PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

viernes, 25 de mayo de 2012

Seligman habla de los que le influyeron en sus aportes

“ La esperanza es una emoción positiva, quien tiene esperanza confía que algo positivo está por venir y desea trabajar para contribuir a su devenir". Martin Seligman.
“El éxito y el fracaso depende de la sabiduría y la inteligencia, que nunca pueden funcionar apropiadamente bajo la influencia de la ira”. Dalai Lama.

[...] Tim (se refiere a Aaron Beck) solía citar con frecuencia una observación del gran matemático y filósofo Alfred North Whitehead: "Las raíces de la ciencia... se encuentran en el pensamiento dotado de sentido común. Este es el punto de partida y allí es donde debe recurrir... Podremos pulir nuestro sentido común, contradecirlo, sorprenderlo. Pero, en última instancia, todo nuestro trabajo es aplicarlo, recurrir a él".
Un pionero o precursor de esta revolución en la psicología, que hoy anda también por los setenta, fue Joseph Wolpe. Psiquiatra en Suráfrica, y podría decirse que disidente nato (su hermano, dirigente comunista, había sido perseguido y encarcelado), Wolpe prefirió enfrentarse con el orden psicoanalítico establecido. En Suráfrica, nada menos, donde el psicoanálisis ortodoxo dominaba con mano dura en la profesión. En los años cincuenta, Wolpe llamó la atención de todo el mundo terapéutico y provocó la ira de sus colegas por haber hallado una sencilla cura para las fobias. Lo consagrado por el establishment del psicoanálisis era que una fobia -un temor tan intenso como irracional respecto a algo, por ejemplo, un gato, un sitio vacío, etcétera- no es sino la manifestación superficial de una alteración subyacente, más profunda. Se decía que la fuente de la fobia era el temor oculto a sufrir una castración a manos del padre como represalia por desear a la madre. (Dicho sea de paso, para las mujeres no se sugerían situaciones análogas. Por curioso que parezca, los freudianos nunca prestaron demasiada atención al hecho de que la mayoría de las fobias aparecen en mujeres, de modo que a su teoría les está faltando la correspondiente configuración genital.) Por su parte, los defensores de la teoría biomédica aseguraban que tienen que existir alteracione aún no descubiertas en la química cerebral capaces de producir esos problemas subyacentes. (Anotemos que hasta el día de hoy no ha aparecido.) Los dos grupos insistían en que tratar solamente el temor del paciente por los gatos no serviría de mucho más que si se pintara el sarampión de corolete.
Sin embargo, Wolpe razonó que los temores irracionales por alguna cosa no simplemente síntomas de fobia, sino la fobia en sí. Si el temor pudiera suprimirse (y se podía, mediante diversos procedimientos pavlovianos de extinción que implicaban premios y castigos) [Aquí hago un apunte importante. Rodrigo C.: ¿Ustedes creen que una persona es como un perro? Las tesis de los primeros textos de Seligman, este es un ejemplo, se basan en esa hipótesis. El conductismo imperante en su época le dejó marcado. Aunque se describa como anticonductista y antifreudiano, al mismo tiempo dice que le gusta el enfoque de Freud en cuanto a diseñar una psicoterapia para curar, no para paliar. En definitiva, en este texto todavía estaba engrendando su enfoque. Está más nítido, pero no del todo en "La Vida que Florece"].´
Si uno puede disipar su temor ante la presencia de un gato, el problema puede resolverse. Wolpe y sus seguidores, que se llamaron a sí mismos terapeutas behavioristas, curaron una fobia tras otra en poco tiempo, y en estos pacientes curados ninguna otra fobia apareció luego.
Aquello que fue una impertinencia -demostrar que en los trastornos psiquiátricos no hay nada de complicado- y por ser impertinente la vida se le hizo imposible a Wolpe en Suráfrica. Se exilió por propia voluntad y se instaló en el Maudsley Hospital, en Londres, luego en la universidad de Virginia y por fin en la universidad Temple, en Filadelfia, donde continuó aplicando su terapia behaviorista en el tratamiento de las enfermedades mentales. Peleador y testarudo como era, cada dos por tres se veía envuelto en discusiones encendidas. Bastaba que alguno de los miembros de su equipo se apartaran ligeramente de la línea trazada por él, así se tratara de una mera sugerencia, para que de inmediato lo despidiera. Si este rasgo constituía una reminiscencia de su antigua ortodoxia psicoanalítica, lo cierto es que el otro aspecto de su carácter era la valentía.
En los últimos años de la década de los sesenta, Filadelfia se había convertido en las Atenas de la nueva psicología. Joseph Wolpe lanzaba desde Temple y Tim Beck se hallaba ya en la universidad de Pensilvania, donde constantemente aumentaba el número de sus seguidores. No hizo sino llegar calladamente a la misma conclusión respecto de la depresión que Wolpe acerca de la fobia. La depresión no es sino un síntoma. Sus causas están en los pensamientos negativos conscientes. No hay ninguna alteración profunda a la que es necesario desarraigar, no hay conflictos infantiles no resueltos, ni rencores inconscientes, y ni siquiera se trata de modificaciones en la química cerebral. Las emociones provienen directamente de lo que pensamos: pensemos "Estoy en peligro" y se experimentará ansiedad. Pensemos  "Otra vez me están utilizando" y sentiremos rencor. Pensemos "Lo perdí" y nos invadirá la tristeza.
Fui admirador suyo desde el primer momento, pues pensaba que el mismo proceso -pensamientos conscientes que se habían enmarado- podría actuar tanto el sentimiento adquirido como en la depresión. Inmediatamente después de graduarme como doctor en filosofía en la universidad de Pensilvania, en 1967, fui a dar clases a la universidad de Pensilvania, en 1967, fui a dar clases a la univesidad Cornell. Dos años después, en 1969, Tim me pidió que colviera a Pensilvania y pasara uno o dos años con él para conocer sus nuevos enfoques respecto de la depresión. Regresé con mucho gusto y me encontré en medio de un grupo lleno de entusiasmo que se entregaba a la elaboración de una nueva terapia para la depresión.
Nuestro razonamiento no podía ser más directo. La depresión es el resultado de hábitos de pensamientos consciente. Si modificamos esos hábitos de pensamiento consciente. Si modificamos esos hábitos de pensamiento, esas maneras de pensarm curaremos la depresión. Vayamos al asalto directo del pensamiento consciente, decíamos, aprovechando cuanto sabemos acerca de cambios en el modo de pensar de nuestros pacientes cuando se trata de circunstancias adversas. De allí nació el nuevo enfoque, al que Beck denominó terapia cognitiva. Lo que hace es tratar de modificar cómo piensa el paciente depresivo acerca del fracaso, la derrota, la pérdida y el desamparo. El Instituto Nacional de Salud Mental ha invertido millones de dólares para poner a prueba esa terapia, para probar que funcioan. Y lo hace.

