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Simone de Beauvoir (1908-1986) fue una escritora, filósofa y maestra, considerada como una de las pioneras del feminismo.
Pero, ¿en qué consistió su filosofía feminista? ¿Cuál fue su relación con el existencialismo y Jean Paul Sartre? ¿Cuáles fueron sus aportes para el pensamiento contemporáneo?
Simone de Beauvoir fue la primera en tomar como centro de su cuestionamiento filosófico a la mujer. Si bien la filosofía había abordado antes el tema de lo femenino, era tan solo un elemento más enmarcado en otras teorías.
De este modo, su gran aporte a la filosofía, como señala la doctora en filosofía, Linda Zerilli, fue la articulación de un nuevo problema filosófico: ¿qué es una mujer?
En su teoría, el problema de la mujer es abordado desde los puntos de vista:
Ontológico: ¿qué es una mujer?
Existencialista: ¿qué significa ser mujer?
Fenomenológico: ¿qué significa vivir la experiencia de ser mujer?
Este ha sido el punto de partida para las teorías de sexo y de género.
Su libro El segundo sexo planteó los fundamentos de la filosofía feminista y de las teorías de sexo y género.
En su momento, el libro fue tan controvertido que el Vaticano lo agregó a la lista de libros prohibidos. Como se plantea en la introducción de la traducción del libro al inglés:
El segundo sexo fue un acto audaz prometeico —un robo del fuego olímpico— del cual no había retorno. No es la última palabra sobre "el problema de la mujer", del cual, Beauvoir escribió "siempre ha sido un problema del hombre", pero marca el lugar en la historia donde comienza una iluminación (Judith Thurman).
Ahí yacían, inocentes de una distinción (entre mujer objeto y hombre sujeto) que marcaría sus destinos (Judith Thurman).
Dicha distinción entre mujer-objeto y hombre-sujeto anuncia la falta de reciprocidad entre estos dos géneros y sirve de introducción a su feminismo existencialista.
El libro, publicado en 1947, es considerado un texto fundacional en la filosofía feminista. Ha sido comparado con una biblia, ya que su argumentación, al igual que en el Génesis, parte desde una "caída" en el conocimiento: Simone de Beauvoir cuenta cómo, teniendo apenas un día de nacida, su tía, quien fue a visitarla al hospital, encontró una etiqueta en su cuna que decía "¡Es una niña!". En la cuna de al lado, la etiqueta decía "¡Yo soy un niño!".
Simone de Beauvoir fue una de las intelectuales más escuchadas del siglo XX francés. Montaje realizado desde la lámina de www.filosofers.com
Simone de Beauvoir (1908-1986) es probablemente la pensadora francesa cuyo nombre es más conocido hoy en día. Pero ¿qué sabemos realmente de Beauvoir? Y ¿de cuál sabemos? ¿De la filósofa, la feminista, la militante, la literata? ¿Fue El segundo sexo su único libro de éxito?
Primera planta, al fondo a la izquierda. Esa mesa del famoso Café de Flore ha tenido el honor de ver en primicia el nacimiento del existencialismo del París de los 40 y 50 con Simone de Beauvoir, Albert Camus y Jean-Paul Sartre. Veamos a través de 10 conceptos clave todo lo que el mito en torno al personaje de Beauvoir esconde y que rara vez nos llega.
Existencialismo. Esta corriente de pensamiento, hija de la fenomenología, pero también de Kierkegaard y de Nietzsche, podría resumirse en «la existencia precede a la esencia». Esto significa que no hay ningún Ser previo a la acción que lo define: solo nos constituimos como sujetos en la experiencia de vivir. Inspirado en Heidegger y su ser-en-el-mundo, el existencialismo rechaza la herencia metafísica para determinar la identidad únicamente desde la encarnación en lo fáctico, es decir, en lo que hacemos con la vida.
2. Libertad. Enlazando con este papel protagonista de la existencia encontramos la libertad, ya que reconocer que la construcción del Yo es nuestra obligación supone el deber moral de asumirnos en libertad. Se trata de un lienzo en blanco, desde el cual escribir nuestro proyecto, y nadie más puede hacerlo por nosotros. En este sentido, es normal que ese peso sobre nuestros hombros —como la roca de Sísifo a la que recurre Camus como metáfora— genere terror, incluso angustia. Como diría Sartre, «el hombre está condenado a ser libre».
