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Paz y Ciencia

martes, 29 de julio de 2008

La Niña de los Sueños XXXIII

Y por alguna razón memorizó en esos días de encierro en el cuarto y excursiones al piso de abajo un fragmento de un poema de Esquilo: "...A aquel dios que encamina a los mortales a la sabiduría, y dispuso que en el dolor se hiciesen señores de la ciencia. Hasta en el sueño mismo el penoso recuerdo de nuestros males está destilando sobre el corazón, y aún sin quererlo nos llega el pensar con cordura".
Días de clausura y penitencia, flagelación simbólica y dolor. Días grises, tullidos. La muchacha había perdido peso, las manos amenazaban huesudas, el pelo estaba sucio, se caía y era muy difícil de manejar, "pelo de brujilla", le llamaba ella cuando se miraba en el espejo y emprendía esas dicharacheras conversaciones con su reflejo aletargado y escurrido.
Sus fuerzas menguaban, su corazón latía más despacio, sus músculos jugaban con dolores agudos y punzantes, era el momento de volver al cascarón, soñar y doblarse en la cama abrazando sus piernas, justo en medio de ese enorme lecho de sedosos tejidos exóticos.
Tanta belleza y tan desaprovechada se decía, toda la vida y todavía no sabía por qué extraña razón no era capaz de disfrutar tal y como lo hacían en el mismo medio sus hermanos, no podía decir lo mismo de su padre, quien había dado su vida al trabajo tras el fallecimiento de su madre, antes fue otro hombre, lo recordaba joven, entusiasta e idealista. Incluso justo. Todo aquello terminó, las ilusiones de ambos se desvanecieron en un terrible asidero de fantasmas y mélancolía. Allí arrancaba el trágico dolor de una muerte fugaz y el oportuno miedo. Todo aquello resultaba confuso, mareaba, el estómago vacío pero tenía ganas de vomitar.
Cerró los ojos y soñó que estaba en medio de la cúpula de cristal de la sala de la entrada y allí tumbada en la madera daba vueltas alrededor de sí misma. Despertó y tuvo que bajar a beber un poco de agua y recuperar el aliento, un poco de luz de una vela le recordó el edificio y la realidad donde estaba contenida, eso le hizo respirar con un poco de consuelo, regresó a su cuarto y allí durmió, dejándose morir, de nuevo.

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