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Paz y Ciencia

miércoles, 12 de mayo de 2010

Identificación, Ilusión, Adiacrisis

[...]Veamos ahora qué representa la ilusión merced a la cual el lector se identifica cognitiva y afectivamente con el personaje y su contexto narrativo. He de acudir para ello a un mecanismo psicológico básico, que describieron por primera vez Jung y Bleuler en los estudios de ambos sobre la esquizofrenia, y luego Freud, y desarrolló más ampliamente Melanie Klein, y al que yo he dedicado atención en muchos trabajos míos. Me refiero al splitting, o escisión en el sujeto. El splitting es el proceso de disolución, pasajera o duraderamente, de la barrera virtual que separa nuestro mundo interno y el mundo exterior. Voy a explicar esto con cierto detalle.
En las primeras etapas del desarrollo, el ser humano aprende paulatinamente, y desde luego antes que a hablar, en cuanto se mueve y topa con el mundo exterior, a diferenciar entre los contenidos de los mundos, el interior o mental y el exterior, o sea, entre representaciones y percepciones. He llamado metafóricamente barrera diacrítica aquella que virtualmente construye el sujeto para delimitar ambos mundos contiguos. La barrera diacrítica permite ubicar el acontecimiento, el objeto en términos genéricos en el mundo real o el mundo imaginario, y adecuar las reglas de actuación con él al espacio percibido o representado. Pues evidentemente no se actúa de manera idéntica con una mesa real que con una mesa imaginada. Esta barrera diacrítica es permeable, cuando menos pasajeramente. Los sueños, por ejemplo, constituyen una situación en la que las representaciones se toman por el soñante como percepciones, esto es, literalmente como realizaciones, como cosas que acontecen en el mundo real. Lo es también en circunstancias emocionales intensas, o bajo influencia de otros factores, como son determinadas intoxicaciones internas o externas. En todos estos casos, entidades del mundo interior pasan a ser ubicadas erróneamente en el espacio externo y el sujeto actúa respecto de ellas de acuerdo a las reglas que presiden nuestras actuaciones con los objetos del mundo real. Cuando esto ocurre, cuando se ha roto o permeabilizado, pasajera o duraderamente, la barrera diacrítica, hay un error fundamental, básico en el sujeto: la alteración total del juicio de realidad. Debe atenderse a la diferencia existente entre el error cometido en la alucinación (he oído una palabra cuando no es el caso) y el cometido de la confusión (creí que dijo mesa y no es el caso). Lo que caracteriza la cordura no es que no se yerre, sino que el error no es adiacrítico y que el objeto que sustituye al real se sitúe en el mismo espacio exterior. Al contrario, la locura es justamente la adiacrisis, la ruptura de la barrera diacrítica, la pérdida de la capacidad diacrítica o diferenciadora, y por eso el loca hará reales representaciones imaginadas. El ejemplo paradigmático, como he dicho, es la alucinación, que no es una percepción sin objeto, como se ha dicho en los textos de psicopatología, sino la dación de los caracteres de percepción a una representación. La voz que el esquizofrénico oye como defuera, como de otro, es, naturalmente, de él. Pero la sitúa fuera, ajena, no propia, y, dada como cierta esta condición, tiene razón, su lógica, el contestarla. Decimos de una persona que es un psicótico, un loco, cuando vive su fantasía como sustitutiva de la realidad empírica. Para ser loco, sin embargo, es necesario que la adiacrisis, la ruptura de la barrera de diacrítica, tenga un carácter duradero, que el sujeto se instale en su mundo imaginario y fantástico como su mundo real.

págs. 112-114. Carlos Castilla del Pino. "Cordura y Locura en Cervantes". Ed. Península

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