Adam Phillips: Winnicott. Lugar Editorial. 1997. Buenos Aires.
La primera lección que enseña la infancia inocente es que hay un instinto en mi Naturaleza que hace salir de mí mismo para existir en la forma de otros.
La segunda es no sufrir la invasión de otra forma dentro de mí que se transforme en un self usurpador disfrazado de lo que los patólogos llaman IDEA FIJA.
S.T. COLERIDGE. Samuel Taylor Coleridge (21 de octubre de 1772- 25 de julio de 1834) fue un poeta, crítico y filósofo inglés, quien fue, junto con su amigo William Wordsworth, uno de los fundadores del Romanticismo en Inglaterra y uno de los lakistas. Sus obras más conocidas son, posiblemente, The Rime of the Ancient Mariner, (Rima del Anciano Marinero) y Kubla Khan, así como su obra en prosa Biographia Literaria.
En el plano maestro de la evolución del hombre, sobre el que trabajó durante más de cuarenta años, Winnicott intentó explicar cómo el individuo crece, a través de la dependencia hacia una forma de ser personal, cómo de acuerdo con la sensación que tiene de sí mismo, se convierte en un ser común y característico al mismo tiempo y cómo el medio ambiente temprano lo hace posible. El crecimiento era la tarea constante de la integración psicosomática. Él subrayaría que era necesaria la integración psicosomática. Él subrayaría que era necesaria la continuidad del cuidado (“la madre suficientemente buena”) para sostener lo que él llamaba el “seguir siendo”, “la línea de la vida” del infante, en las primeras etapas de su vida. Consideraba que la vida instintiva posiblemente constituía una “complicación” para la necesidad más importante del hombre de relacionarse, lo que para un psicoanalista resultaba enigmático. Para él, la enfermedad significaba la inhibición de aquella espontaneidad potencial, que desde su punto de vista, caracteriza el hecho de estar vivo en una persona. Y llegaría a la conclusión de que la psicopatología se origina en los cortes de esa continuidad, las distracciones en el desarrollo temprano de una persona: brechas causadas por las intrusiones, las deprivaciones y las catástrofes naturales de la infancia, muchas de las cuales consideraba como resultado de las fallas en el cuidado brindado por los padres. Había cosas que el niño había experimentado, pero al no encontrarles un sentido apropiado, no podía hacerles lugar dentro de sí. Por ejemplo, para el niño que debe esperar a su madre demasiado tiempo, lo único real es la brecha; es decir, la muerte o la ausencia, o la amnesia.
Según Winnicott, las experiencias traumáticas para los niños son aquellas que les resultaron incomprensibles, que se extendieron más allá de su alcance. Es responsabilidad de la madre, al principio, presentarle al niño el mundo en dosis que él pueda manejar. Y considera que la responsabilidad que le cabe a estos niños y a estas madres sostenedoras, es la de proteger este proceso. Sí es cierto, o sí es posible –escribe Winnicott- que la madre es quien construye la salud mental de cada individuo mediante su experiencia de vida con su hijo, los médicos y las enfermeras deben imponerse como obligación primordial el no interferir. En lugar de tratar de enseñar a las madres algo que de hecho no es posible enseñar, tarde o temprano los pediatras deben reconocer a una buena madre al verla y asegurarse de que se le brinde la oportunidad de cumplir bien su función.
Su trabajo no podría entenderse sin hacer referencia a Klein. El trabajo de Winnicott constituye un comentario y una crítica continuos y a veces poco explícitos. Winnicott toma muchas ideas de Klein y las utiliza a su modo: la importancia del mundo interno y sus objetos, el elaborado y penetrante poder de la fantasía, la noción central de voracidad primitiva. Como veremos, se presentaron diferentes narrativas acerca del proceso del desarrollo y de la contribución de la madre en tal sentido. Pero las posiciones estimularon a la reflexión sin llevarlo a dejar de lado su propio enfoque idiosincrásico.
Traducir el psicoanálisis de una teoría del deseo sexual hacia una teoría de crianza emocional, tarea iniciada por Klein y reformulada por Winnicott, parte de la contribución de lo que se conocería como Escuela Británica de las Relaciones Objetales. Era como si el niño hubiera usurpado al adulto. Con la llegada de Melanie Klein a Inglaterra en 1926, con los trabajos de John Bowlby y de Winnicott con niños evacuados durante la guerra y con los insights derivados de la versión del análisis infantil de Anna Freud, surgió en el psicoanálisis un nuevo panorama en cuanto a la importancia que tienen las relaciones tempranas para el desarrollo del individuo. Al mismo tiempo que se instaba a las mujeres a retomar su sitio en el hogar tras su trabajo crucial durante la guerra, comenzaron a publicarse teorías coercitivas y convincentes acerca de la importancia que tiene la madre para los niños y de los riesgos potenciales que conlleva la separación; estas teorías pudieron fácilmente ser utilizadas con el objeto de persuadir a las mujeres para que se quedaran en casa.
Para Winnicott y para aquellos que fueron influenciados por su trabajo, el tratamiento psicoanalítico no era exclusivamente interpretativo, era antes que nada la provisión de un medio ambiente apropiado, un “ambiente contenedor” análogo al cuidado materno. Lo que Paul Ricoeur denominó “la hermenéutica de la sospecha” en el trabajo de Freud, es reemplazada por el intento de establecer un marco analítico en el cual el paciente no padezca la traducción autorizada. Se trata de que el analista le permita, como escribió Winnicott, revelarse a sí mismo. En primer lugar, el analista es una especie de anfitrión: el psicoanálisis, según Winnicott, no consiste tan sólo en interpretar el inconsciente reprimido; consiste más bien en proporcionar un marco profesional a la confianza, en el cual esa interpretación pueda llevarse a cabo.
Para Winnicott, “la curación tiene sus raíces en el cuidado”, el cuidado al servicio del desarrollo personal. El terapeuta debe tener capacidad… para contener los conflictos del paciente, es decir, para contenerlos y para esperar que se resuelvan en el paciente, en lugar de buscar ansiosamente una cura.
Un signo de salud mental es la capacidad que tiene un individuo de captar, imaginativamente pero también con exactitud, los pensamientos, sentimientos, esperanzas y temores de otra persona; así como de permitir que ésta haga lo mismo con él… en nuestra especialidad comprobamos que, cuando estamos frente a un hombre, una mujer o un niño, somos simplemente dos seres humanos de idéntica condición.
En 1945 presentó un trabajo radicalmente innovador ante la Sociedad Psicoanalítica Británica en el que decía:
No comenzaré mi exposición con un panorama histórico para presentar el desarrollo de mis ideas a partir de las teorías ajenas, porque no es esa la modalidad de mi pensamiento. Lo que ocurre es que voy recogiendo cosas de aquí y de allá; me avoco a la experiencia clínica a partir de mis propias teorías y luego, por último, me intereso en descubrir de donde robé cada cosa. Tal vez sea un método tan bueno como cualquier otro.
pp.13-30
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