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Paz y Ciencia

sábado, 10 de septiembre de 2011

Recomendación de Jose Antonio Marina

Jose Antonio Marina es un filósofo muy interesante e investigador, entre otras cosas, de la psicología, ha escrito interesantes libros sobre filosofía, ética, psicología, linguística y educación. Es una persona precisa, como el autor al que hace referencia, Carlos Castilla del Pino. Les dejo este interesante comentario acerca de un libro clave de la obra de Castilla, "Teoría de los Sentimientos".

Los sentimientos son los instrumentos de que dispone el sujeto para estar interesado en los objetos que le rodean. Sin los sentimientos seríamos prácticamente muebles.




Teoría de los sentimientos


Carlos Castilla del Pino

Tusquets. Barcelona, 2000. 377 páginas.



 José Antonio MARINA
Publicado el 22/11/2000



Teoría de los sentimientos me parece una obra de gran madurez, conceptualmente muy precisa, argumentalmente rigurosa, y de atrayente lectura. El diálogo con este libro es iluminador. Les recomiendo que lo lean





“Entre tanta polvareda, perdimos a don Roldán”. El viejo romance puede aplicarse a la psicología contemporánea. Entre miles de investigaciones minuciosas, interesantes, valiosas y desordenadas, hemos perdido al sujeto humano. Los posmodernos han anunciado su muerte, la psicología social lo diluye en una trama de relaciones, las teorías de la personalidad, que deberían integrar el resto de las teorías, se han convertido en una especialidad más dentro del hiperespecializado espacio académico. Se acumulan las piezas de un fantástico puzzle sin encaje, y necesitamos una síntesis, que resulta cada día más urgente y más difícil. Así las cosas, me parece admirable el empeño de Carlos Castilla por elaborar una teoría del sujeto que permita integrar y ordenar tanto saber disperso. En su Introducción a la psiquiatría ya se propuso estudiar el continuo Psicología-Psi(pato)logía-Psiquiatría. Las tres disciplinas tienen un objeto común: la conducta humana como actividad dotada de significado. La palabra “psique” designa, precisamente, el enigmático dominio donde el movimiento físico se transforma en conducta. El sujeto es, fundamentalmente, el donador de sentido.



Al introducir el significado, la intención, la expresión, en el corazón de lo psíquico, era lógico que Castilla del Pino se interesara por el lenguaje. Su Introducción a la hermenéutica del lenguaje lo prueba. No es un linguista aficionado, sino un investigador consecuente. El desarrollo de su sistema de psico(pato)logía le exigía estudiar el lenguaje, y lo estudió. Utilizo la palabra “sistema” como un gran elogio. Escribir un artículo sobre cualquier cosa es muy sencillo. Con un poco de bibliografía, un poco de labia y unas gotas de descaro, se hacen maravillas. En cambio, articular una teoría comprensiva y comprobable, es muy difícil.



Castilla lo ha hecho a distintos niveles. Con obras sistemáticas, como su Introducción a la psiquiatría. Con monografías sobre temas concretos: Teoría de la alucinación, Un estudio sobre la depresión, La culpa... Con pequeños estudios sobre aspectos psicológicos importantes y esquivos: la obscenidad, el personaje, el silencio, la envidia, la intimidad, la ironía. Se integra, además, en la larga tradición de psicólogos y psiquiatras con muy buen estilo literario: Freud, Janet, Jaspers, Lainh, Bruner, Luria, Rof Carballo, Sackes y muchos otros. La estructura del sujeto es narrativa y hace falta talento narrativo para contarla bien.



Teoría de los sentimientos es un paso más en la construcción de su sistema. Para él los sentimientos cumplen tres funciones: vincularnos a los objetos, expresar esa vinculación, y organizar axiológicamente la realidad. Es decir, los sentimientos revelan el mundo de los valores. Por ello, están inevitablemente relacionados con la ética.



Castilla hace una interesante genealogía de los sentimientos. En el origen del dinamismo emocional están las pulsiones, los deseos. O dicho con más rigor: el deseo de posesión, al que llama protosentimiento, y que incita ya al recién nacido. Para el bebé, el mundo se reduce a los objetos que puede poseer. La experiencia va a convertir ese protosentimiento en un pre-sentimiento. La posesión de un objeto provoca aceptación o rechazo: la primera gran polarización de la realidad vivida. La experiencia continúa ramificándose y aparecen los sentimientos propiamente dichos. Después, como evaluaciones afectivas de esos mismos sentimientos, surgen los metasentimientos. La culpa y la vergüenza, por ejemplo. Por tanto, protosentimientos, presentimientos, sentimientos y metasentimientos son las etapas genealógicas de nuestra evolución emocional. El libro esboza una cartografía de los sentimientos, estudia las estructuras emocionales más consolidadas, los enrevesados problemas del self, y dedica un largo capítulo a distinguir los sentimientos normales, anormales y patológicos.



