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Paz y Ciencia

viernes, 20 de abril de 2012

El vaso de cerveza fatal: Paul Watzlawick

Paul Watzlawick (25 de julio de 1921-31 de marzo de 2007) fue el pionero de la terapia sistémica constructivista y también de la teoría de la comunicación. En este último ámbito se estudia la génesis de las psicosis en base a lo que se llamó doble-bind, traducido por "doble vínculo". En esta teoría explica que cuando son contradictorios los mensajes analógicos (no verbales) y digital (verbal) se produce el doble vínculo, una situación esquizofrenógena que explica las bases de la psicosis. Él pensaba que cambiando una parte del sistema, es posible que todo el sistema cambie. Algunos lo han relacionado con la Antipsiquiatría, aquellos que han contribuido a tal movimiento no siempre han querido adherirse a esa corriente que cambió las propuestas de la psiquiatría y que Hollywood ha realzado en películas como "Alguien voló sobre el nido del cuco". Watzlawick también describió los 5 axiomas de la Comunicación Humana: 1.Es imposible no comunicar. Aunque no hablemos con otras personas, eso no significa que no nos comuniquemos, y es que la comunicación no es sólo verbal (digital), sino que también los gestos y comportamientos que realizamos constituyen una forma de comunicación (analógica). 2.Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación, de tal manera que el último clasifica al primero, y es, por tanto, una metacomunicación. Nos comunicamos con los demás en función de la relación que tenemos con ellos. Y en función de esa relación lo hacemos tratamos de que el receptor del mensaje lo entienda de la forma que intentamos expresarlo. Toda esa "parafernalia" supone información sobre la comunicación que efectuamos, o sea, resulta que es metainformación. 3.La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias comunicacionales entre las personas comunicantes. Básicamente significa que el proceso de comunicación es un proceso cíclico, cada comunicación se resuelve en función de lo que entendemos que nuestro interlocutor ha entendido, así alimentamos nuestras creencias de que caemos mejor o peor, o que el otro está enfadado, alegre, triste, etc. No se puede establecer un proceso lineal de comunicación. 4.La comunicación humana implica dos modalidades: la digital y la analógica. Como se ha expresado antes, una cosa es lo que se dice (comunicación verbal o digital) y otra es cómo se dice (comunicación no verbal o analógica). 5.Los intercambios comunicacionales pueden ser tanto simétricos como complementarios. Esto se debe a la relación existente entre las personas que participan en la comunicación. Si son relaciones de igualdad (entre amigos, parejas, etc), o bien, si las relaciones resultan complementarias (padres-hijos, jefes-empleados, etc). Rodrigo Córdoba Sanz es especialista en psicoterapia breve.
El vaso de cerveza fatal. Del libro "El Arte de Amargarse la Vida": Un maestro antiguo del cine cómico norteamericano, W.C. Fields, enseña en su película, The Fatal Glass of Beer, la ruina espantosa e inevitable de un joven que no puede resistir ante la tentación de beber su primer vaso de cerveza. El dedo levantado en señal de advertencia (si bien una risa reprimida lo hace temblar) no puede pasar inadvertido: el hecho es breve, el arrepentimiento largo. ¡Y tan largo! (Piénsese en nuestra primera madre de la Biblia: Eva, y el bocado de manzana...) Esta fatalidad tiene sus ventajas innegables que hasta ahora, en nuestra época iluminada, se silenciaron vergonzosamente pero que ya no se pueden ocultar por más tiempo: arrepentimiento va, arrepentimiento viene. Para nuestro tema es mucho más importante el hecho de que, si las consecuencias irreparables del primer vaso de cerveza no disculpan los vasos que siguen, sí los determinan. Dicho de otro modo: muy bien, uno carga con la culpa, entonces debiera uno haberlo sabido mejor, pero ahora ya es demasiado tarde. Se pecó entonces, ahora se es víctima del propio paso dado en falso. Naturalmente, esta forma de construcción de desdicha no es la ideal, puede pasar. Intentemos, pues, afinarla. ¿Qué pasa en el caso de que no haya habido participación alguna de parte nuestra en el suceso original?, ¿en el caso de que nadie pueda acusarnos de cooperación? Sin duda, entonces somos puras víctimas. ¡Y que intente alguien sacudirnos de nuestro status de víctima o esperar que adoptemos medidas en contra! Lo que nos hayan podido causar Dios, el mundo, el destino, la naturaleza, los cromosomas y las hormonas, la sociedad, los padres, los parientes o, sobre todo, los amigos, es tan grave que la simple insinuación de que quizás podríamos intentar poner algún remedio a la situación, ya sería una ofensa. Y por si fuera poco, desprovista de todo rigor científico. Cualquier manual de psicología nos abre los ojos, para que nos percatemos de que la personalidad ya viene determinada por unos factores del pasado, principalmente situados en la más tierna infancia. Y hasta los niños saben que los sucesos, una vez hechos, ya no se pueden deshacer nunca más. De aquí -dicho sea de paso- la enorme seriedad (y duración) de los tratamientos psicológicos especializados. ¿Adónde iríamos a parar, si fuera en aumento el número de los convencidos de que su situación es desesperada, pero no seria? Basta mirar la advertencia ejemplar que nos ofrece Austria al mantener como himno nacional la canción placentera que la oficialidad insiste en negar: "O du lieber Augustin, alles ist hin" (Agustín querido, todo está perdido). Si alguna que otra vez - no es fácil que pase-, el mismo curso independiente de las cosas compensa, sin intervención nuestra, por el trauma o fallo del pasado y nos da gratuitamente lo que deseamos, el experto en el arte de amargarse la vida no se desalienta ni mucho menos. La fórmula "ahora ya es demasiado tarde, ahora ya no quiero", le permite permanecer inaccesible en su torre de marfil de indignación y evitar así que, lamiéndose las heridas infligidas en el pasado, estas vayan a curar. Pero el non plus ultra, ,que naturalmente es cosa de genios, consiste en responsabilizar el pasado incluso del bien, y sacar de ahí un capital a cuenta de la desdicha presente. Un ejemplo insuperable de esta variante del tema es la sentencia, que ha pasado a la historia, de un marinero veneciano después que marcharon los Habsburgos de Venecia: "¡Malditos austríacos que nos han enseñado a comer tres veces al día!".

1 comentario:

Anónimo dijo...

El libro "El arte de amargarse la vida" es sencillamente genial, divertido y muy ilustrativo. Un libro muy breve pero sin nada de paja. Lo he leído varias veces y es de lo mejor que he leído en mi vida. He leído otros de este autor pero son bastante más fárragosos.
No dejen de leerlo