Reconocer que la construcción del yo es nuestra obligación supone el deber moral de asumirnos en libertad
3. El sujeto metafísico absoluto. En El segundo sexo, Beauvoir explica que la tradición metafísica se ha edificado desde una visión antropocéntrica: el individuo del que hablaba la filosofía, supuestamente neutro, ha sido siempre en realidad un hombre (hoy, después de la tercera ola del feminismo, diríamos más concretamente que es el hombre, blanco, heterosexual y burgués). Si toda experiencia se narra desde lo masculino como si fuera un lenguaje genérico, entonces la mujer queda inevitablemente relegada a un segundo plano. Beauvoir dirá: «La mujer se determina y se diferencia con relación al hombre, y no este con relación a ella; la mujer es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el Sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro».
4. Trascendencia, ser para-sí. Cuando el individuo es libre, reconoce esa obligación de la que hablábamos y construye un proyecto propio, entonces el siguiente paso es la reflexión sobre uno mismo. Trascender significa pasar del «ser vivo» al «ser consciente». Beauvoir explica que la sociedad patriarcal solo ha permitido al hombre trascender, solo él puede ser sujeto. En este sentido, recoge dos conceptos acuñados por Sartre —aunque, si alejamos la imagen, podríamos encontrar el origen de esta idea en el amo y el esclavo de Hegel— en El ser y la Nada: el sujeto como para-sí y el sujeto en-sí. Literalmente, el hombre existe para-sí mismo, no se encuentra atrapado por conceptos previos que lo determinen de forma esencial y que condicionen su vida.
Inmanencia, ser en-sí. En oposición a la trascendencia encontramos la inmanencia. Esta es una degradación de la existencia humana, «lo Otro» al que se condena a la mujer frente al hombre como sujeto al que sí se le permite tener un proyecto. Es decir, frente a la construcción activa de uno mismo, la pasividad forzada, sujeta a las normas que se nos imponen. La existencia en-sí es pesada, nos arrastra. El mismo término se asocia a la tradición metafísica: un mundo fijo y estático en el que los objetos tienen una función determinada. Y nada más. En definitiva, mientras que el hombre puede pensar en tiempos de futuro (tener un proyecto significa que nuestra acción se proyecta más allá del presente), la mujer es solo un objeto inmanente sometido a él. Pura facticidad.
6. «No se nace mujer, se llega a serlo». Por eso, en Elsegundo sexo, Beauvoir insiste en que las mujeres tenemos que hacernos también sujetos soberanos. Esta popular frase de «no se nace mujer, se llega a serlo» con la que da comienzo el tomo II de la obra ha marcado un antes y un después en el feminismo. La escribe en 1949, solo cinco años después de que el sufragio femenino llegara a Francia.
Casi ya a modo de aforismo nietzscheano, es la condensación de un compromiso: ser mujer no es algo que venga determinado por la biología, es también parte de esa toma de responsabilidad en nuestro proyecto vital. Una no nace mujer precisamente porque su cuerpo, su sexo biológico, no es lo que marca su feminidad. De esta manera, Beauvoir rechaza la existencia de una esencia femenina, porque ello significaría asumirnos en-sí, sentir de nuevo el peso de un destino del que no podemos escapar.
Con el verbo de la cita original en francés lo vemos claro: devenir femme. Estar en devenir implica un dinamismo, una construcción constante gracias a la libertad a la que estamos condenados. Por tanto, tanto quiénes seamos como la opresión que ejerzan sobre nosotros es algo que se forma cultural y socialmente (por eso la educación es tan importante), no hay ningún origen natural ni biológico sobre el que pueda justificarse la anulación de ninguna mujer como sujeto.
