino integrarla conscientemente en nuestro propio ser. De lo que se trata es de conocer y comprender qué es lo nos mueve a ser lo que somos para llegar a aceptarnos y, por ende, empezar a recorrer el camino hacia la integración. De ahí surge un amor y una consciencia que nos permiten vivir en armonía con nosotros mismos, con los demás y con la realidad de la que todos formamos parte. El ego y la esencia son como la oscuridad y la luz que conviven en una misma habitación. El interruptor que enciende y apaga cada uno de estos dos estados es nuestra consciencia. Cuanto más conscientes somos de nosotros mismos, más luz hay en nuestra vida. Y cuanta más luz, más paz interior y más capacidad de comprender y aceptar los acontecimientos externos, que escapan a nuestro control.
Por el contrario, cuanto más inconscientes somos de nosotros mismos, más oscuridad hay en nuestra vida. Y cuanta más oscuridad, más sufrimiento y menos capaz de comprender y aceptar los acontecimientos externos que es ese estado creemos poder adecuar a nuestros deseos egocéntricos y egoístas. Los únicos que podemos encender o apagar este interruptor somos nosotros mismos. Al principio nos costará creer que existe; más adelante tendremos la dificultad para encontrarlo. Pero. si persistimos en el trabajo con nuestra mente y nuestros pensamientos, finalmente comprenderemos cómo conseguirlo. Porque como todo en la vida la información correcta, así como de tener energía y ganas para convertir la teoría en práctica, lo que habitualmente se denomina aprendizaje. Aunque en este caso resulta algo más complicado, la recompensa que se obtiene es la mayor de todas.

Jordi Vilaseca: "Encantado de Conocerme. Comprende tu personalidad a través del Eneagrama".



http://www.oshogulaab.com/GURDJIEFF/TEXTOS/ENEAGRAMA1.htm El Eneagrama: Pecados y Virtudes. Historia y Fundamentos.