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Paz y Ciencia

sábado, 4 de julio de 2020

Michel Foucault: Historia de la locura en la época clásica



Foucault busca las causas de la locura en el ámbito material y contingente de una experiencia históricamente constituida, conformada por prácticas institucionales, procesos socio-económicos y formas de discurso, de cuya confluencia surge la figura cultural de la enfermedad mental. De esta forma, Foucault nos ofrece una génesis de las prácticas sociales y discursos que han constituido las condiciones de posibilidad de las diferentes formas de subjetividad desde las que se ha entendido la locura. Al mismo tiempo, estas prácticas sociales y discursos determinan en qué condiciones algo puede llegar a ser objeto de conocimiento, explican cómo se ha llegado a considerar algo que es necesario conocer, a qué recorte ha sido sometido y qué parte de él ha sido considerada y cuál ha sido rechazada. Así pues, para Foucault, la historia de la locura en su constitución como objeto de conocimiento desmiente que se trate de una entidad natural y nos plantea que es construida socialmente. El de Foucault no es uno más de esos discursos expertos que desde la época clásica han silenciado a la locura en el preciso instante en que la han constituido en objeto de conocimiento y por tanto se han otorgado el derecho de hablar por ella; discursos que constituyen un monólogo de la razón sobre la sinrazón que acabó con el diálogo que la razón mantenía con la sinrazón en el renacimiento, cuando existía una conciencia crítica de la locura. Si bien es cierto que en el renacimiento existía la nave de los locos, práctica según la cual se expulsaba a los locos en barcos que recorrían los ríos de Europa, la conciencia crítica era una forma de subjetividad que experimentaba a la locura como aquello que denunciaba las insensateces de las costumbres que la gente consideraba racionales y correctas. A esta forma de conciencia le siguió la conciencia práctica, que recluye a la locura en un lugar de encierro, en nombre del orden social y laboral. La discontinuidad existente entre estas formas de experienciar la sinrazón, es lo que da pie a Foucault para desenmascarar el mito del progreso inexorable de la razón, subyacente a la ciencia actual en general y pilar fundamental de la psicología en particular. El de Foucault no es uno más de esos discursos expertos que desde la época clásica han silenciado a la locura en el preciso instante en que la han constituido en objeto de conocimiento y por tanto se han otorgado el derecho de hablar por ella; discursos que constituyen un monólogo de la razón sobre la sinrazón que acabó con el diálogo que la razón mantenía con la sinrazón en el renacimiento, cuando existía una conciencia crítica de la locura. Si bien es cierto que en el renacimiento existía la nave de los locos, práctica según la cual se expulsaba a los locos en barcos que recorrían los ríos de Europa, la conciencia crítica era una forma de subjetividad que experimentaba a la locura como aquello que denunciaba las insensateces de las costumbres que la gente consideraba racionales y correctas.  La importancia de Historia de la locura es precisamente que no se trata tanto de una historia de la locura en sí misma cuanto de una historia de las experiencias límite, esas que amenazan a la razón con hacerla aparecer abiertamente en su arbitrariedad y contingencia con respecto a aquello en relación a lo cual toma su sentido (condiciones socio-económicas, prácticas discursivas e institucionales, la misma sinrazón, en relación a la cual se define…). Así, vemos que en el momento del Gran Encierro, la locura es una más de esas experiencias límite. Los locos son excluidos junto con el resto de las figuras de la sinrazón -el ladrón, el mendigo, la puta, el libertino- al constituir cada una de ellas una específica amenaza para los pilares fundamentales de la racionalidad moderna: el sistema económico-productivo naciente -el capitalismo-, la moral, la religión… El saber (el conocimiento médico-psiquiátrico), para evitar los peligros de estas amenazas, no puede renunciar a objetivar cuanto incluye en el mundo de lo representado, dentro de los límites de lo que es pensable, mientras en el mismo gesto excluye al espacio social de lo abyecto aquello que no puede ser pensado o enunciado sin traspasar dichos límites, sin traspasar lo que en un tiempo y lugar determinados es dado pensar. Precisamente en este aspecto de su pensamiento es donde más se dejan notar las resonancias Heideggerianas y la influencia de Nietzsche. Éste último considera que “las condiciones de la experiencia y las condiciones del objeto de la experiencia son totalmente heterogéneas.” Ello supone que no hay en el conocimiento una adecuación al objeto, una relación de asimilación sino que hay, por el contrario, una relación de distancia y dominación. “Así el carácter perspectivo del cono-cimiento no deriva de la naturaleza humana, sino siempre del carácter polémico y estratégico del conocimiento. Se puede hablar del carácter perspectivo del conocimiento porque hay batalla y porque el conocimiento es el efecto de esa batalla.” paulatina medicalización del encierro culmina con la formación del primer discurso psiquiátrico moderno: el alienismo. Y el discurso médico-psiquiátrico constituye esta justificación, que consiste en decir que se recluye a los locos no como una forma de impedir sus desórdenes y mantener la paz social sino por su propio bien, esto es, como una medida terapéutica indispensable. Así pues, la locura no fue considerada enfermedad hasta finales del XVIII. Este proceso es paralelo al de la integración de dos formas de conciencia escindidas hasta el momento (1794): la conciencia práctica que excluye en nombre del mantenimiento del orden social, moral y laboral y la conciencia analítica que permite un conocimiento supuestamente objetivo y objetivador de la locura. Ambos procesos convergen en la institución del encierro, y constituyen la culminación definitiva del establecimiento del encierro como terapia.  esta alturas la influencia de Descartes y su Razón es ya un hecho ampliamente extendido en Occidente y la perspectiva histórica que nos ofrece Foucault nos da pie a entender la misma escisión entre razón y sinrazón como un producto cultural. Para Descartes sólo una cosa permanece cuando ponemos todo en duda: la certeza de que hay un yo que está dudando, pensando. La base para el alma humana era el reconocimiento de que “pienso, luego existo”, lo que marca una profunda escisión entre la razonable duda humana y la animalidad atribuida al loco. La locura es la condición de imposibilidad del pensamiento. Por tanto, la consecuencia es que si no pienso, no existo. Estas son las ataduras conceptuales que junto con las institucionales recluyeron/excluyeron a la locura. Esta imagen de la mente autosuficiente es también la imagen de la mente como algo individual, considerada como un algo indivisible y separado, lo que sienta las bases para la internalización de la locura en el sujeto provocada por la medicalización de la locura. 

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Zaragoza N° Col.: A-1324
Teléfono: 653 379 269
Instagram: @psicoletrazaragoza
Página Web: www.rcordobasanz.es


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