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domingo, 5 de julio de 2015

Leopoldo María Panero



El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
desiertos abrasados de silencio.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
(fragmento de Deseo de ser piel roja)
Leopoldo María Panero, poeta, narrador, ensayista y actor,  exponente de la poesía transgresora, ha fallecido hoy en Las Palmas de Gran Canaria, a los 65 años. El poeta, que murió en el hospital Juan Carlos I, en el área de salud mental, es autor de títulos como Teoría y Así se fundó Carnaby Street. "Era un genio de la poesía española", en palabras del editor Chus Visor.
"Ante todo era poeta. Vomitaba poesía. Era como su alimento natural, y eso hacía que no le prestara mucha importancia al lector, él escribía porque le nacía", afirma Antonio Huerga. Un autor, añade el editor, que no presumía de sus escritos, "era un sencillo creador de poesía que tampoco se tomaba muy en serio. Aunque si algún lector le preguntaba qué libro suyo recomendaba, a veces, decía, entre enfadado y entusiasta: Teoría".
Nacido en Madrid, el 16 de junio de 1948, e hijo del gran poeta astorgano Leopoldo Panero, una de las mejores voces líricas de posguerra, y la escritora y actriz Felicidad Blanc, era hermano del también poeta Juan Luis Panero y de Michi Panero. Escritor desde su infancia, parte de la vida de Leopoldo María Panero ha transcurrido en distintos hospitales psiquiátricos de la Península y Canarias. Además, perteneció al grupo de los Nueve Novísimos creado por Josep María Castellet.

El loco mirando desde la puerta del jardín

Hombre normal que por un momento
cruzas tu vida con la del esperpento
has de saber que no fue por matar al pelícano
sino por nada por lo que yazgo aquí entre otros sepulcros
y que a nada sino al azar y a ninguna voluntad sagrada
de demonio o de dios debo mi ruina.
Para Félix de Azúa, incluido en aquella ya mítica antología de Nueve novísimos poetas españoles, "fue el más abismal de su generación. Cumple con todos los requisitos del poeta tal y como lo definió el romanticismo, que es el último momento reconocible de la poesía como actividad social significativa. Durante años ha estado recluido en un manicomio, lo que le ha evitado el patetismo del viejo poeta arruinado física e intelectualmente, manejado como un títere por políticos lectores del Marca. Su obra primera creo que será de las pocas cosas realmente poéticas del siglo XX español que duren algo más de diez años".
El editor Jorge Herralde considera que del poeta Leopoldo María Panero quedará "el recuerdo del fulgor" por sus poemas con "imágenes imprevistas". Junto a Ana María Moix y Pere Gimferrer fue el tercer "Novísimo" en "brillar de forma espectacular".  Sus conferencias eran "como  fogonazos, fuera de todo corsé, muy auténticas", puntualiza. 
La vida de este poeta madrileño y su familia siempre ha suscitado interés en el ámbito cultural y un reflejo de ello es la película  El desencanto (1976), Jaime Chavarri, un exitoso documental que muestra descarnadamente cómo era la familia Panero en el final del franquismo. Marcada hasta la obsesión por la figura paterna, el poeta Leopoldo Panero. La película, en blanco y negro, tiene como actores a los cuatro miembros de la familia Panero (Felicidad, viuda del poeta, y sus hijos Juan Luis, Leopoldo y Michi)
Sobre la locura y su existencia, Panero dijo -en una entrevista a Javier Rodríguez Marcos para Babelia en 2001, en el psiquiátrico- lo siguiente: "La locura existe, no así su curación. Al contrario de lo que se piensa, lo malo es el consciente, no el inconsciente. Como decía Rousseau, el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo vuelve monstruoso".
Fue un escritor crítico con la sociedad y con España, y su evolución en el siglo XX y XXI. Sobre la democracia en el país aseguró: "Es una tragedia de una horrorosa sordidez en la que al proletariado, tras 40 años sin ideología, no le queda más que la picaresca. Eso es España. Éste es un país de sudorosos obsesionados con el fútbol y con los toros por culpa de la represión sexual. Son tan machos...".
Sus reflexiones y análisis iban más allá de España y la literatura y miraban al mundo. Muchas de las ideas de este poeta y "loco" eran más cuerdas y sensatas que las de cualquiera: "Hay que replantearse la revolución. Hay que incluir a las mujeres y a los homosexuales. Más que cambiar el mundo, como decía Marx, hay que cambiar la vida, como decía Rimbaud. Hay que ir a una micropolítica de situación. Esto lo sabían perfectamente Guy Debord y los situacionistas. Hay que cambiar la manera de percibir el mundo".
Ha sido un comienzo de año triste para la literatura en español, en especial para el grupo de los Novísimos. El viernes pasado falleció la también poeta, narradora y editora Ana María Moix y el 9 de enero Castellet, editor y artífice de los novísimos: Moix, Panero, Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero y José María Álvarez.

