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Paz y Ciencia

miércoles, 4 de junio de 2014

Psicosis maníaco-depresiva. ¿Y qué?



PSICOSIS MANÍACO-DEPRESIVA

El concepto de locura ha ido variando en el transcurso de la historia. Hoy, el enfermo mental continúa preso en un estigma: etiquetado, ubicado en ese lugar por la sociedad, la familia y las posturas psiquiatrizantes como un objeto de estudio, cosificado, anulado y excluido. 

En el entrecruzamiento de las diferentes teorías que abordan la enfermedad mental, la psicosis ha quedado como problema a resolver. 

El presente trabajo es un intento de encontrar, delinear y poner en práctica un posible acompañamiento terapéutico orientado a la persona única e irrepetible que padece el "estigma" de psicótico maníaco-depresivo. 


La psicosis 

Para el psicoanálisis la psicosis es una de las res estructuras subjetivas determinantes del sujeto a partir del registro del complejo de castración como función normativa y organizadora. No habiendo operado, el retorno es desarticulado y fragmentado, en forma de alucinaciones y delirios, construcción interna que el sujeto percibe como cierta y real. La escucha psicoanalítica trata de otorgarle un sentido y una lógica pero le resulta inabordable, ya que el trabajo analítico en transferencia es muy dificultoso. 

Ante esta limitación del psicoanálisis para abordar la psicosis, resulta imprescindible incorporar el abordaje múltiple, el trabajo interdisciplinario y la búsqueda de alternativas posibles para tratar a los sujetos que padecen esta patología en su singularidad. 

El psicoanálisis clasifica a la psicosis en esquizofrenia, paranoia y maníaco-depresiva. 
Para el psiquiatría, en la evolución de sus investigaciones, ha clasificado las patologías de acuerdo a sus manifestaciones y síntomas, permitiendo contar con otras herramientas para su abordaje. Cambia las denominaciones de los cuadros observables y los toma como diferentes trastornos (DMS IV)). Así, la psicosis maníaco-depresiva la considerará un trastorno bipolar, abriendo un abanico de características complementarias a las definidas por el psicoanálisis. Desde su clínica, explica este trastorno también como un desequilibrio químico, constituyendo la información para la administración de psicofármacos. 

Esta contradicción teórica plantea un dilema a resolver, no una imposibilidad: buscar y encontrar alternativas para superar las diferencias e integrarlas en un abordaje posible y constructivo. 

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