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Paz y Ciencia

viernes, 9 de abril de 2021

En el Acoso Moral no hay víctimas masoquistas


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online Página Web: www.rcordobasanz.es.  rcordobasanz@gmail.com                            IG:@psicoletrazaragoza


Barrió en las librerías francesas en 1998. Y repitió la operación en España un año después. Dos libros fueron la clave del éxito: El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana (Paidós, 1999) y El acoso moral en el trabajo. Distinguir lo verdadero de lo falso (Paidós, 2001). Marie France Hirigoyen, psiquiatra-psicoanalista, nacida en Francia a pocos kilómetros de Le Mans hace 54 años, sabía que el resultado de sus estudios como especialista en victimología llegarían a miles de personas afectadas por un síndrome que muchos padecen en silencio sin haber conseguido ponerle nombre.

Al igual que lo había hecho en 1984 con el mobbing (acoso moral en el trabajo) el psicólogo alemán fallecido en 1999 en Suecia Heinz Leymann, Hirigoyen dio en el clavo explicando esos comportamientos perversos ejecutados desde una posición de poder contra una persona jerárquicamente más débil. Pero ella describió estas actitudes no solamente en el ámbito laboral, sino que añadió el territorio acotado de la pareja. La finalidad del acosador conduce a despersonalizar a la víctima e inutilizarla en sus funciones a través de relegarla, despreciarla y negarle la comunicación, con consecuencias que pueden llevarla a una lenta agonía mental y a enfermedades psicológicas y físicas.

"Las humillaciones, la desigualdad, la relación asimétrica que hace que uno domine y otro se someta, parecen todavía casi normales"
"Como ellas ocupan más comúnmente empleos subalternos y el acoso más frecuente es el que proviene de la jerarquía, la mujer tiene más riesgo de ser la víctima"


 Como victimóloga (una rama de la criminología) dedujo que el abuso de poder se encuentra en la raíz del mal. En la vida privada, el maltrato psicológico suele darse de hombre a mujer. En las empresas, por parte de un jefe intermedio que, apoyado por el grupo y la aceptación implícita de la dirección, pretende eliminar lentamente a un trabajador no deseado para conseguir su abandono voluntario, su jubilación anticipada o un despido barato pactado.

"Si mi primer libro tuvo tanto éxito", afirma Hirigoyen, "es porque digo con palabras sencillas lo que está pasando, y la gente puede ver reflejada una situación que no había podido decodificar como fenómeno". La obra de Hirigoyen y las conferencias que pronuncia en los continentes americano y europeo han servido para que la violencia psicológica quede reconocida abiertamente como violencia, "y esto ayuda, eventualmente, a poder defenderse", dijo a su paso por Madrid hace unos días.


El 'machismo habitual'

Las encuestas de los países latinos muestran que las mujeres son más proclives a convertirse en personas hostigadas en los trabajos, lo que Hirigoyen explica como una consecuencia "del machismo habitual". "Hay hombres", dice, "que se permiten con las mujeres lo que no harían con otros hombres. Y como ellas ocupan más comúnmente empleos subalternos y el acoso más frecuente es el que proviene de la jerarquía, la mujer tiene más riesgos de ser la víctima". Lo que no excluye que determinadas mujeres hagan también un uso maléfico de su poder, cuando lo tienen, ya que, según la psicoanalista, estas formas de actuar se "estimulan y a veces fomentan desde lo más alto de la jerarquía".

En la lista de riesgo, Hirigoyen añade las mujeres que se niegan a aceptar el acoso sexual, las embarazadas, sobre todo cuando es por segunda o más veces, y las que piden excedencias por motivos familiares. Los siguientes en el panel de posibles agredidos son los más jóvenes contratados en precario y los maduros, hombres y mujeres que han superado los 50 años

Según Hirigoyen, el acoso moral en el trabajo, propio de las empresas de los países desarrollados que no quieren o no pueden proceder al despido, se produce en todos los sectores, pero los más expuestos son los hospitales, la enseñanza (desde la escuela hasta la Universidad), los centros de investigación y las administraciones públicas, en particular las locales como los ayuntamientos, y, paradójicamente, las asociaciones humanitarias y caritativas. "Son lugares", dice, "donde hay una doble jerarquía y las responsabilidades profesionales no están bien definidas. Cuanto más precisa y definida es la labor a ejercer, menos acoso se produce", añade.

En cuanto a las empresas privadas, la aceptación o estímulo del acoso en sus filas se produce especialmente cuando están mal organizadas, se diluye el ejercicio del poder y de las responsabilidades y se dificulta la comunicación.