Martin Seligman: "Aprenda Optimismo", Debolsillo, 2011, Barcelona. Pp.:105-108

Nota de Rodrigo C.:  este escrito está realizado en un momento de apasionamiento en el cual la pscología empezaba a ser capaz de tratar enfermedades psiquiátricas-psicológicas desde los postulados de la ciencia empírica. No obstante, en mi criterio y experiencia, las personas son más complicadas que todo esto. Bien es cierto que la psicoterapia cognitiva es un pilar fundamental donde gravitar. No hay que dejarlo de lado. Sin embargo, soy plenamente consciente de que existen pasiones profundas, sentimientos inconscientes, tributo de la herencii familiar, social y cultural que son bien difíciles de refutar desde el "pensamiento científco" que propone el cognitivismo. Cuando una escuela o modelo se crea, se hace fuerte a través de la oposición con el modelo dominante. Seligman, describe el carácter de Wolpe, como transgresor, revolucionario. Actualmente la psicología oficial en muchas partes es lo "cognitivo-conductual". Un paciente (entre otros) que sabe mucho de psicología y psiquiatría, una persona con experiencia en este ámbito comenta que este modelo le hace pensar en una forma sofisticada de "pensamiento mágico". Mis conclusiones son que no creo que haya que emplear un solo modelo sino "embriagarse" de todos los modelos existentes y utilizar aquel, con el que más cómodo esté el terapeuta -aspecto fundamental para que exista autenticidad- y emplear las técnicas en función del momento y la persona. Con unas personas es más apropiado lo cognitivo-conductual, según una compañera podíamos decir que son aquellos de pensamiento "concreto". Con personas cuya vida ha sido más difícil hay que emplaear un psicoanálisis modificado, con pacientes  creativos, movidos, con ganas de cercanía con el profesional, es mejor el enfoque de la Gestalt. Y, en este marco esquemático, hay que incluir la terapia sistémica para trabajar con los familiares de los pacientes. Ellos nos aportan una perspectiva diferente y nos ayudan a entender a la persona de forma más global. Aquí, cabe mencionar el aforismo de Paul Watzlawick: "Creer que la propia realidad es la realidad misma, es una peligrosa ilusión".  Que sean felices. Seguimos en contacto. www.rcordobasanz.es
Les dejo con una cita hermosa, un vídeo en el que Dalai Lama y Martin Seligman comparten sus modos de ver el mundo y un enlace a los "preceptos" de Thich Nhat Hanh: “Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás” Dalai Lama.



http://humanismoyconectividad.wordpress.com/2009/04/21/preceptos-de-thich-nhat-hanh/

No hay comentarios: