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Paz y Ciencia

sábado, 21 de junio de 2014

Bipolaridad: Escuelas



“Bipolaridad”: Manía, Melancolía

Guillermo Belaga (Responsable, EOL)
“En el mundo de la psiquiatría, las clasificaciones nos dicen más acerca del mundo social y estético en el cual han sido construidas que acerca de (su) naturaleza”.
G. E. Berrrios [1]

1. Introducción


El modo en que está planteado el título del presente trabajo, ya intenta aludir a la tensión que existe entre estos términos en el debate actual.
Así, el trastorno bipolar, por un lado, y por otro, la manía y la melancolía tienen diferentes orígenes temporales y se inscriben en diferentes paradigmas dentro de la psiquiatría.
La manía, la melancolía y la locura circular, de la Escuela Francesa, la psicosis maníaco-depresiva de la Escuela Alemana, responden a los grandes relatos que se conocen como la “psiquiatría clásica”. A su vez, G. Lanteri Laura [2] ha descripto una serie de paradigmas de la psiquiatría moderna, consignando que estas descripciones se ajustan al paradigma de las enfermedades mentales, más preciso que el alienista de Pinel y Esquirol, y que justamente inaugura en el siglo XIX con J. Falret con su descripción de la locura circular y se extiende hasta la muerte de H. Ey en la década del 70 del siglo XX.

2. La razón de la “Bipolaridad” y la época.

La “bipolaridad” toma su forma actual inscribiéndose en el paradigma tecnológico, que sobre todo a partir de los 80-90 impulsa a considerar a la psiquiatría como “una neurociencia clínica”.
En 1957, Karl Leonhard propone una clasificación de las psicosis endógenas basadas en la polaridad. Así surge esta entidad, cuyo antecedente ineludible son las psicosis maníaco-depresivas descriptas por E. Kraepelin, que agrupa los cuadros afectivos en esta única categoría.
A partir del DSM III (1980) se “expresa” claramente el paradigma tecnológico en psiquiatría. A esta edición del manual de diagnósticos, se incorporan decididamente el trastorno bipolar de Leonhard, y se excluye precisamente la histeria que habla de un cuerpo erógeno que no se deja calcar al cuerpo biológico, y se desarticula la relación angustia-síntoma, angustia-acto.

3. El “Espectro Bipolar”.

A partir del paradigma tecnológico, el modelo de estudio que han impuesto las neurociencias es el “espectro epiléptico”. Del mismo, entonces, han surgido otros tantos en el campo de la psiquiatría, los más conocidos: el espectro autista, y el que estamos estudiando, el espectro bipolar.
Entonces, estas clasificaciones surgen de una práctica nueva que se ha ido imponiendo en el siglo XXI, determinada por dos factores históricos, dos discursos: el discurso de la ciencia y el discurso del capitalismo [3]. Al decir de J.A. Miller, la dominación combinada de esto dos discursos han logrado destruir la estructura tradicional de la experiencia humana. Asimismo, algo que interesa particularmente para nuestro tema es que el sujeto construido por el discurso del capitalismo está organizado para concebirse a sí mismo como emprendedor, como un empresario de sí, entregado a la maximización de su rendimiento.
El sujeto que se inscribe en el “espectro bipolar” es el que no logra este “management del alma”.
Se debe aclarar que este debate rebasa incluso la edición vigente del DSM. Para entender la diferencia, los DSM reconocen los tipos I al III, y un trastorno bipolar “no especificado” no encuadrado por las otras descripciones. En cambio, el “espectro bipolar” sería un cuadro continuo que va del temperamento extremo al estallido pleno de la enfermedad afectiva, incluyendo los subtipos: I; II; II ½; III; III ½; IV; V; y VI.
Así, no solo abarcaría la depresión unipolar, también el narcisista y el borderline, los cuadros “inducidos por sustancias”, y lo “psicopático”.
A modo de resumen, el “espectro bipolar” reafirma un modelo biomédico, subrayando un cuerpo viviente a través del concepto de temperamento y los factores genéticos. A su vez, estos últimos junto a la convergencia con el objeto técnico de consumo, representa un “bioengineering“, una tecnología del yo sostenida en un darwinismo social.

4. Los planteos freudianos.

En Freud podríamos situar lo siguiente: primero, lo que le interesa es definir el registro de la pérdida del objeto. En conexión, está el modo en que piensa la naturaleza del objeto, reconociéndose en su manera de denominarlos los registros imaginario, simbólico y real: objektsacheding (respectivamente). Por último, llama la atención cómo para explicar el problema de la melancolía hace referencia a un caso de catatonía.
Estos puntos permiten algunas conclusiones: la no pérdida de das Ding, la Cosa. Esto hace a la posibilidad de plantear un par esquizofrenia/melancolía en lo que respecta a los fenómenos del cuerpo (el lenguaje de órganos/la hipocondría melancólica, y el sindrome de Cottard). Relacionando la conexión entre el odio, el superyó y das Ding, como también entre estos conceptos y el pasaje el acto.
Por último la tesis para la psicosis de un tipo de elección de objeto relacionada al narcisismo primario.
En este sentido, lo que Freud consideró como narcisismo primario, Lacan lo sitúa en el nivel del goce puro y aislado del objeto a.

5. Acto melancólico y Acción maníaca.

Dos viñetas clínicas permiten ilustrar las definiciones de Lacan, principalmente del Seminario La Angustia y “Televisión”, y la importancia que ha dado al concepto clásico de kakon (el mal).
La melancolía definida desde el acto. El caso muestra el odio como “único sentimiento lúcido”, y como el sujeto debe atacar, para liberarse, ese goce autoerótico en demasía, mediante el acto suicida-homicida.
La manía definida desde la acción hasta su agotamiento. La excitación maníaca, el rechazo del inconsciente, la “no función del objeto a“, se ven ilustrados por el caso. El sujeto testimonia de un quiasma radical: el significante en una pura metonimia, por un lado, y por otro, el ser del viviente.
El empuje de lalengua que asedia y disuelve el lenguaje, hasta que logra hacerse amo del significante, lo suficiente para que su “apuro” ya no sea mortífero.
Lo destacable de ubicar estas posiciones es que también orienta en la cura. En un caso el analista intenta postergar el acto, que es su referencia. En otro se hace partícipe de la acción, “secretario” de la misma, para que sin aplacarla totalmente, logre un funcionamiento.
6. Conclusión
En el Coloquio sobre el curso “Sutilezas analíticas”, E. Laurent ha dicho que “hay muchos elementos de la clínica de la época que van en la dirección de la producción de una clínica separada de lalengua“.
La investigación desemboca en una tensión: los DSM por un lado, con su sueño de un síntoma sin inconsciente, y por otro el sinthome, que permite reordenar la clínica analítica desde lalengua pero con una perspectiva también desabonada del inconsciente.

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