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Paz y Ciencia

lunes, 4 de noviembre de 2013

La idea de educación en Durkheim

Rodrigo Córdoba Sanz: me ha parecido un texto bien fundamentado en las ideas de un sociólogo-filósofo que transmite una idea de la educación en "Emilio o de la educación", un texto que les recomiendo lean poco a poco. Existen dos partes en este libro. Primero, los postulados básicos y ejemplos donde parte el autor. Después un ejemplo a través de la educación imaginaria con "Emilio". Todos sabemos el contexto en el que se desenvuelve el texto que si lo reducimos mucho sería así: "Los niños nacen buenos por naturaleza y la sociedad les corrompe". En verdad, qué curioso, vengo de leer sobre un caso de psicopatía y después Internet me ha llevado a artículos y libros que me producen cierto dolor: "Niños y adolescentes antisociales". Existen y la educación es vital. Creo que no hay que confundir los primeros cuidados con los cuidados cuando el bebé pasa a ser niño. Algo fundamental sería estimular la responsabilidad. Lo que recalcan poco según que tendencias es que un sostén emocional suficientemente bueno es más importante que la ley rígida. También hay que decir que cada padre y madre tiene su personalidad y estilo de crianza. Por tanto, existe un claro vínculo entre educación y conducta antisocial.