Días de locura con Panero en Canarias

A partir de hoy, Leopoldo María Panero ya no venderá sus libros por la calle Triana de Las Palmas de Gran Canaria. El poeta vagabundo ha muerto, pero su fantasma y sus poemas quedarán esparcidos entre las almas perdidas que vagan por esta ciudad.
Leopoldo, el loco más cuerdo de todos los locos que sobrevivimos a estos tiempos, nos ha dejado sin despedirse. Y así tenía que hacerlo, de la forma más anónima.
Sin que nadie lo molestara. Como lo tiene que hacer un poeta: uno de los grandes poetas de nuestro tiempo. Que ahora venderá más libros, porque en esta sociedad los libros que huelen a difunto son los más atractivos.
Hay un banco en la calle de Tomás Morales de la capital canaria que también se ha quedado solo. Allí se estiraba el poeta como sólo lo hacen los que no tienen prisa ni por vivir, ni por morir.
Ahora, en ese banco, sólo queda la huella de los cientos de colillas esparcidas, fruto de su compulsivo hábito que le daba ese aire de poeta maldito.
Muchos hemos compartido el banco y sus poemas que salían de su boca tintados de nicotina y humo.
En las paredes de la cafetería El Esdrújulo también se ha quedado el eco de aquellos recitales donde sumergía en su poesía a todos los presentes soltando a bocajarro su infierno.
Así masticaba Panero las palabras diciendo: “El abismo es Dios y el territorio puro de nadie, una cruz alzada bajo todas las sospechas…”
Aún lo recuerdo aquel primer día que me lo encontré sentado en la terraza de la facultad de Historia, empalmando un cigarrillo tras otro y bebiendo Coca Cola.
En aquella cafetería vivía al aire libre todas las tardes. Ya era una figura necesaria. Si algún día no veías a Panero charlando con algún estudiante, o tirado en alguno de sus bancos de piedra, la facultad perdía ese sabor a ocre que solo dejan los hombres únicos.
La estación de guaguas de la ciudad, una de las paradas preferidas del poeta, también se queda huérfana de sus libros que vendía como lo hacen los floristas callejeros.
Ahora los jóvenes y los niños y las amas de casa ya no verán a ese vagabundo extraño de la estación, a ese vagabundo que siempre cargaba con uno de sus poemarios para intentar colocárselo al primer incauto que no sabía que le estaban vendiendo una joya.
Gonzalo Pérez Ponferrada, director de comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Canarias y autor del libro de relatos Los olores de Teodora Castro y otros sucesos extraordinarios

martes, 2 de junio de 2015

"Parnasillo literario circense"

Leopoldo Maria Panero era excesivo, su creatividad y locura se conjugaban con sus verbos.
Era un hombre genial, excelente, de moral esquizofrénica, esto es, honesto y colaborador.
Les dejo dos imágenes de su metamorfosis.

viernes, 29 de mayo de 2015

Poema inédito de Leopoldo María Panero

Poema inédito

SCIAMMARELLA
En cuanto a la tristeza como modo de venerar la libertad no libre del delirio
Diré lo mismo de otra forma porque la repetición es un señuelo casi inteligente
Ciertamente la mano polvorienta de un enano
Enseña a los hombres un pez
Significando la poesía
Que se opone bastardamente a la verdad
Que rumia aforismos en pie sobre las tumbas
Sobre las que llora el ruiseñor
Como una bruja significando el silencio
Con un vaso de placenta enemiga de la verdad
La poesía como un hombre enemigo del hombre
Azuzando a sus perros
Para que persigan la eternidad que venden los relojeros.
Del poemario Rosa enferma, que publicará en otoño Huerga y Fierro.