Beauvoir rechaza la existencia de una esencia femenina, porque ello significaría asumirnos en-sí, sentir de nuevo el peso de un destino del que no podemos escapar
7. El eterno femenino. Beauvoir dice que «tan absurdo es hablar de ‘la mujer’ en general como del ‘hombre’ eterno». Sin embargo, en la dualidad latente que edifica nuestra sociedad, el sujeto (recordemos, el único con lenguaje propio) ha creado un mito patriarcal sobre el no-sujeto. El «eterno femenino» significa que en nuestro imaginario colectivo existen unas ideas compartidas sobre el prototipo único de feminidad, unas características imprescindibles sin las que no te dan el carné de «mujer».
Y no solo eso; estas ideas son las que perpetúan a la mujer en su condición subordinada de pasividad. Como se nos reduce a un objeto de deseo, son los sujetos, hombres, los que tienen la capacidad de definirla. Entre ellos, se encuentran el mito de la madre, de la virgen, la femme fatale, la prostituta, etc. Por eso, a las mujeres reales, cuando no encajan en estos moldes prefabricados, se las tacha de farsantes, de ser un fracaso femenino (pensemos, por ejemplo, en todos los cánones de belleza que se imponen y la angustia que causa en tantas ocasiones no lograr cumplirlos). La existencia del eterno femenino imposibilita la individualidad y singularidad de cada mujer, no te permite hacer de ti la mujer que quieras ser.
Literatura. Antes de su gran éxito filosófico, Beauvoir ya había conquistado el campo de la literatura. Quizás su novela más famosa sea Los mandarines (1954), con la que ganó el premio Goncourt y que oscila entre la autobiografía y la ficción. En ella, trata la cuestión de cuál debe ser la posición del intelectual francés comprometido con las luchas sociales y cuáles eran los medios a su disposición en aquel momento de posguerra.
Allí, como en La sangre de los otros (1945) —donde unos jóvenes durante la II Guerra Mundial deben decidir si formar parte de la resistencia o colaborar con el régimen nazi en la Francia ocupada—, ya puede empezar a verse lo que será una vocación política de por vida. Da igual la forma que tomen sus palabras, en todos sus textos encontramos el punto donde convergen el existencialismo, la libertad y el compromiso social. Como curiosidad, en el año 2020 se publicó una novela inédita de la parisina, Las inseparables, en la que, de nuevo desde la ficción, nos cuenta el vínculo tan especial y fuera de los cánones que la unía con Zaza.
Les temps modernes. Además de sus aportaciones en filosofía y literatura, Beauvoir tenía un gran compromiso político. Por esa razón, en 1945 funda, junto a Sartre, la revista Les temps modernes, un espacio para el debate político y cultural que, si bien en un primer momento se posicionaba próxima al Partido Comunista Francés, desde 1956 tomó un discurso de izquierda anticolonialista en contra de las intervenciones soviéticas en Hungría y de la ocupación francesa de Argelia. Les temps modernes encarnaba la voluntad de un tiempo histórico: el compromiso político no debe olvidar la literatura. Entendían que, no solo un escritor no puede evadirse del mundo, sino que tiene la obligación de contribuir a cambiarlo. En una entrevista con Alice Schwarzer en los 70, Beauvoir se definía como «una intelectual cuyas armas son las palabras».
10. Redefinición del amor romántico. Aunque no es ni mucho menos lo que define a Simone de Beauvoir, su ruptura con los modelos burgueses de amor es del todo conocida. Se habla siempre de su relación intelectual con Sartre —a veces demasiado, más que de su pensamiento propio—, la cual excedía los límites de la admiración mutua, del aprendizaje común y la confianza. Sartre no publicaba ningún manuscrito sin que Beauvoir lo hubiera leído y corregido primero.
«El amor auténtico debería fundarse en el reconocimiento recíproco de dos libertades; cada uno de los amantes se probaría entonces como sí mismo y como el otro: ninguno abdicaría su trascendencia, ninguno se mutilaría; ambos desvelarían juntos en el mundo valores y fines». Simone de Beauvoir
No eran monógamos, ambos tenían relaciones (contingentes, como las llamaba Sartre) con otras personas. No obstante, en la actualidad se ha idealizado bastante a la pareja existencialista, olvidando quizás que no estaba exenta de celos y sentimientos de traición, como le puede suceder a cualquier ser humano. En definitiva, Beauvoir tenía una red de vínculos sexo-afectivos que distaba mucho del esquema de amor tradicional. Da igual de cuál de sus amores hablemos, ya sea de Sartre, Claude Lanzmann, Olga Kosakiewicz, Zaza o Nelson Algren, hagámoslo desde sus palabras en El segundo sexo:
El amor auténtico debería fundarse en el reconocimiento recíproco de dos libertades; cada uno de los amantes se probaría entonces como sí mismo y como el otro: ninguno abdicaría su trascendencia, ninguno se mutilaría; ambos desvelarían juntos en el mundo valores y fines.