LA IDEA DE EDUCACIÓN EN DURKHEIM


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En el libro Educación y Sociología[1], se describe la doctrina de la educación de Émile Durkheim, que posee las siguientes ideas capitales:
El hombre, como ser social, está conformado por su ser individual que se refiere a sus estados mentales y a su experiencia personal, y también por un sistema de ideas, sentimientos y hábitos del grupo al que pertenece, tales como ideas religiosas, creencias, prácticas morales, tradiciones, que se traducen en la forma de voluntad del sujeto, y en las nociones de las que se conforma la inteligencia. La constitución de este ser social es la finalidad de la educación, sin soslayar al hombre como individuo, pues los atributos del hombre se transmiten por vía social y se configuran históricamente por los avatares de la civilización.
Se entiende a la educación como un hecho eminentemente social:
La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que todavía no están maduras para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él la sociedad política en su conjunto y el medio especial, al que está particularmente destinado.[2]
La educación es un hecho que dirige la pedagogía, y es estudiado por la ciencia de la educación. La psicología y la sociología colaboran para estudiar científicamente la educación. La psicología aborda el hecho asumiendo la psicología del niño frente a la del adulto; la sociología, desde los elementos de la civilización y los elementos en que éstos se transmiten. La pedagogía resulta entonces una obra de reflexión que busca resultados de ambos órdenes para establecer principios de conducta o para reformar la educación. Hace falta conocer plenamente las condiciones del hecho educativo, para que haya más probabilidades de utilizarlo eficazmente. Parea ello, es menester entender las instituciones de acuerdo a su función, dirigida hacia una pedagogía racional y eficaz dentro de los límites sociales, analizando sus componentes, sus necesidades y las génesis de sus causas.
Para Durkheim, haciendo sociológico el análisis moral, es posible otorgarle un fundamento racional, ni religioso ni metafísico, recuperando sus verdades al proyectarlas en el plan del pensamiento laico. La educación moral tiene como función inicial al niño en los deberes, suscitarle ciertas virtudes, “desarrollar en él la aptitud general para la moralidad, las disposiciones fundamentales que están en la raíz de la vida moral, constituir en él el agente moral, dispuesto a las iniciativas que son condición general del progreso.”[3] Hay que entender como elementos de moralidad el espíritu de disciplina, el espíritu de abnegación y el espíritu de autonomía, orientados hacia el deber y el bien. La paulatina asimilación del sentido del gusto de la regularidad, la limitación de deseos y el respeto por la regla al reconocerla racionalmente fundada, supone su aplicación metódica de la inteligencia.
Aunque el ideal intelectual está menos definido que el moral, está claro que es necesario constituir en el espíritu cierto número de aptitudes fundamentales que Durkheim llama categorías:
nociones-madres, centros de inteligibilidad, que son los marcos y los útiles del pensamiento lógico. Entended por categorías, no sólo las formas más abstractas del pensamiento, la noción de causa, o la de sustancia; sino las ideas, más ricas de contenido, que presiden a nuestra interpretación actual: nuestra idea del mundo físico, nuestra idea de la vida, nuestra idea del hombre.[4]
Estas categorías, lejos de ser innatas, son constituidas a través de la evolución de la civilización mediante el desarrollo de las ciencias físicas y morales, y son las responsables del espíritu, puesto que un buen espíritu es aquel cuyas ideas regulan el ejercicio del pensamiento y, para conformarlo, hace falta que el profesor transmita al estudiante un saber positivo. Durkheim piensa como Comte, que se deben aprender cosas, adquirir sabiduría, aunque se prescinda del valor de los propios conocimientos, porque las disciplinas a enseñar asumen una filosofía, un sistema de nociones cardinales que resumen los caracteres más generales de las cosas como las concebimos. Tal filosofía es el fruto de la generación y constituye la estructura de la inteligencia.
Frente a las diversas doctrinas acerca de la educación, Durkheim pide que revelen sus fuerzas sociales que animan un determinado sistema de educación o trabajan por modificarlo, porque las ideas son también hechos y si éstos tienen resonancia, entonces también son sociales; si no muestran sus relaciones entre el individuo y la sociedad, entre la ciencia y la práctica, la naturaleza de la moralidad y la del entendimiento, entonces no tienen validez.
Lo que debe ser la educación, responde a la contribución que las generaciones pasadas han hecho, es decir que es imposible separar las causas históricas para poder comprenderla. Es una realidad existente, sobre la cual sólo es posible actuar conociéndola, saber cuál es su naturaleza y las condiciones de que dependen.
Toda educación trata de formar al hombre de acuerdo al tipo ideal de hombre que sobreentiende la civilización, lo que éste debe ser desde el punto de vista intelectual, como físico y moral. Este tipo se fija en las conciencias, y aunque la educación asegura la diversidad, también se ocupa de perpetuar la homogeneidad de sus discípulos.