Como epílogo incluye un trabajo titulado El sujeto como sistema, en el que retoma y detalla sus ideas acerca del sujeto. Mantiene una tesis arriesgada, distinta a mi juicio de la que sostuvo en su Introducción a la psiquiatría. El sujeto crea una multiplicidad de yoes, cada uno de los cuales está diseñado para un contexto determinado. Cada situación, cada actuación, exige un yo distinto. Esos yoes expresan al sujeto que permanece en la sombra, como una misteriosa divinidad impenetrable que sólo se manifiesta en sus encarnaciones. “El sistema del sujeto comprende tanto al sujeto como los Yoes procedentes de él” (pág. 261).



Teoría de los sentimientos me parece una obra de gran madurez, conceptualmente muy precisa, argumentalmente rigurosa, y de atrayente lectura. Castilla del Pino utiliza con gran habilidad la documentación clínica, sobre todo respuestas de pacientes al Test de Apercepción Temática (TAT) de Murray, y esos ejemplos agilizan la narración y aclaran los conceptos. Son, pues, un gran recurso expositivo y una convincente ilustración científica.



Hay dos puntos en los que no estoy de acuerdo con el autor. Primero: creo que conviene separar el nivel pulsional del nivel sentimental. Segundo: no veo la necesidad de identificar el Yo con la actuación, de modo que haya tantos yoes como comportamientos o contextos. No conviene multiplicar los intermediarios, decían los antiguos. De todas formas, el libro es tan consciente que en cuanto termine este comentario me voy a repensar estos dos asuntos. Me interesa mucho saber quién tiene razón, si Castilla o yo. El diálogo con este libro -el diálogo con su autor, a quien admiro sinceramente- me resulta estimulante e iluminador. Les recomiendo que lean Teoría de los sentimientos.





1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Rodrigo,
desde mi última lectura sigo encontrando tu blog tan fresco y estimulante como entonces.

Has hablado de la multiplicidad subjetiva y dices que no te encuadra. Este es un tema interesante que debatir y para cuya resolución sería conveniente acercarse un poco al funcionamiento fisiológico del cerebro.

Francisco J. Rubia, en "el Cerebro nos engaña" cuenta (capítulo 5.4) que la Conciencia --o módulo supervisor de nuestros actos-- es en realidad sólo una ilusión. Según él, aquello que entendemos por unidad mental de identidad (el self) es una conciencia en realidad compuesta de multiples (sub)conciencias divididas encargadas cada una de una función diferente. Es por esto que el cerebro esta organizado modularmente, es decir, por regiones de altisima especialización.

En el capítulo 2.11 habla específicamente del módulo del "yo" y ahi nos habla del yo como un modulo cerebral encargado de gestionar y organizar las diferentes actividades, antes bien que un control causal de aquellas cosas entendidas como voluntad o causa primera y sólida de nuestros actos. Pues tal cosa no existe. Somos una máquina que es ciega de su maquinaria y en su ceguera el cerebro deja superpuesto el resplandor subjetivo de una ilusión genuinamente subjetiva : el propio Yo. Ahora bien: el yo ni es sólo uno, ni es la causa de nuestras acciones. Y tampoco es que haya un "yo" por cada acto, pero al menos si que hay uno con matices diferentes según la programación requerida para cada "situación".

También dice del yo que en las mujeres se adapta con mucha más facilidad al entorno, por lo que hay mayor multiplicidad en el caso de la mujer.

Así que, tras todo lo dicho, podría decirse que el "ego" es una unidad virtual que sí existe como ilusión (al modo de que una frecuencia de longitud EM nos parece un determinado color) pero no como unidad efectiva de accion real sobre la conducta.

La auto-conciencia, despues de todo, es una reflexión bastante limitada... Jamás será como el infinito resultado entre dos espejos frente a frente. Los espejos del hombre están preparados para perderse en la ilusión de la cercanía...