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Paz y Ciencia

martes, 16 de septiembre de 2008

Filosofemas

J.L. Borges decía de un filósofo que las teorías son predicados del sujeto.
Los filosofemas, que también forman parte del discurso de los consultantes representan una parte abierta al mundo interno del paciente. Una pantalla donde quedan proyectadas las estructuras de carácter.Las formas de pensar, sentir, relacionarse consigo mismo y con el mundo, la manera de cosntruir la realidad, la forma como organizan y abstraen los datos de la realidad y superestructuras.
Podemos colegir sin mucho esfuerzo el carácter psicótico de Nietzche o Rousseau a través de sus escritos, además de su patografías. Decir que el segundo escribió un tratado pedagógico (Emilio) mientras abandonaba a su familia. Comentar que el interesantísmo Schopenhauer tenía dos bustos, uno de buda y otro de Kant, sus dos referentes, el filósofo y la cultura y filosofía hindú.
Pensemos sobre esto en este espacio si me permiten. Que sirva como debate, aunque sea preverbal. Un saludo. Rodrigo Córdoba Sanz, mostrando pilares de Occidente en base a la subjetividad de genios.

Kierkegaard escribió en 1844 El concepto de la angustia, en el texto expone su concepción antropológica: el hombre es una síntesis de lo corpóreo y lo psíquico sustentado por el espíritu. No es un simple ser natural, porque es espíritu, pero tampoco es un ser angélico, porque el espíritu pone la síntesis de cuerpo y alma. El espíritu es, a su vez, una segunda síntesis de cuerpo y alma. El espíritu es, a su vez, una segunda síntesis de tiempo y eternidad, por lo que el hombre, siendo temporal, tiende a la eternidad; siendo limitado, se sabe libre; pero también es el único animal que tiene conciencia del abismo de la nada que se abre a sus pies, por lo que es presa de la angustia.
Para Kierkegaard la etapa culminante de la existencia humana es el estadio religioso. El existente llega así a la interiorización máxima: el amor.

Schopenhauer se sintió siempre rechazado, especialmente cuando intentó hacerle la competenncia a Hegel en Berlín y fracasó. Decía: “El mundo es, por una parte, representación y nada más que representación; por otra, voluntad y nada más que voluntad.” La voluntad designa lo que constituye el ser en sí de todas las cosas del universo y el núcleo exclusivo del fenómeno”.
La voluntad, que es única en todos los seres, se encuentra individualizada en el mundo fenoménico gracias al “principium individuationis”. Ello explica que la voluntad, una e indivisa, esté presente como voluntad de vivir en el infinito número de seres, hombres, vivientes e incluso seres inorgánicos, pues ese “impulso inconsciente, ciego e irresistible”, como lo llama el propio autor, se plasma en toda la naturaleza orgánica e inorgánica, en la fuerza gravitatoria, en las reacciones químicas, en la atracción de los imanes, en el instinto animal y, por fin, en el hombre, donde adquiere “conciencia de su querer y de aquello que quiere, que no es otra cosa que este mundo”. Vemos aquí elementos que posteriormente serían el núcleo de la teoría psicoanalítica.
“El delito mayor del hombre es haber nacido”; por eso, la única salvación consiste en seguir el camino anunciado por Buda: el retorno a lo no nacido, a la nada, única salvadora de la existencia.
El tenebroso pesimismo de Schopenhauer se ilumina con la obra de arte. En la contemplación estética, el sujeto se olvida de sí como individuo y se libera de todo lo que le liga a la voluntad. Esto es debido a que el arte le hace mirar las cosas de manera distinta, con otra mirada que no es la de la vida cotidiana ni la de la ciencia. Únicamente la intuición estética penetra la realidad y capta la verdadera naturaleza de las cosas. Kant decía que lo bello agrada sin interés, y Schopenhauer, que sigue al de Königsberg, ve en ese desinterés un “sin voluntad”. En la contemplación estética, el sujeto se sumerge en la belleza y se olvida de sí, de su individualidad, de su propio querer. Pero la contemplación estética produce una liberación sólo momentánea. Por eso, la salvación definitiva no vendrá por el camino del arte, sino por el de la ética ascética. Ahora diríamos que por la vida creativa, no tan sólo por el deleite de la obra.

John Stuart Mill, fundador del utilitarismo expuso dos máximas en el ensayo Sobre la Libertad:
- El individuo no debe rendir cuentas a la sociedad por sus actos en cuanto éstos no afecten los intereses de ninguna otra persona, sino sólo los suyos.
- El individuo es responsable de los actos perjudiciales para los intereses de los demás y puede ser sometido a un castigo legal o social si la sociedad considera que tal castigo es necesario para su protección.

El hombre tiene derecho a ser feliz y la colectividad el deber de garantizarle los medios para conseguirlo. Esto significa que el principio de utilitarismo no sólo incluye la utilidad o felicidad individual, sino también la utilidad social o interés general (simpatía). El individuo no consigue su propia felicidad real más que como ser social, como miembro de la sociedad. La felicidad general se relaciona con mi felicidad como el todo con la parte; por tanto, al desear la felicidad general estoy deseando mi propia felicidad. Por asociación de ideas puedo desear la felicidad general sin tener en cuenta la mía: esto es el altruismo. Emile Bréhier lo dice así: “El motivo único de la conducta sigue siendo el egoísmo; si parece ser de otro modo, si el hombre se dedica a los demás sin que redunde en beneficio suyo, es porque el acto altruista, que era inicialmente un medio para satisfacer el egoísmo, se ha convertido en un fin al olvidarse de su motivo; es lo que se llama una transferencia; así, en la avaricia, la acumulación de riquezas no es ya un medio para el disfrute, sino un fin en sí.(Historia de la Filosofía, II, Tecnos, Madrid, 1988, pp. 481-482).
Mill también dijo cosas como: “Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho”

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