http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/06/actualidad/1394106885_605843.html

viernes, 29 de agosto de 2014

Retrato del Escritor Bipolar


La bipolaridad, o el trastorno esquizoafectivo subtipo bipolar son cuestiones de criterios descriptivos que no trascienden a la clínica. Lo interesante de este artículo de El Cultural de El Mundo no es su conjugación con hipótesis bioquímicas/genéticas. Lo interesante es transmitir y leer entre líneas que esta patología puede ayudar a realizar grandes cosas. Aquellos tiempos, los de Hemingway o Virginia Woolf son otros. Ahora sabemos más sobre este cuadro, que en un sentido estructural habría que situar en la psicosis, si hablamos de psicosis-neurosis-perversión. La parte psicótica es la que suele conducir al suicidio, a ese pensamiento acelerado (taquipsiquia) u otros trastornos del pensamiento, los del curso del pensamiento son de tipo formal; los del contenido del pensamiento corresponden a los delirios, generalmente de grandeza (megalomanía). Es una enfermedad muy difícil de llevar pero si se "sublima", es decir, se canaliza a través del arte u otra manifestación creativa, la persona vive, no sin sufrimiento. 

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Especialista en Trastorno Bipolar.


Durante siglos no tuvo nombre. Era la enfermedad silenciosa, el mal secreto que se disfrazaba de depresión, paranoia o locura y que era mejor ocultar. Pero el trastorno bipolar existe, y es devastador: escritores como Tolstoi, Balzac, Faulkner, Hemingway, Virginia Woolf, Tennessee Williams, Juan Ramón Jiménez o José Agustín Goytisolo sufrieron sus embates con desesperación, a menudo hasta la muerte. En realidad, su nombre exacto da igual: hoy sabemos que el transtorno bipolar sólo es una pirueta formal concebida en los libros de psiquiatría. Es la antigua psicosis maníaco-depresiva, pero con un nombre que infunde menos temor y rechazo.

El 20 por ciento de los enfermos se quita la vida y al menos un 50 por ciento lo intenta. La lista de escritores, músicos y pintores que se despidieron del mundo con un trágico estampido o un gesto silencioso desborda cualquier estimación superficial. 

Hemingway es uno de los casos más conocidos. Hijo de un padre suicida, conservó la pistola que le dejó huérfano durante toda su vida. Con un humor oscilante, que le hacía transitar de la euforia y la temeridad a cierta misantropía, el 2 de julio de 1961 se voló la cabeza con una escopeta de dos cañones. 

La herida de Sylvia Plath


Su nieta Margaux prefirió el fenobarbital y escogió una fecha simbólica: el 1 de julio de 1996. Al igual que su abuelo, sufría depresiones y se refugiaba en el alcohol. No está de más señalar que el autor de El viejo y el mar padecía un insomnio obstinado que sólo se apaciguaba con la luz. La luz es un potente antidepresivo en muchos bipolares, pues mejora su estado de ánimo y les ayuda a experimentar una tibia esperanza. 

El suicido de Sylvia Plath reúne todas las características de las tragedias griegas. El 11 de febrero de 1963, después de largas depresiones y anteriores intentos de suicidio, se levantó en su piso de Londres y preparó el desayuno a sus hijos. Después, abrió el horno de la cocina e introdujo la cabeza, abriendo las espitas de gas. Separada de Ted Hughes, había soportado un invierno de soledad y privaciones que exacerbó sus tendencias autodestructivas. Al principio consideró que alquilar el apartamento donde había vivido W. B. Yeats representaba apostar por la vida, pero la herida que estragaba su alma permanecía abierta desde que perdió a su padre a los nueve años. En sus sobrecogedores y bellísimos Diarios, ya había anotado en julio de 1950: “Quizá nunca llegue a ser feliz, pero esta noche estoy contenta”. En 1957, no se apreciaba ningún cambio esperanzador: “He estado dando tumbos por ahí, lúgubre, oscura, desolada, enferma. Si supero este año será la victoria más grande que haya alcanzado nunca”. En 1959, las cosas no han mejorado: “Mi cabeza es un batallón de problemas”. Eso sí, parece que la infelicidad es el estímulo principal de sus Diarios: “Sólo escribo aquí cuando estoy en un callejón sin salida”. En mayo de 1961, se interrumpen los Diarios, pero el 16 de octubre de 1962 escribe, refiriéndose a su asombroso poemarioAriel, compuesto en pocas semanas, presumiblemente en pleno brote de manía: “Soy una escritora de genio; se me ha concedido el don. Estoy escribiendo los mejores poemas de mi vida, los que me harán famosa...”. 

