Hay que pagar un precio por cada aumento de la conciencia. No podemos ser sensibles al placer sin ser más sensibles al dolor. Recordando el pasado podemos planear el futuro, pero la capacidad de planear está compensada por la "capacidad' de tener el dolor y lo desconocido. Además, el crecimiento de una intensa sensación del pasado y del futuro se corresponde con una vaga sensación del presente. En otras palabras, parece que llegamos a un punto en el que las ventajas de ser conscientes son superadas por sus desventajas, en el que una sensibilidad extrema hace que no nos podamos adaptar.
Bajo estas circunstancias nos sentimos en conflicto con nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea, y es consolador poder pensar que en este mundo contradictorio no somos más que "extraños y peregrinos", pues si nuestros deseos no concuerdan con nada que el mundo finito pueda ofrecer, da la impresión de que nuestra naturaleza no es de este mundo, que nuestros corazones están hechos no para lo finito, sino para lo infinito. El descontento de nuestra alma parecería ser la señal y el sello de su divinidad.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. N° Col.: A-1324 Zaragoza
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Alan Watts. "La sabiduría de la inseguridad. Mensaje para una era de la ansiedad". Kairós
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