PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

viernes, 29 de abril de 2011

"Corazón" como expresión simbólica de la vida afectiva

Al tratar de hablar del corazón a la luz de la experiencia analítica, me ha sorprendido, a primera vista, que ese vocablo y el análisis de lo que se encuentra oclto detrás del mismo no haya sido puesto en evidencia más a menudo. Sin embargo, volvían a mi mente varias observaciones donde, a título diverso, la región del corazón o el corazón mismo, a través de los síntomas, las palabras o los dibujos, parecían tener importancia.
La influencia del lenguaje aprendido de los padres da a los niños el hábito de asociar emociones a la sonoridad de la palabra "corazón". El lenguaje y los valores afectivos, de frustración o de gratificación de amor que lo acompañan, imponen a los niños varias nociones precoces.
El primer lugar, se presenta ésta: que está "bien" tener buen corazón y "mal" tener mal corazón o no tener corazón. El que tiene mal corazón, grosso modo se alegra de los disgustos sobrevenidos a los demás. El que tiene buen corazón debe sentirse a disgusto (lo que, a los ojos de los niños, se confunde con el sentimiento de culpabilidad) ante un ser que sufre o que es más desgraciado que él. En cuanto al niño "sin corazón" es el que no experimenta emociones depresivas ante las consecuencias, sinceras o simuladas, que sus actos entrañan en el hogar, cuando los padres están descontentos o sufren.
"Corazón" parece, pues, constituir para los niños  una palabra clave del valor que pueden tener a los ojos del adulto, cuando éste cultiva en ellos el proceso de identificación con el dolor o el gozo afectivo del "otro".
A partir de ahí entran en juego otros factores, según las condiciones que imponen los adultos, conscientemente o no, para que el niño sea considerado como poseedor de corazón o teniendo buen o mal corazón.

Françoise Dolto

No hay comentarios: