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Paz y Ciencia

jueves, 23 de octubre de 2008

Bajo Presión -También los padres-



Hace unos días publicaba en base a alguna referencia leída en la prensa algo sobre el texto de Carl Honoré: Bajo Presión, editado en RBA. Un link sobre el libro: http://educarc.blogcindario.com/2008/10/02310.html


Hoy voy a exponer brevemente algunas ideas sobre la presión de los padres.
Hablar sobre educación es imposible decía un antiguo, en la práctica resulta efectivamente difícil al menos. "Es complicado ser padre".
"Hay que poner límites"; "Hay que dejar que tomen decisiones". Se escuchan mensajes incoherentes. Ser padre es algo muy complicado. Ávidos de información, los padres abren sus oídos y escuchan los consejos de expertos y atienden al potente sentido común. Ser padre va más allá de eso probablemente. Debería estar premiado, con incentivos económicos y con un apoyo de otro tipo que no existe. Los hijos no son un continente de inversiones sólo, sin duda. El ser padre y madre es una aventura hermosa, dura muchos años, cada vez más, nos acercamos a los 30 años de hijo en el hogar si no se pasa esa edad. Tanto tiempo condicionado por factores económicos, desde luego pero, y las razones humanas, ¿dónde están?

Los padres son personas, tienen conflictos. El problema está en que dichos conflictos cubran al hijo, allí el factor económico poco puede hacer. El amor y sus destinos no se pagan con dinero. Lo fundamental es que los padres no tienen la culpa de lo que pasa en la sociedad pero sí pueden hacer porque su/s hijo/s tengan un apoyo incondicional desde el punto de vista afectivo e instrumental. Si los papás no resuelven (resolvemos) sus problemas corremos el riesgo de que nuestros hijos sean portavoces de lo que han aprendido-vivido y se gasten-inviertan el dinero en un psicólogo, en un psiquiatra, etc. O lo que es peor, vaya a la Seguridad Social (un saludo cariñoso a los profesionales de la SS, a quienes Admiro-tono jocoso-). Lo menos frecuente es que pida ayuda el padre para sí mismo. Esto no debería ser un indicativo de enfermedad necesariamente, de primeras parece un gesto de madurez y humildad, resulta confiable.

Querer controlar, es de lo que se queja el hijo de Carl Honoré, libro que promete ser Best-Seller por hablar de un problema casi epidémico, atravesado por la estructura social y sus intensas palancas. Estoy seguro de que obrar en base a consejos de oídas, sin estar diseñados en base a las características de los hijos resulta poco atinado.

Poner límites y dar afecto son pilares fundamentales sin duda, hay mucha tinta en esa dirección. Lo decisivo es que los niños tengan un entorno seguro, confiable, donde sepan a qué atenerse, qué se espera de ellos (normas, no deseos de los padres) y que haya un marco para crecer en seguridad facilitando que la imagen que tenga el niño de sí mismo pueda ser afable. Mucho tiene que hacer aquí el padre y la madre, es una forma de relación donde hay que imprimir lo mejor de sí mismo. Resulta difícil, puesto que los problemas de los padres pueden acabar proyectados en el hijo. Y esto es lo único que no hay que hacer. Pueden comprar libros y asistir a conferencias pero ése es un problema que sólo pueden solucionar los papás, que aman y anhelan fervientemente lo mejor para su hijo, siempre. Y hay que defender más la paternidad y alejar a ésta de discursos culposos, sin embargo volviendo al principio, como psicoterapeuta, les hago llegar el sentir y padecer del hijo de Carl Honoré y de otros muchos que generación tras generación van "heredando" proyectos truncados personales. Un saludo afectuoso a los padres y a las madres.

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