PEACE

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Paz y Ciencia

jueves, 30 de octubre de 2008


No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, sino que apura el recurso hacedero.
El Universo de las lamentaciones puede ser un universo destructivo, en cuanto éstas alejen de la realidad al lamentado. Por ello, entrar en luchas cruentas supone más odio que la indiferencia, más inseguridad que la disputa verbal, menos seguridad que un suspiro. La lejanía de la protección puede resultar una quimera cuando hablamos de sujetos sin confianza en sí mismos, apuntalados por la aprobación del otro. Pobres de identidad, sin coraje ni voluntad. Dejados en manos de otros, que quizás puedan errar en su sostén, perdidos en la marea. Huérfanos de afecto, viendo enemigos y ataques por doquier. No se puede pasar desapercibido ante tal profusión de lamento, asco, ira, rabia y venganza. El afecto no es suficiente, no lo será, el daño está hecho, sólo queda esperar que la providencia del espacio tiempo proponga nuevas formas de vinculación en esa absurda realidad, sin raíces ni esperanza, con el amor de sí mismo, acaso volátil, insignificante y vacío de contenido. Como la propia esencia del sufriente que hace sufrir, sin conciencia, sin fe, sin confianza. Cual descarga de NAPALM, con ese olor a quemado cerca de ti. Mirarás a tus espaldas, olerás y verás de reojo, pero nunca, jamás esa no-presencia desaparecerá. El fin de esa pesadilla no depende de aquél, acaso de ti, pero mucho habrás de sufrir subiendo esa rocosa montaña como lo hiciera Sísifo, en La Odisea, en la obra de Camus, allá perdido en la letanía, navegarás intentando desenmarañar el bosquejo de tu alma, anclada a una realidad que no es. Para qué continuar semejante camino cuando existen otras formas, y sin embargo, prosigues con tenacidad adherido a esa parte que te mantiene al margen de la vida. Predicando una verdad que sólo existe en un poco de aliento, qué sería de ti sin montañas, sin piedras y pesadillas, estás muerto y algo dice dentro que quiere despertar, levantarse y abrir los ojos. Da una oportunidad al canto célebre de tu alma y oye al corazón abrirse hacia el infinito oceánico, el final de la tragedia está cerca.

Sisyphus, por Tiziano, 1549.

1 comentario:

Miriam dijo...

me encanta tu blog!