Al ser naciente (niño) se le agrega otro (educador) para llevarlo a la vida moral y social para hacer de él un ser nuevo, que responderá antes que nada, a necesidades sociales. La educación desenvolverá sus cualidades de la inteligencia y las físicas, para ir al encuentro de un estado de perfección gracias al concurso de la sociedad, porque “El hombre, en efecto, no es hombre más que porque vive en Sociedad.”[5] La sociedad es quien nos insta a pensar en los intereses de los demás, a dominar las pasiones y los instintos, a subordinar los propios fines a otros más altos: “Todo el sistema de representación que mantiene en nosotros la idea u el sentimiento de la regla, de la disciplina, lo mismo interna que externa, es la sociedad quien lo instituyó en nuestras conciencias.”[6] La sociedad domina todas nuestras nociones, puesto que si el hombre fuese despojado de todo lo que le viene de la sociedad quedaría en el rango del animal, la sociedad es la personalidad moral que perdura más allá de las generaciones y las une, sin disociar al individuo de ésta, pues se implican mutuamente: “La acción que ésta [la sociedad] ejerce sobre él, señaladamente por medio de la educación, no tiene, de ningún modo, como objeto y como efecto, comprimirle, disminuirle, desnaturalizarle; sino, por el contrario, engrandecerle y hacer de él un ser verdaderamente humano.”[7]
La educación es una función social, y por esto el Estado no puede desinteresarse de ésta. La educación debe estar sometida en su totalidad a los intereses del Estado, porque es éste quien abre paso a los principios esenciales: respeto a la razón, a la ciencia, a las ideas y a los sentimientos que están en la base de la moral democrática.
La educación no hace al hombre de la nada sino que trabaja sobre disposiciones que ya están hechas, y que son muy difíciles de transformar radicalmente porque dominan el espíritu y el carácter hacia determinadas maneras de obrar y de pensar. El maestro con su experiencia y su cultura tiene la fuerza para trabajar sobre la voluntad del niño. La educación debe ser paciente y continua en busca de un sentido bien determinado, sin desviarse por las circunstancias externas, y de esta manera tiene los medios necesarios para impresionar a las almas.
La educación debe ser cosa de autoridad: “Para aprender a reprimir su egoísmo natural a subordinarse a fines más altos, a someter sus deseos al imperio de su voluntad, a encerrarlos en los debidos límites, es preciso que el niño ejerza sobre sí mismo una fuerte represión.”[8] Esto provoca el sentimiento del deber, el estímulo del esfuerzo. Los padres y los maestros son de quienes el niño aprende el deber, por lo que éstos tienen la responsabilidad de encarnar y personificarlo como autoridades morales, porque la autoridad consiste enteramente en un cierto ascendiente moral, y supone que el maestro tiene voluntad, porque la autoridad implica confianza, y ante todo que debe dar la sensación de que la autoridad la siente en su propia persona, una especie de fe interior en la grandeza de su misión. Para que sea posible, el maestro debe ser laico porque representa a la sociedad, como personalidad moral y como intérprete de las grandes ideas morales de su tiempo y de su país. Todo este respeto es lo que, mediante la palabra y el gesto, pasa de su conciencia a la del niño. La autoridad no se contrapone a la libertad, sino que ser libre es saber proceder con la razón y cumplir con el deber: la libertad consiste “precisamente en dotar al niño de este dominio de sí mismo, es en lo que debe emplearse la autoridad del maestro. La autoridad del maestro no es otra cosa que un aspecto de autoridad del deber y de la razón[9].
Educación es la acción ejercida sobre los niños por los padres y los maestros. La pedagogía consiste, no en acciones, sino en teorías —que son maneras de concebir la educación, no maneras de practicarla—. De esta manera la educación es la materia de la pedagogía, y ésta consiste en una cierta manera de considerar las cosas de la educación.
Las reglas del medio social en el que vivimos impone las costumbres, ideas y sentimientos colectivos imposibles de modificar como queremos, y de ahí las prácticas educativas ejercen sus acciones por generaciones que se adaptan a vivir en dichos medios:
“La educación usada en una determinada sociedad y considerada en un momento determinado de su evolución, es un conjunto de prácticas, de maneras de hacer, de costumbres, que constituyen hechos perfectamente definidos y que tienen la misma realidad que los otros hechos sociales. No son, como se ha creído durante mucho tiempo, combinaciones más o menos arbitrarias y artificiales, que no deben su existencia sino al influjo caprichoso, de voluntades siempre contingentes. Constituyen, por el contrario, verdaderas instituciones sociales. No existe ningún hombre que pueda hacer que una sociedad tenga, en un momento dado, un sistema de educación diferente de aquel que su estructura supone.”[10]
Para analizar los principales problemas de la ciencia educativa, hay que tomar en cuenta el sistema propio de educación de su país y de su tiempo, su organización general, y entonces mediante la comparación, y distinguiendo diferencias y semejanzas, constituir tipos genéricos de educación que correspondan a distintas sociedades. Ya establecidos los tipos, hay que explicarlos de acuerdo a las condiciones de que dependen sus características de cada uno y el modo en que derivaron unos de otros. De esta manera se obtienen las leyes que dominan la evolución de los sistemas de educación. Así, puede verse además de su desarrollo, las causas que lo explican. Con este quehacer se puede llegar a la comprensión de cómo se constituyen nuestras instituciones pedagógicas, cómo funcionan, derivando de esto valiosas estadísticas.
 

 
[1] Durkheim, Émile. Educación y Sociología. Ed. Colofón, 3ª ed., México, 1991.
[2] Íbid., p. 70.
[3] Íbid. p. 30.
[4] Íbid., p. 39.
[5] Íbid. p. 77.
[6] Íbid. p. 78.
[7] Íbid. p. 81.
[8] Íbid., p. 94.
[9] Íbid., pp. 97-98.
[10] Íbid., p. 103.

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