Tal vez Virginia Woolf es el caso más célebre de escritora bipolar, acosada sin tregua por la enfermedad. La inminencia de una nueva crisis hizo que el 28 de octubre de 1961 se encaminara al río Ouse con los bolsillos llenos de piedras. Se dejó arrastrar por la corriente y no se recuperó su cuerpo hasta el 18 de abril. Su marido enterró sus cenizas al pie de un árbol en Rodmell, Sussex. Virginia dejó una conmovedora nota: “Siento que voy a enloquecer de nuevo. Sé que esta vez no me recuperaré (...). No puedo luchar más. Ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad”. 

No menos dramático es el caso de David Foster Wallace, que se ahorcó el 12 de diciembre de 2008, con 46 años. El narrador y ensayista que poetizó sobre el malestar de un tiempo donde los medios audiovisuales se han constituido en criterio de realidad, propiciando la deshumanización y la disgregación social, luchó durante dos décadas contra una bipolaridad con predominancia de las tendencias depresivas. Durante mucho tiempo, la fenelzina le mantuvo estable, pero los efectos secundarios (disquinesias faciales, inhibición sexual, sobrepeso, pérdida de reflejos) le hicieron abandonar la medicación. Al poco de interrumpir el tratamiento, la depresión regresó con toda su ferocidad. Se ensayaron nuevos tratamientos, sin conseguir una remisión. Finalmente, venció la tristeza, sembrando la consternación entre sus amigos y familiares, que contemplaron su muerte con una mezcla de estupor, rabia y fatalismo. Franzen, Zadie Smith y Don DeLillo hablaron en un homenaje póstumo, lamentando la pérdida del cronista esencial de la posmodernidad. 

En nuestro país, la bipolaridad ha afectado a figuras como José Agustín Goytisolo, Pedro Casariego, Leopoldo María Panero, Luis Martín Santos y Juan Ramón Jiménez. Es difícil establecer un diagnóstico en el caso de Juan Ramón, pero su ansiedad generalizada, su hipocondría, su tendencia al aislamiento, sus brotes de emotividad, sus crisis depresivas y su obsesión por la muerte, inducen a pensar que la bipolaridad es una explicación posible de un carácter difícil y propenso al conflicto. Luis Cernuda le dedicó unas palabras poco compasivas, acusándole de ser una especie de Mr. Hyde, pero Cernuda no parece el más indicado para hablar de equilibrio y voluntad de conciliación. En la época de Juan Ramón, no se hablaba de bipolaridad, sino de neurosis, pero yo me atrevería a afirmar que su neurosis hoy se diagnosticaría como trastorno bipolar, sin excluir otras patologías concomitantes. Pedro Casariego, escritor, poeta y pintor, hermano de Martín y Nicolás Casariego, escogió el 8 de enero de 1993 para arrojarse a las vías del tren en la estación de Aravaca. Dos días antes había considerado concluida su obra gráfica y literaria al finalizar Pernambuco, el elefante blanco, un cuento concebido como un regalo para su hija Julieta. “Mordido por un tren hambriento”, dejó el recuerdo de “un artista misterioso, intrigante, insólito”, según Ángel González. Su padre, el poeta Pedro Casariego H. Vaquero, le describió como “un raro, con virtudes poderosas, como la honestidad, el estoicismo, la austeridad y la clarividencia”. Creo necesario mencionar que, según Juan Ramón, “el poeta no es un filósofo, sino un clarividente”. 

El loco egregio

Leopoldo María Panero es el loco egregio de nuestras letras, que nunca ha ocultado su desorden interior. Nacido en Madrid en 1948, sufrió la primera hospitalización psiquiátrica en 1970. Más adelante, ingresaría por propia voluntad en las unidades de psiquiatría de Mondragón y Las Palmas de Gran Canaria. Maldito, provocador, iconoclasta, incrédulo, aficionado al alcohol y enamorado de la heroína durante una década, su poesía brota de un desafío permanente a la razón, que no acepta las reglas del pensamiento lógico aplicadas al lenguaje, la vida o la moral. Su clarividencia convive con su progresiva desintegración personal. Aunque los médicos diagnostican esquizofrenia, no puede descartarse un trastorno esquizoafectivo de tipo bipolar. A fin de cuentas, las últimas investigaciones sostienen que el trastorno bipolar y la esquizofrenia proceden de una causa común: una expresión defectuosa de los genes encargados de la producción de mielina en el sistema nervioso central. 

