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Paz y Ciencia

sábado, 19 de noviembre de 2011

Pensando sobre el amor y la psico(pato)logía

El amor y la psico(pato)logía trae muchos problemas. Las personas que sufren problemas psíquicos aman y muchas veces, como otras, con increible intensidad. El tener un problema psíquico construye una forma peculiar de relación. La persona afectada puede necesitar la continua aprobación de su pareja, expresiones continuas de afecto, apoyo incondicional, independientemente de su comportamiento. Nada del otro mundo.
Es necesario que transcurrido un tiempo en la relación de pareja, haya un conocimiento profundo del problema, a veces se da la circunstancia de que las dos personas tienen problemas psíquicos. Esta labor psicoeducativa ayuda a a entender reacciones. Sin embargo lo común es que el otro miembro de la pareja, como la familia, niegue la "enfermedad" de la persona afectada y cierre los ojos ante la realidad, es un recurso habitual. Dígase que en cierto modo tratar de llevar una vida normal sin tratar a esa persona como una enferma forma parte de una relación sana y de su "tratamiento". Entonces, hablaríamos de informarse, por un lado, y de comportarse por otro. Cuestiones que naturalmente están unidas, el entender porqué o cómo reacciona una persona cuando entra en crisis puede modular el comportamiento de la pareja para ayudarle.
La ignorancia no es funcional para ningún ámbito y más aún cuando se comparte la vida con una persona con dificultades. Excepto en los tratamientos vinculares y sistémicos así como ciertas corrientes dirigidas a la psicoeducación de los familiares no se ha considerado demasiado esta faceta. Como decía anteriormente, los familiares se suelen sentir incómodos en contextos "psi" y cuesta trabajo y mucha dedicación así como establecer una buena alianza de trabajo con la persona el transmitir y compartir esos componentes que interfieren en la relación.
Dicho esto, debo decir que soy partidario de un tratamiento individual siempre y cuando no esté en peligro la relación. En otros casos es importante trabajar con los dos miembros de la pareja para potenciar el tratamiento. Esto hay que valorarlo y trabajarlo con el paciente designado para discernir si esa persona y su pareja están por la labor de tener una sesión conjunta.
Un grave error de los psicoterapeutas es culpabilizar y emplear nomenclaturas psicopatológicas para responsabilizar al paciente de su actitud en relación a la pareja. La persona tiene que ganarse su independencia, su autonomía y su libertad. El diagnóstico, además de ser un invento tecnocrático poco operativo puede resultar un impedimento más que una ayuda para el desarrollo de una relación sana con el terapeuta y el progreso del trabajo psicoterápico.
Con respecto al diagnóstico en la pareja: puede servir de arma de doble filo, forma de ataque en momentos de colisión, he escuchado comentarios muy vehementes al respecto. Por otro lado, si se gestiona con cuidado puede servir como ayuda a la persona afectada, pero no es posible en todos los casos.
Rodrigo Córdoba Sanz

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