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Paz y Ciencia

sábado, 1 de mayo de 2010

Pensamiento delirante

Durante tiempo una persona puede estar gestando un trastorno, su propia condición, su educación, su miedo, su condición socioeconómica, su cultura, su circunstancia, su ambiente en definitiva en unión con el funcionamiento de su psique, puede ser un obstáculo para la reflexión del conflicto.
El miedo es a algo que está en el imaginario de la persona, la subjetividad es el gran espacio que nutre y da forma a la idea, el pensamiento ligado a una catexia libidinal resulta ser lo que deforma la realidad. Una sensación dolorosa se vislumbra, cada vez se ve con menos claridad la realidad, cada vez se centra la persona más en su pensamiento, dándole un lugar que alimenta el miedo y alimenta el malestar, la angustia.
La angustia es en cuanto a un objeto, ese objeto puede estar en lo simbólico, en lo imaginario o en lo real. Discursos que se entrecruzan en una vivencia subjetiva de malestar. La idea empieza a cobrar fuerza, es lo que se llama omnipotencia del pensamiento, una característica que deforma la realidad en función de una interpretación delirante de la realidad. En ese caso la vivencia subjetiva es de tener la razón, recuerdo un caso en el que una persona le decía al terapeuta si pertenecía a ETA, otros terapeutas le dieron razones argumentadas para decirle que no, este terapeuta, un psicoanalista catalán de prestigio no le refutó. El paciente creyó que él no pertenecía a ETA, su sospecha fue debido a un libro que estaba parcialmente tapado y se leía ETA.
La realidad del delirante es una certeza, una convicción que no atiende a argumentos o razones, sería los objetos bizarros de Bion, como ese paciente que veía en una planta unas lanzas amenazantes. El pensamiento puede deformar la realidad, a esto le acompaña una sensación previa llamada trema, como una suerte de aura epiléptica. El estado emocional cambia. Estas personas son reservadas en cuanto a sus pensamientos, no confían demasiado en el terapeuta, ocultan y sufren por una enfermedad que Freud postuló que se debe a una fijación en la fase anal expulsiva.

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