El reconocimiento de Simone de Beauvoir como filósofa es inestable. Sufre recursivamente movimientos sísmicos. Ha sido corriente la expresión de reticencias críticas al reconocimiento de su condición de filósofa. Esto se debe a que Simone de Beauvoir reparte sus publicaciones entre la filosofía, el ensayo y la novela y, también el testimonio. La predominancia de este último ha favorecido el afianzamiento de la tendencia a considerar a Beauvoir como memorialista en detrimento de su condición de filósofa. Hay que tener en cuenta la irrupción constante en su discurso de una subjetividad móvil como origen de la escritura con su habitual énfasis en la singularidad. Extremo al que, por otra parte, se suma la favorable predisposición de Beauvoir a proyectar una literaria expresividad emocional y un cierto sentido de la autenticidad que no sustrae ni ante los aspectos más íntimos de su propia vida.
El hecho de que Beauvoir escribiera numerosas novelas que son transposiciones más o menos flagrantes de su vida, ha sido la excusa ad hoc para conceptuarla sólo como memorialista, significando con ello que sus posibilidades expresivas se dan mejor en la narración autobiográfica y en la ficción apegada a la memoria y la historia personal.
Recordemos: La obra de Foucault "Las palabras y las cosas" representó un cuestionamiento directo al humanismo de Sartre. La autobiografía de Sartre se llamaba "LAS PALABRAS"
El famoso lema de Sartre: "La existencia precede a la esencia", establecía la idea de que la esencia, o el sentido de las cosas, no estaba predeterminado por ninguna fuerza externa. Más aún, el sentido es construido por los hombres. Como diría Simone de Beauvior: ("Si, así es. Por los hombres. Ese es el gran problema".) El mundo no contiene ningún significado trascendente, somos nosotros quienes lo elaboramos mientras en él, filtrando el mundo a través del lenguaje.
Hasta aquí ningún problema. Foucault asimiló estas ideas, como todos sus contemporáneos.
La cuestión comienza a partir de la noción sartreana de la libertad existencial. Dado que no hay sentido predeterminado, cada persona es libre de crear su propio sentido a través de sus propias acciones. Pero esta libertad es en sí misma algo dado, que tenemos que aceptar, tratar de negar u ocultar. Cada vez que no aceptamos nuestra libertad esencial, estamos actuando de mala fe.
Simone de Beauvoir (1908-1986) comenzó por preguntarse si la importancia otorgada por Sartre a las condiciones sociales en su papel limitador de la libertad no debía ser aún mayor. Pensadores posteriores estuvieron de acuerdo con estos planteamientos y amplificaron esa misma duda.
Simple de Beauvoir. El segundo sexo:
"A las heroínas, aunque sean fuertes y osadas [...] en general no se les exige más virtud que su belleza. Princesas o pastoras han de ser Bellas para conquistar el amor y la felicidad; la fealdad se asocia cruelmente a la maldad [...]. Muchas veces, las bellezas a la que espera un glorioso porvenir aparecen primero en un papel de víctimas. Se complace en su masoquismo que le promete supremas conquistas. Toda una serie de tiernas heroínas lastimadas, pasivas, heridas, arrodilladas, humilladas, enseñan a sus hermanas pequeñas el fascinante prestigio de la belleza martirizada".
