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Paz y Ciencia

domingo, 4 de abril de 2010

Ágape

Ágape tampoco escapó de la evolución de su significado. En un principio, Ágape era la deidad encargada de acompañar al difunto a su morada eterna.
En las sociedades primitivas se creía que la existencia de una vida ultraterrena, por ese motivo se solía entender al muerto acompañado de provisiones para que se alimentara en su viaje eterno o en el momento de la resurrección; en las tumbas faraónicas se han encontrado numerosos restos de estos alimentos mortuorios.
Quizá como rastro de aquella costumbre, en las sociedades occidentales es bastante frecuente que en los velatorios se contemple la necesidad de que la familia prepare comida y bebida para recibir a los que llegan a dar el pésame.
Esa comida, que siempre excede la que se consume, fue recibiendo el nombre de su dios inspirador, Ágape, y su actitud, la de acompañar a la persona después de muerta, aun cuando nada se puede esperar de ella, esta entrega por definición desinteresada, se fue atribuyendo de la mano de la divinidad a diferentes vínculos.
Primero, al amor infinito y protector de Dios para con el hombre: después, y por extensión, el amor del hombre por Dios, y por último, ampliando su concepto, hasta incluir el amor indiscriminado entre los seres humanos y especialmente el amor desinteresado a la humanidad total.
Así, Ágape, de tenebroso comienzo, terminó siendo la palabra que señala el amor total, el amor que invade el alma, el amor de los que saben que nada tiene más importancia que amar. Encarna el más espiritual de los sentimientos, porque trasciende lo particular hasta entregarse en la pasión por el bienestar de otros sin necesidad de reciprocidad.
Págs. 178-179. Ed. Grijalbo. El camino de la espiritualidad. Jorge Bucay

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