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Paz y Ciencia

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Identidad

La identidad es la capacidad de sentirse uno mismo a pesar de los sucesivos cambios y poder mantenerse estable en situaciones difíciles.
Los cambios son necesarios porque si no hay cambios no hay crecimiento ni desarrollo personal.
La poca tolerancia a la frustración y la resistencia al cambio hace que el sentimiento de identidad se resienta provocando angustia por la necesidad de seguridad y de que todo permanezca igual, porque esos cambios son vistos como una amenaza de pérdida de la identidad.
Todo cambio implica dudas y compromiso y la necesidad de afrontar consecuencias; y esta situación provoca dudas y ansiedad.
Greenacre, nos señala que el rostro y los genitales son los aspectos más significativos para el reconocimiento de uno mismo y del otro.

Los que estudiaron el autismo y la simbiosis llegaron a la conclusión que el sentimiento de identidad está determinado por las sensaciones, y que la imagen corporal es la base.
Otros autores vinculan el sentimiento de identidad con la unidad del individuo en el tiempo.
Grinberg lo relaciona con los duelos por la pérdida de objetos y de partes del self.
El self se basa en la continuidad y semejanza de las fantasías relacionadas con las sensaciones corporales, en las ansiedades y demás emociones, en la relación con el mundo externo y el superyo (instancia psíquica que representa el deber ser), en los mecanismos de defensas y en las identificaciones individuales que se han asimilado en el proceso de introyección y proyección.
Erikson señala que en la actualidad el estudio de la identidad se ha vuelto tan importante como lo fue la sexualidad en Freud.

Un trastorno de la identidad es un trastorno de la mismidad, del self, de la manera en que se construye el sujeto, la personalidad sería la cara externa de la identidad. La trayectoria vital va haciendo orbitar nuestra identidad en base a determinados hitos, relaciones y experiencias. Todo ello influye en cómo se gesta la identidad. El haber tenido un apego inseguro o ansioso, falta de afecto durante la infancia o un padre o madre enfermos dificulta la madurez emocional y el desarrollo de una identidad sana, esto es, bien apuntalada. Cuando existe este tipo de quiebras biográficas la persona entra en lo que se llama crisis de identidad. No todo el mundo se puede dar el lujo de tener una crisis de identidad siendo joven. Pero lo que si es ineludible que en algún otro momento de la vida se manifieste, porque cada persona muchas veces necesita replantearse quién es realmente; y el hecho de cuestionarse sobre uno mismo es un gran paso hacia el logro del sentimiento de identidad.
León y Rebeca Grinberg nos dicen que la identidad es el resultado de la relación mutua entre tres formas de vínculos de integración, el espacial, el temporal y el social.
El espacial se refiere a la diferenciación entre las diferentes partes del self, el temporal se relaciona con el sentimiento de mismidad a través del tiempo y el social comprende la relación entre el self y los objetos externos.
El hecho de seguir sintiéndose el mismo a pesar de los cambios, es la base emocional de la experiencia de identidad, que significa mantenerse estable a través de distintas circunstancias y de las sucesivas transformaciones que se producen en la vida.
Sin embargo, a veces puede ocurrir que un individuo no pueda aceptar los cambios tanto de sí mismo como los que producen en la realidad, y esta circunstancia puede movilizarle su sentimiento de identidad con respecto al mundo y a si mismo; pudiendo los factores sociales y económicos facilitar o obstaculizar este proceso.

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