PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

jueves, 9 de julio de 2020

Yin yang: I Ching



Para quienes desesperan porque sienten que su vida es caótica y no responde a un orden, o normatividad alguna, tranquiliza recordar que ya los antiguos chinos nobles o educados, de hace más de tres mil años atrás, solían consultar, mediante la disposición de tallos de milenrama, un sistema predictivo que los ayudaba a tomar decisiones y a delinear estrategias y planes.

Se trata de El libro de las mutaciones, cuyo origen es muy anterior a Confucio (551 a 479 a. C.) y fue objeto de varias reescrituras, anteriores y posteriores a él, siendo las dos más importantes la que se hizo durante el reinado de Wen y sus descendientes (en la dinastía Zhou, 1200 a. C.), y la que se llevó a cabo ya bajo la influencia del propio Confucio y sus discípulos, en el 500 a. C.

Llegado a Europa recién en el siglo XIX, el texto fue traducido y publicado por Richard Wilhelm en 1923, versión que desde entonces es considerada la más precisa. Fue la observación cuidadosa de la naturaleza (los pájaros que migran y regresan, las mareas que suben y bajan, los ríos que desbordan y luego secan, las fases de la luna, las estaciones, el nacimiento y la muerte de todo lo viviente) la que inspiró el texto, escrito originalmente en ideogramas que representan situaciones específicas de cambio en el ámbito natural.

Vinculado al antiguo taoismo, El libro de las mutaciones sigue tan vigente como entonces, porque trasmite algo bien básico: lo perecedero como principio de la existencia, y la conciencia de ello como fundamento de todo goce. Esta premisa básica, que sostiene que la vida humana, al ser inherente a la naturaleza, está sometida a transformaciones constantes, y es el cambio y no la permanencia lo que la sostiene, es síntesis de toda la sabiduría posible.

La descripción de cada uno de dichos cambios específicos en el recorrido de los sesenta y cuatro hexagramas es lo que posibilita la predicción. Ello significa que la etapa (feliz o desgraciada) por la que uno atraviesa en el ahora, no durará más que lo necesario, y será irremediablemente continuada por otra diferente, pero vinculada, y así hasta regresar a la repetición de la primera, en una especie de ciclo, cuyas coordenadas permiten interpretar el pasado, entender el presente y predecir el futuro. Cada vida, así mirada, configura una secuencia cíclica de cambios que alternan en grados entre dos opuestos (el ying y el yang), principios universales de lo femenino-receptivo y de lo masculino-activo. La alternancia entre estos dos polos, y los variados grados en que pueden combinarse, son, para el taoismo, la esencia de toda situación. Al ser principios abstractos, todo cabe en ellos, y lo que el sujeto debe esperar ante cualquier estado (bueno o malo, feliz o desgraciado) es que terminará para ingresar en otro. Por ejemplo, todo lo que llega a su máximo desarrollo, decrecerá, y, viceversa, todo lo que se inicia desde lo pequeño y modesto, se incrementará.

En efecto, estas son leyes de transformaciones evidentes en la naturaleza, y que, en lo natural, los humanos solemos aceptar con respeto. No así en nuestras propias vidas, para las que queremos que la felicidad sea eterna, y jamás exista el sufrimiento. «¿No es esto totalmente antinatural?», nos preguntarían los antiguos chinos. «Claro que sí», deberíamos responderles.

«No hay una cosa que no sea una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo», escribió Borges como prólogo a la traducción de Wilhelm y cuidada edición de Editorial Sudamericana.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Zaragoza

Psicoterapeuta N° Col.: A-1324

Teléfono: 653 379 269

Instagram: @psicoletrazaragoza

Página Web: www.rcordobasanz.es

No hay comentarios: