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Paz y Ciencia

lunes, 11 de agosto de 2014

Críticas a la doctrina kleiniana


Algunas críticas a la Doctrina kleiniana

La metapsicología freudiana tiene la teoría pulsional como su núcleo esencial, así como la paralela teoría del conflicto intrapsíquico. En este marco, se torna fundamental la idea de la descarga de la energía psíquica, apareciendo el objeto y las relaciones con él secundaria y tardíamente. La perspectiva kleiniana rompe con tal visión, pues son los vínculos y no las pulsiones los responsables del desarrollo normal y de la enfermedad mental psicógena.
Sin duda, tal propuesta es meritoria, dado que enriquece el modelo interactivo en la explicación de la conducta humana. Pero también hay un demérito: el haber creado una teoría genética general desde presupuestos clínicos y con datos a veces de naturaleza patológica, error de alguna forma semejante al que cometió Freud, sin que podamos estar seguros de que efectivamente acontecieron en la realidad objetiva o subjetiva en el momento en que se sitúan y en la forma en que se expresan. También puede argumentarse, como crítica, si no hay proyección de los propios conflictos del terapeuta, o de la misma construcción teórica que defiende, sobre los hechos conductuales que se registran en el paciente, pudiendo ser tales fenómenos susceptibles de hipótesis explicativas distintas.
En otro orden de cosas, Klein da excesiva primacía, en el desarrollo y en la psicopatología, al papel de lo constitucional e innato, sin que cuente en la debida medida con la influencia de la experiencia con la realidad externa: tanto los objetos externos como los internos se construyen más por temáticas que presuntamente están en la mente del niño que por las actuaciones de tales objetos, lo que alcanza su máxima expresión con la teoría de la envidia y la gratitud innatas. Esta forma de entender el desarrollo no es bien acogida por la actual psicología, muy sensibilizada a lo ambiental, cuestión que algunos de los seguidores de Klein intentarán resolver.
Es también chocante, dado el conocimiento que poseemos sobre el funcionamiento cognitivo del bebé, atribuirle la complejidad que Klein le supone, dando en ocasiones la impresión de que ésta asume la teoría platoniana de las Ideas o Formas, en versión más o menos cartesiana. En ocasiones parece que Klein proyecta en la mente infantil lo que pudiera existir en la suya, de tal forma que terminó encontrando lo que estaba en su cabeza.
Por otra parte, se intuyen excesivos valores normativos, y concretamente judeocristianos, en la teoría kleiniana, dando la impresión de que la reparación posee connotaciones ligadas con la superación del pecado original, o, en general, del mal (envidia) por la acción del bien (gratitud). Al respecto, Laing ha escrito que Envidia y gratitud es una teología sin Dios. Tal elemento ideológico-filosófico, sin duda respetable, es ajeno a la ciencia, pareciendo más bien que Klein se ha dejado influir por sus problemáticas y por sus raíces judías, más que por los hechos.
En lo que toca a la técnica kleiniana, ha sido estimada por algunos como brusca y desconsiderada, insistiéndose en que las interpretaciones que se usan son adoctrinadoras y se viven por el analizado como seducciones o agresiones, con la consiguiente contaminación de los estrictos fenómenos transferenciales. Laing resalta que, al ponerse excesivo acento en la ansiedad, termina intensificándola, creando una fuerte dependencia del analizado respecto al analista que se prolonga indefinidamente. Los críticos subrayan, además, que el paciente sólo tiene acceso a un conocimiento intelectual, dada la utilización de interpretaciones muy profundas y simbólicas sin la debida disolución de las resistencias yoicas: los analizados, se ha llegado a decir, terminan sabiendo lo que les pasa, pero continúan con sus síntomas y problemas.
Para superar las objeciones a la técnica, los poskleinianos han llevado a cabo ciertas modificaciones en la misma, aunque conservando lo esencial de los fundamentos teóricos de Klein, esto es, la importancia de los conflictos psíquicos tempranos en relación con el objeto, la teoría de la angustia, el papel de la pulsión de muerte, de los celos y de la envidia frente a la escena primaria, etc. Sin embargo se ha pulido bastante la práctica, insistiéndose en la necesidad de lentificar el ritmo, pausando el trabajo interpretativo de modo que no se ataquen las fantasías tempranas sin considerar antes lo que sucede en aspectos históricamente más cercanos, que también dan la cara en la relación transferencial. El analista, además, adopta la función de continente señalada por Bion respecto a las ansiedades del paciente, llamándose la atención sobre la enorme importancia de la contratransferencia a la hora de la interpretación. Por otra parte, el grupo británico ha dado al analista un papel que va más allá del de mero continente de ansiedades, insistiéndose en que debe proporcionar un sostén (holding de Winnicott), con una especie de amor maternal empático, para favorecer, tras la regresión que ocasiona el encuadre clínico y el proceso de la cura, un nuevo nacimiento (new beginning de Balint), experiencia que lleva consigo la organización de la serie de autocomprensiones (insights) que el sujeto ha podido experimentar a lo largo de su análisis.



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