Donatella di Cesare: “El terror es el rostro enigmático y violento de la globalización”
Está enfrascada en una investigación sobre la izquierda política durante la Guerra Civil española, pero vino a Madrid para presentar sus últimos libros Tortura (2016) y Terrorismo, una guerra civil global (2017), publicados por Gedisa. Donatella di Cesare (Roma, 1956) contesta en español, medita las respuestas, habla con firmeza. Su libro sobre el fenómeno del terrorismo arranca de modo trepidante, con la preparación de la cadena de atentados de París en 2015. Bataclan, como Barcelona y Sitges son símbolos del miedo, la violencia brutal, la incomprensión de las sociedades europeas ante un período histórico en el que no están enfrascadas en ninguna guerra… y sin embargo.
En el aire se respira violencia. Desde otro atentado, el de las torres gemelas de Nueva York, en el mundo se ha roto un tabú, escribe Di Cesare, “el que veía en el ethos democrático la garantía contra todo abuso o violación”. Complementaria, la demanda de sociedades más seguras alienta la impunidad de los Estados, su desmesura como monopolistas de la coacción. “Por entre la abstrusa legislación antiterrorista —donde a menudo las leyes, más que quedar suspendidas, son reescritas, y donde la excepción se convierte rápidamente en norma— ya puede verse avanzar la proa de una política policial, prótesis de una soberanía exangüe que ni sabe ni quiere declinar”.
En una sala del Instituto Italiano de Cultura de Madrid, Donatella di Cesare, profesora de filosofía teorética en la Universidad de Sapienza (Roma) desarrolla un discurso profundo, necesario para comprender por qué, a estas alturas de siglo XXI, todo parece a punto de estallar.
Lo que aseguro es que estamos en un estado de violencia que nosotros llamamos guerra porque no tenemos otra palabra. Nos faltan las palabras. Hablo de una guerra civil global, para decir que no es ya una guerra mundial —como en el siglo pasado— porque no se trata de un conflicto entre dos mundos, sino de una guerra difusa e intermitente en todo el globo. Hay muchísimos conflictos, sabemos cuantos son, pero lo que no sabemos es cuál es el conflicto que va a deflagrar. Creo que estamos en estados de violencia global, ya que todo el globo va a deflagrar y todo el mundo es protagonista, a causa de la globalización. Mi posición es que la globalización fue y es todavía una globalización muy violenta donde hay vencedores y vencidos. El terror es el rostro enigmático y violento de la globalización.
Es un hecho histórico que el terror surge en el mismo tiempo en el que surge la democracia. En el tiempo de la revolución francesa. En cierto sentido, el terror es el otro lado de la democracia. Podemos pensar que la democracia es el Gobierno que dice ‘no necesito el terror para gobernar’. Pero el terror queda inscrito en la democracia. La democracia tiene este lado oscuro y violento que puede salir a la luz.
Nosotros creemos que la tortura es algo del pasado, que ya se acabó, que no hay motivos para hablar de la tortura y estamos convencidos de que la tortura no tiene nada que ver con la democracia. Se piensa que donde hay democracia no hay tortura y eso es falso. Me parece que el fenómeno, muy alarmante, es que hay una democratización de la tortura. En el sentido de que se extiende, en primer lugar, en los países democráticos. Comenzando por los Estados Unidos después del 11 de septiembre.
La democratización de la tortura necesita nuevas formas. Por ejemplo, la tortura blanca, la tortura psicológica, la tortura que no deja trazas que permite negar que haya existido. O, por ejemplo, la externalización de la tortura. Es el caso de Estados Unidos en Guantánamo o de Italia cuando dice que no es responsable de lo que pasa en los campos libios. Son los otros quienes torturan, nosotros no. Se produce una delegación de la responsabilidad. Esta externalización es un fenómeno nuevo.
“El mito de la resistencia italiana ha sido importante, pero ha dejado de lado el problema del fascismo y de la responsabilidad enorme de los italianos frente a los judíos italianos”
La cuestión de la soberanía es muy compleja. El terror es al atentado. A un atentado contra la soberanía de un Estado. Lo que estamos viviendo ahora es una crisis de la soberanía del Estado nacional y eso me parece evidente en Estados Unidos pero especialmente en Europa, en todos los Estados europeos. Entonces, la reacción por parte del estado nacional es violenta. Como los Estados nacionales pierden soberanía, la reacción es violenta. El soberanismo es una nueva forma política, que en Italia encarnan los partidos que ahora están en el Gobierno, y que consiste en la afirmación del Estado-nación en un momento de pérdida de soberanía a causa de la globalización. La reacción, la respuesta, son los muros, las fronteras. También, y eso es lo que trato de decir en el libro, en cierto sentido, el atentado es una tentativa de soberanía contra el Estado. Pero eso se termina en sí mismo, ya que no hay nada después del atentado.
Sí, creo que lo es. Hay algo así como una complicidad entre los ciudadanos y el Estado-Nación. El Estado necesita a los ciudadanos y entonces afirma que los ciudadanos son soberanos. En el libro hablo de ‘fobocracia’, que quiere decir el Gobierno del miedo. O, también el Gobierno por el miedo, esto es, fomentar el miedo para decir entonces ‘tú como ciudadano necesitas seguridad, entonces, el Estado de seguridad, te protege, te defiende contra los extranjeros, contra los migrantes’. Es un círculo. El Estado de seguridad [sicurezza] es el problema punitivo de este siglo.
No creo que la tortura esté sobre la historia, creo que está en la historia, es un fenómeno histórico y toma formas diferentes en las distintas épocas. Nosotros pensamos, por ejemplo, que la tortura precisa una violencia física, corpórea, pero esto no es cierto. Hay muchas formas de tortura. La tortura no se acabó con el medievo o en los siglos pasados. Ahora toma formas distintas.
Hago una diferencia entre lo que ha pasado en el holocausto y la tortura. Para mí, lo que caracteriza el holocausto, la shoa, no es la tortura. Han torturado en los campos de concentración pero no en los campos de exterminio. Hay una gran diferencia. En los campos de exterminio hay una industrialización de la muerte. Ellos evitan el cara a cara. La tortura no es un trato característico de la shoa, para nada. Pero sí, claro, hay tortura en los campos de concentración, de internamiento.
La situación actual en el Mediterráneo, la fabricación de muros, no es comparable el sistema de trenes de Eichmann en la II Guerra Mundial, pero, ¿cómo se hace un descuento de las miles de personas que mueren hoy en esta guerra silenciosa sin caer en falsedades históricas o, en el otro extremo, en la relativización de las formas actuales de políticas que generan muertes?
Es un discurso muy difícil, hay diferencias y hay semejanzas. En este momento no hay una industrialización de la muerte en el sentido de la cámara de gas. La cámara de gas es la de Auschwitz-Birkenau, de Treblinka, de Belzec, de Majdanek, Chelmno y Sobibor. Los seis campos de exterminio. Una vez, hace dos años, supimos de una tentativa de cámara de gas en Siria. Pero no está confirmado. No tenemos una repetición de aquello.
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