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Paz y Ciencia

martes, 8 de enero de 2019

Sensibilidad.

1《Está demostrado que los temores y desequilibrios emocionales graves de los padres influyen en el niño desde que está en el útero, pero las consecuencias se prolongan durante los primeros meses de vida y siguientes etapas formativas. Cuando una (futura) madre está muy estresada, transmite a su hijo la predisposición al estrés. Por lo tanto, el sistema de procesamiento del estrés no se forma primordialmente a partir de los genes en el cerebro del niño. Las interacciones con las figuras de apego más importante marcan el carácter de una persona. Dicho de otro modo: lo decisivo no es los genes que tenemos, sino cuáles de ellos se activan gracias a la figura de apego y al entorno en el que nos desarrollamos. Esto es lo que nos enseña la neurociencia moderna.

Una madre totalmente sobrecargada y a la que las experiencias traumáticas han vuelto insegura, un padre ausente, un matrimonio cansado o la imposibilidad de confiar en el cariño de los padres activan todas las alarmas en el niño. Este afina cada vez más sus antenas para captar el ambiente reinante y averiguar si existe alguna amenaza en el lugar en el que se encuentra. El resultado es un estado de vigilancia constante. El niño no sabe nunca qué le espera. La inseguridad prevalece sobre la seguridad emocional. Y la falta de experiencias de apego supone una mayor propensión al estrés. Cada vez se necesitan menos desencadenantes para que se active el sistema de alarma. Las antenas, extremadamente refinadas, reaccionan intensamente ante cualquier señal alarmante. El niño responde ante esta incertidumbre activando aún más los genes del estrés. Se encuentra en un estado de atención permanente [...]

El médico y neurólogo Joachim Bauer lo expresa así: "Las experiencias tempranas de falta de atención dejan una especie de huella biológica, en la medida en que alternan el patrón según el cual los genes reaccionan después a los estímulos ambientales". 》

Antje Sabine Naegeli

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