Ser winnicotti-ano no tiene sentido, sería una deshonra para el propio autor, para el profesional que practicara una clínica y teoría cerrada, no tendría sentido alguno porque el entusiasmo de Winnicott nos emplaza a proseguir avanzando en nuevas modalidades técnicas, teóricas y nosologías.
Muchos son los libros que están lanzándose, el último del que tengo referencia se titula: Winnicott hoy: Su presencia en la clínica actual. Pero son muchos más, una autora destaca que las referencias, citas sobre Winnicott cada vez son más numerosas y los textos inspirados en él más abundantes y exquisitos.
Winnicotti-ano, no. Como dirían en el encuentro de presentación del libro algunos de los reunidos en la mesa de presentación, entre ellos el genial Painceira, tal vez Nemirovsky, Liberman, Zukerfeld o Abello. Los “anos” y los “ismos” cierran el lenguaje y dificultan la posibilidad de seguir pensando los conceptos, las ideas vertidas de un autor o su metapsicología.
España es un país donde el psicoanálisis es minoritario, a pesar de ello los psiquiatras y psicoanalistas conocen la teoría, otros la desprecian y se obcecan en tratamientos puramente farmacológicos, bloqueando la posibilidad de pensar el conflicto. Pensemos en una cobertura farmacológica que ayude a disminuir el sufrimiento pero no como tratamiento princeps de los trastornos emocionales.
Winnicott atendió con diligencia y actividad encomiable los problemas de la infancia y adolescencia, en niños y adultos. Entendiendo una genética del trastorno emocional en base a lo vivido en la infancia pero también en las relaciones objetales, que se siguen forjando con el epicentro del mundo interno, la fantasía y el inconsciente del sujeto que se vincula. Winnicott, Spitz, Bowlby, Mahler coincidieron en el metamensaje. Lo fundamental de tener un entorno medio ambiente facilitador, seguro, confiable y como sustrato de amor. Los trabajos con niños separados de sus padres facilitaron el construir esa forma de aproximarse al sufrimiento psíquico. “Lo importante es lo que los padres son”, defiende la psicoanalista argentina con base en Zaragoza: Elizabeth Palacios.
Aforismo que huele a culpa, como así puede hacerlo si no se entiende en su momento histórico y en el contexto de las patologías estudiadas.
Los padres no tienen la culpa del sufrimiento de sus hijos, como tampoco el hijo tiene la culpa de no sentirse querido. Podemos hacer el esfuerzo de repartir razones racionalizadas, esquivas y defensivas.
Ahora bien, estos estudiosos citados arriba, con los que comparte el que escribe estas líneas cierta amistad epistemológica estudiaron a nivel empírico cómo el tipo de afecto y acercamiento, previsibilidad, seguridad y permanencia del objeto de la madre tiene serias influencias en la integración del self. Un self que va más allá del yo, que tiene ligaduras con la existencia, con la creatividad, con el sentirse vivo y encontrar un signicado a la vida. Aunque los trastornos se originan en los primeros años y eso determina que la maduración emocional no sea completa, originándose perturbaciones molestas.
Junto a Winnicott, el cual ya habló de la familia y la importancia que tenía ésta en el desarrollo de los hijos me gustaría destacar las intervenciones vinculares, las intervenciones familiares. Winnicott veía a sus pequeños pacientes con sus madres, “en una situación fija”, de cómo se relacionaban con el contexto y con la madre venía un diagnóstico y tratamiento. Eran primeros rudimentos que se fueron sofisticando hasta la modificación de la técnica analítica que escribe Margaret Little.
Creo que esta es la línea de trabajo, integrar varios autores, generar esquemas conceptuales de referencia operativo, nutrirse poderosamente de la psicopatología y entender esto de manera psicodinámica y fenomenológica. Los criterios excluyentes me asustan y huelen a ismo o a “ano”. Así que dejemos las filiaciones porque sólo una persona nos pide ayuda y debemos entenderla a ella de una manera limpia procurando emplear y reconocer nuestra contratrasferencia pero sin imponer modelos teóricos sobre lo que sucede, sólo propuestas abiertas para pensarse, como acicates para explorar por dentro. Esto es la psicoterapia, y creo que en la medida en que el psicoanálisis avance también transitará por modalidades que ahora forman compartimentos estancos como la gestalt.
Winnicott fue un maestro de la psicoterapia, cambiando el modelo de trabajo en función del modelo con el que trabajar, o para trabajar con el. Perspectiva creativa que mantiene la clínica como un sueño que se aposenta en las bibliotecas de la razón pero que permite enloquecer temporariamente, porque eso es la asociación libre. Proporcionar al consultante un ambiente seguro donde pueda pensarse, sentirse, comprenderse a través de la escucha comprensiva de un analista-terapeuta-psicólogo-psiquiatra que quiere ayudarle a que entienda primero y (más importante) asimile y acomode en sus módulos afectivos lo que ha vivido y está viviendo. Para este segundo propósito no basta con las interpretaciones “inteligentes” que llamaba Winnicott, es ahí donde cobra valor vivo el holding, la capacidad para sentirse escuchado, comprendido, validado, sin artificios que penetren violentamente. El psicoanálisis moderno puede ser una forma de trabajo que marque tendencia en el futuro, pero para ella hay que romper con los ismos, los anos y las escuelas. El psicoanálisis, o al menos Winnicott, no quiso encorsetarse ni que nos encerráramos en su pensamiento. Como la interpretación, tal y como decía en comunicación personal Javier Lacruz Navas es una apertura, y en su valor poético de reconstrucción tenemos que manejarnos. Que el analista y el analizando puedan jugar no tiene que ver con pasarlo bien, sino con desarrollar un espacio intermedio para pensar, compartir e imaginar. Jugando, creando y recreando. Reconstruyendo, o términos cognitivistas reestructurando, en base a lo que se siente que siempre resulta más arduo que la reestructuración puramente cognitiva que puede ser una manipulación.
La psicoterapia es un ejercicio de crecimiento creativo, de apertura a la vida y de abrir márgenes de lecturas de la realidad. Esto puede ser duro pero el camino es un descubrimiento fascinante si se tiene un poquito de curiosidad y no un excesivo miedo o sentido de la fragilidad. Un saludo cariñoso a los psicoterapeutas, independientemente de sus tendencias, a los estudiantes y a los pacientes que disfrutan con el proceso de búsqueda. R. Hold.
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