El acosador tiene unas características bien definidas, que Marie France Hirigoyen atribuye al "perverso narcisista". Habitualmente mediocre, sumiso, con tendencia a la envidia y deseos de poder, su conducta estratégica parte de "una compulsión a hacer el mal". "En el fondo", explica, "no es consciente, pero no puede impedirlo. Pese a todo, conoce los límites que no puede sobrepasar, por lo que es importante que haya una ley que castigue esas técnicas, que obligue a medir las actitudes y, por tanto, a un sistema de prevención en las empresas". La víctima, por su parte, suele mostrar honestidad en su trabajo, capacidad crítica, una tendecia a la ingenuidad y a trabajar en exceso, y suele enfrentarse a las injusticias.

Hogar amargo

En las relaciones de pareja, el perverso narcisista goza de mayor impunidad. Según Hirigoyen, es un mal muy extendido. "Faltan varias generaciones para que las mentalidades cambien", afirma. "Las mujeres no suelen darse cuenta de que hay violencia prácticamente hasta que llega la agresión física. Las humillaciones, la desigualdad, la relación asimétrica que hace que uno domine y otro se someta parecen todavía casi normales". La dependencia económica y la actitud tolerante de muchas mujeres hacen el resto. "Muchas", comenta, "dicen que su vida de pareja es insoportable, pero que no tienen motivos para reaccionar porque su marido no bebe, no les pega y trae el dinero".

Hirigoyen recuerda el caso de una paciente que justificaba que su marido le tirara el dinero al suelo y la obligara "a ponerse a cuatro patas para recogerlo" con el argumento de que era una forma de expresar su malhumor. Tampoco le parecía extraño a esta mujer que su pareja le dijera a diario que no servía para nada. Sólo cayó en la cuenta del proceso de desgaste psicológico que había padecido cuando reaccionó y él la pegó.

Este proceso evidencia que la violencia física suele producirse después de un periodo de acoso moral. "El problema es mucho más grave en España que en Francia", dice Hirigoyen. "Pero eso no quiere decir que en Francia no exista. Lo que ocurre es que en nuestro país hay una tendencia a no querer verlo, como si la violencia estuviera en el exterior. En Francia", añade, "se hace más hincapié en que sucede entre inmigrantes o porque un marido es alcohólico. Pero hay violencia en toda Europa, entre los burgueses, entre trabajadores... En todos los niveles".

EN EL ACOSO MORAL NO HAY UNA VÍCTIMA MASOQUISTA

LAS MANIOBRAS MALÉVOLAS del acoso moral terminan por sorber el seso de la víctima, que, si el proceso se prolonga, acaba padeciendo manifestaciones de insomnio, ansiedad, irritabilidad, pérdida de autoestima y... posteriormente cae en la depresión y en enfermedades psicosomáticas como trastornos digestivos, cardiacos y hasta determinados tipos de cáncer asociados al estrés.

Marie France Hirigoyen desvela con sus trabajos que el acosador responde a un perfil de perverso narcisista y no de psicópata como habían venido afirmando algunas tendencias. El perverso, que sabe cómo seducir al grupo y conseguir que funcione de una manera inhabitual, conoce sus límites y frena su acción cuando percibe que ha sido descubierto. La psicoanalista elimina, además, las teorías que afirman que se establece una relación sadomasoquista a lo largo del proceso. Se basa en que no existe un masoquista en el conflicto, ya que la víctima nunca desempeña ese papel. "Ella no busca el castigo, ni quiere mantener o repetir la situación una vez que ha salido del trance", explica.

A raíz de la publicación de sus obras, Francia legisló contra el acoso moral en el trabajo, en enero 2002. Esta ley penaliza el hostigamiento laboral con multas de 15.000 euros y prisión de un año, y obliga a las empresas a vigilar para prevenir el daño. En España, donde el fenómeno afecta a un millón y medio de trabajadores, según un estudio publicado por la Universidad de Alcalá de Henares en mayo de 2001, no existe todavía legislación sobre el particular, si bien el PSOE presentó una propuesta de ley, pero ésta fue rechazada en el Pleno del Congreso por el PP a principios de este año. El interés de una ley específica se centra en que sirve para poner límites, pero para Hirigoyen no es suficiente: "Si no se educa a las personas y no se empieza en las escuelas a reintroducir el respeto y la moral desde muy jóvenes", declara, "no se llegará muy lejos".

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