El filósofo danés que servía al surrealismo de aquellos cómicos pero quizá al propio Soren Kierkegaard le hubiera hecho gracia. Primero, porque lo que más le gustaba era que le leyeran y, segundo, porque detestaba la ironía nihilista y cínica de su época, el Romanticismo. Odiaba a los exaltados que se pegaban un tiro en la cabeza cuando las cosas no les salían como querían. Al contrario, él lo apostó todo a la pasión, al coraje, al deseo. A una vida de experiencia total, aunque muriera a los 42 años.
“El corazón representa algunos de los temas más profundos de la vida y el trabajo de Kierkegaard. Por supuesto, el corazón humano es frágil. Se puede romper y toma su tiempo coserlo. Kierkegaard no niega esa fragilidad: su escritura la explora y la ilumina. El corazón también es el símbolo de su subjetividad, su vida interior, que fue el foco de su filosofía”, explica Carlisle de este filósofo cuyos libros hablan de la existencia del hombre en tres esferas, la estética -la superficial, la del donjuanismo-, la ética -cuando el hombre, gracias a la desesperación, da sentido a su vida y deja atrás el narcisismo- y la religiosa.
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