Biografia: (Francia, 1908-1986) Novelista francesa existencialista y
feminista. Hasta 1943 fue profesora de . Tras conocer a Jean Paul Sartre en la
Sorbona, en 1929, se unió estrechamente al filósofo y su círculo. En su primera
novela, La invitada (1943), exploró los dilemas existencialistas de la libertad,
la acción y la responsabilidad individual, temas que aborda igualmente en
novelas posteriores como La sangre de los otros (1944) y Los mandarines (1954),
novela por la que recibió el Premio Goncourt. Las tesis existencialistas, según
las cuales cada uno es responsable de sí mismo, se introducen también en una
serie de obras autobiográficas, entre las que destacan Memorias de una joven de
buena familia (también conocida como Memorias de una joven formal) (1958) y
Final de cuentas (1972). Sus obras ofrecen una visión sumamente reveladora de su
vida y su tiempo. Entre sus ensayos escritos cabe destacar El segundo sexo
(1949), un profundo análisis sobre el papel de las mujeres en la sociedad; La
vejez (1970), sobre el proceso de envejecimiento donde critica apasionadamente
la actitud de la sociedad hacia los ancianos, y La ceremonia del adiós (1981),
donde evoca la figura de su compañero y colega de tantos años, Jean Paul
Sartre.
La situación que tenía esta gran mujer en casa no era halagúeña, sin embargo, pudo ir superándolo, tal vez a costa de ir construyendo un férreo carácter que le hizo combativa, luchadora, transgresora y reivindicatva. Una forma de vivir, un modo de dar sentido a la vida, el luchar por los derechos de las mujeres y, en términos más amplios, por toda persona en situación de injusticia. De aquella situación de peleas entre marido y mujer, cada vez más frecuentes, Simone de Beauvoir, de inteligencia excepcional y carácter firme, se entregó al estudio hasta llegar a ser una de las intelectuales más famosas del mundo. Esta cuestión se da en personas con biografías lacerantes y circunstancias difíciles, es importante, tener algo que produzca bienestar a lo que aferrarse.
La relación con Sartre fue desconcertante en esos años. Tener una relación liberal daba buena cuenta de que Simone "no se casaba con nadie". Decir que Sartre, quizá por su capacidad para la seducción a través de la palabra, tuvo numerosas parejas.
A Simone se le empezó a llamar "Castor" por su notable capacidad de trabajo y afirmó que tenía la "inteligencia de un hombre y la sensibiliad de una mujer", ahora rechina pero en aquella época el piropo de Sartre era fabuloso. Ambos consigueron unas difíciles oposiciones a profesor de filosofía. Tras tener unos días de frenesi sexual en el mismo despacho, hicieron un pacto muy "filosofico": el amor entre ambos sería "necesario", pero no se privarían de otros amores "contingentes". Su relación, pública y desafiante, atacó valores sociales casi sagrados. Sartre dijo haber tenido muchas relaciones pero solo con Simone habían sidode igualdad porque ella no se lo hubiera permitido de ota forma.
Simone de Beauvoir trató de ser siempre libre. ¿Excéntrica disoluta o rancia institutriz? Para quienes se apresuraban a encasillarla, Simone tenía un mensaje: "La opinión de los demás siempre me ha importao un rábano. Conservo enemigos, lo contrario me inquietaría".
En su ensayo "Por una moral de la ambigüedad" (1947), escribió: "El hombre no se justifica por su mera presencia en el mundo, sino por su negativa a ser pasivo... Existir significa remodelar la existencia". Suscribía así el principal postulado del existencialismo: la vida carece de sentido, pero el hombre puede dárselo a través de la acción.
En "El segundo sexo" (1949), piedra angular del feminismo, la autora analizó la condición de la mujer en las sociedades occidentales para responder a la pregunta: ¿Qué es la mujer? La obra aborda lo femenino desde cuatro puntos de vista: la ciencia, la historia, los mitos, la biología y la edad. Entre los cuatro define los condicionantes culturales y psicológicos de las mujeres.
"La solución es fijarnos metas que den significado a nuestra existencia, esto es, dedicarnos desinteresadamente a personas, grupos o causas. Sumergirnos en el trabajo social, político, intelectual o artístico, y desear pasiones que nos impidan cerrarnos en nosotros mismos. Apreciar a los demás a través del amor, de la amistad, de la compasión; y vivir una vida de entrega y de proyectos, de forma que podamos mantenernos activos en un camino con significado, incluso cuando las ilusiones hayan desaparecido".