lunes, 31 de enero de 2022
OSHO : PURO FUEGO
miércoles, 7 de abril de 2021
Carlos Castilla del Pino: un psiquiatra en la RAE
La preocupación por la comunicación y la incomunicación era —mirando hacia atrás— una constante de la época, algo que podía percibir directamente en la época. Lo encontrabas, por ejemplo, en el cine de un Antonioni o de un Bergman, cuando diseccionaban las relaciones humanas, las relaciones en la pareja o en el conjunto familiar. Las palabras “comunicación”, “diálogo” o “incomunicación” salían a la superficie de cualquier tema propuesto. Con McLuhan o sin él. Y era lógico. Los conflictos generacionales que se acaban de producir en los sesenta en Estados Unidos y Europa, con una Francia con el Mayo del 68 todavía caliente; con la revolución sexual, que transformó las relaciones de pareja y la progresiva implantación del divorcio, obligaban a todos a poner los problemas enquistados, silenciados, encima de la mesas. Todo era problema de comunicación: los padres debían hablar con los hijos, las parejas entre sí, y los patronos con los obreros. La mitad de los sesenta y los setenta eran un movimiento permanente de comunicación: había que comunicarse con la palabra, el tacto, el gesto… ¡Hablen, tóquense, acaríciense, dialoguen…! Si todo era un problema de comunicación, de mecanismos represores y distorsionadores, de silencios y miedos…, el enemigo era la “incomunicación” y todo lo que tuviera que ver con ella. La mentira pasaba a ser el gran enemigo; el silencio, la gran barrera. La libertad estaba en una sociedad dialogante donde la liberación de la palabra haría volar por los aires gran parte de los problemas existentes. De ahí se pasó a comprobar que de la "comunicación" a la "información", iba un mundo.
Los lenguajes pasan a ser esenciales porque son la base del actor, su variedad y riqueza. Solo a través de la conversión en significante de todo somos capaces de mentir o de creernos nuestras mentiras. Tanto hacia los otros como hacia nosotros mismos, necesitamos lenguajes, gramáticas sobre las que articular nuestros propios signos en un discurso al que acabamos llamando “identidad”. De ahí ese enfoque antropológico que Castilla del Pino reclamaba para la mirada psicológica, que pasa a ser la de un espectador de las conductas en el escenario de la vida. La influencia de la fenomenología y la hermenéutica alemanas, sus influencias formativas, pasan a primer término y el universo humano pasa a ser simbólico y, por tanto, comunicativo y descifrable en sus signos, signos que intuitivamente comprendemos, pero que hemos de explicitar en sus códigos y gramáticas.
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M. Atonioni: La notte (1961) |
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I. Bergman: Cara a cara al desnudo () |
domingo, 24 de enero de 2021
Fatiga Pandémica: Ya no puedo más
"Hablar de nuestros sentimientos y emociones no siempre es fácil. Primero necesitamos saber qué sentimos y llamarlo por su nombre"
Casi un año después de la declaración de pandemia de Coronavirus por la Organización Mundial de la Salud, algunos nos encontramos hastiados. Estamos quemados por esta situación. Tenemos un nivel de agotamiento y desgaste emocional que nos provoca cambios de humor o ansiedad ante un nivel muy alto de incertidumbre. Preguntas como qué va a pasar mañana o cómo voy a gestionar rodean nuestra cabeza muchos días.
Esta sensación es lo que ha denominado la OMS como “fatiga pandémica”. La doctora en Psicología Clínica, Laura Rojas Marcos, explica que es “un estado de malestar físico y mental provocado por el estrés continúo y permanente, por lo tanto tenemos una respuesta emocional de pensamientos y físicamente que al acumular tanto estrés de manera crónica, pues acabamos agotados, tristes ansiosos y en algunos casos deprimidos”. En Tarde lo que tarde de RNE ha destacado que “tanta angustia al final acaba afectando incluso al cuerpo”.
La psicóloga ha señalado que una de las frases que más ha escuchado en su consulta es “no puedo más”. Por lo que que este ha sido “un cambio radical” al que nos hemos tenido que “adaptar todos” y que “no ha sido ni elegido ni esperado”. Ha cambiado nuestra “manera de trabajar”, de “relacionarnos” y hemos visto coartada nuestra libertad. Estos aspectos no solo se refieren a la pandemia, también afectan a lo laboral, la política o la economía, es decir, a todos los pilares de la sociedad. Para referirse a todo ello, Rojas Marcos ha hablado del término “sindemia”, que se utiliza en sociología. Ha dicho que la clave pasa por preguntarnos “qué podemos hacer” y por ello propone que nos adaptemos y nos distraigamos.
La adaptación
Centrarnos en “las cosas que sí tenemos y podemos hacer” es uno de los aspectos que ha recalcado la doctora en psicología. Por esto, propone que si solo tenemos la posibilidad de teletrabajar creemos “hábitos saludables”. En este sentido, Rojas Marcos ha explicado que durante el confinamiento ella ha aprendido a taichí.
La distracción
“No estar todo el día puesto con las noticias ni leyendo porque necesitamos descansar y se activa esa parte del cerebro que entramos en un bucle de pensamientos obsesivos y mucho miedo” y por eso es importante que en nuestra vida nos distraigamos, ha subrayado la psicóloga.
Un nuevo confinamiento
Laura Rojas Marcos cree que vamos a poder soportar un nuevo confinamiento: “hemos pasado uno primero, sabemos de qué va, hemos aprendido una serie de cosas. Cómo trabajar y hemos incorporado nuevos hábitos. No hay que olvidar nuestra capacidad de aprendizaje y de adaptación”. Ha añadido que a pesar de esta fatiga, estrés y falta de paciencia, vamos a tardar “un poco” en volver nuestra vida anterior. “Sí que quiero decir que esto tiene un final a medio y largo plazo”, por eso ha apuntado que lo fundamental es “ejercitar la paciencia y centrarnos en el hoy, en qué puedo hacer para que mi yo futuro se sienta orgulloso”.
El autocuidado
“Hasta ahora no había una conciencia globalizada sobre cuidar la salud mental” ha dicho en Tarde lo que tarde. Estar centrado en el cuerpo es “maravilloso”, pero “el equilibrio entre el cuerpo y las emociones es fundamental”. La doctora en psicología ha puesto el foco en los trastornos de ansiedad de los que ha explicado que, según algunas investigaciones, “han aumentado en un 180%”, así como la depresión y los trastornos adictivos, también ha explicado que los consumos de fármacos como los ansiolíticos han subido. Por todo ello, insiste en que “necesitamos momentos de serenidad y aprender estrategias de afrontamiento que sean alcanzables y posibles y que podamos incorporar para poder cuidarnos. El autocuidado es fundamental”.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta. Psicólogo presencial y online. Gran Vía 32, 3° Izquierda. Zaragoza. Página Web: Psicólogo Zaragoza y Psicoterapeuta rcordobasanz@gmail.com