En el ámbito de las letras hispanoamericanas, podríamos citar a Alejandra Pizarnik, que paralizó su corazón con 50 pastillas de secobarbital, uno de los barbitúricos empleados por Marilyn Monroe en su “probable suicidio”. Se cree que Pizarnik sufría Trastorno Límite de la Personalidad, una alteración psicológica que incluye inestabilidad afectiva, sentimientos de vacío e inutilidad, parasuicidios (autolesiones), irascibilidad. El diagnóstico diferencial atribuye a cada patología unos rasgos propios, pero reconoce que algunas enfermedades mentales pueden concurrir conjuntamente y admite que el Trastorno Límite de la Personalidad puede interpretarse como el umbral de la bipolaridad. Pizarnik escribió: “Siniestro delirio amar una sombra./La sombra no muere./Y mi amor/sólo abraza lo que fluye/como lava del infierno”. No es una mala descripción del tormento interior de los bipolares. Ni la esquizofrenia ni el trastorno bipolar se caracterizan por una doble personalidad que sólo existe en las ficciones cinematográficas. 

Rompehielos contra el cerebro

¿Se puede convivir con el trastorno bipolar? Faulkner, Tennessee Williams, Twain, Tolstoi, Dickens, Hermann Hesse, Gorki, Schubert, Beethoven, Stevenson o Balzac lo consiguieron, no sin pagar un notable tributo de sufrimiento. Van Gogh, Schumann, Kurt Cobain, Cesare Pavese o Pier Angeli no fueron tan afortunados. Un brote de manía es como un rompehielos que embiste contra el cerebro. Durante largas noches de insomnio, las ideas crepitan como un bosque en llamas. La depresión es un atardecer interminable. Sientes que las horas no existen, que deambulas por un vacío perfecto. La muerte no es una intrusa. Es un pequeño claro donde te reencuentras con el paraíso. 

No hago literatura. Convivo con esta enfermedad desde 1996 y conozco todos sus estadios. En ese tiempo, he logrado desarrollar una actividad razonable como crítico literario y docente. Mi hermano Juan Luis no tuvo tanta suerte. Se suicidó en 1982. ¿Hay alguna relación entre el trastorno bipolar y la creatividad? La manía imprime un ritmo vertiginoso al cerebro, favoreciendo la aparición de ideas y asociaciones, algunas completamente irracionales, pero que en el terreno de la poesía son verdaderas fulguraciones. 

No es nada extraño que Van Gogh creara cerca de 900 obras en diez años, con interrupciones provocadas por las crisis depresivas. ¿Significa eso que el sufrimiento es el precio del arte? ¿Se equivocaba Nietzsche al afirmar que “el dolor nos hace profundos”? ¿Tenía razón Hölderlin cuando aseguraba que “sólo merecen el nombre de arte las obras capaces de expresar la experiencia del dolor”? La vida no comercia con transacciones de esta naturaleza. Nadie escoge el dolor, pero el artista bipolar, cercado por la inestabilidad, la desolación y la muerte, nos hace pensar que algunos hombres nacen -a su pesar- con un destino.

El 20 por ciento de los enfermos se quita la vida y al menos un 50 por ciento lo intenta. La lista de escritores, músicos y pintores que se despidieron del mundo con un trágico estampido o un gesto silencioso desborda cualquier estimación superficial. 

Hemingway es uno de los casos más conocidos. Hijo de un padre suicida, conservó la pistola que le dejó huérfano durante toda su vida. Con un humor oscilante, que le hacía transitar de la euforia y la temeridad a cierta misantropía, el 2 de julio de 1961 se voló la cabeza con una escopeta de dos cañones. 

El Cultural-El Mundo

lunes, 9 de junio de 2014

"Sobre la locura": 24 reflexiones sobre la locura

Manuel Espina, José Mª Álvarez, Ana Elúa, Fernando Colina y Sergio González. Foto: L. Fraile
Manuel Espina, José Mª Álvarez, Ana Elúa, Fernando Colina y Sergio González. Foto: L. Fraile

Veinticuatro reflexiones sobre la locura

Un grupo de psiquiatras y psicólogos ha apoyado este jueves la presentación de `Sobre la locura´, el último libro de Fernando Colina
Laura Fraile
Valladolid
Se han escrito muchos libros sobre la locura, pero aun así faltan obras capaces de hablar desde un punto de vista más cercano, alejado de tecnicismos y consciente de que, por mucho que la experiencia en un ámbito como el de la salud mental acumule décadas, aún hay mucho que aprender y replantear. El libro que se ha presentado este jueves por la tarde en el Museo Patio Herreriano, que ha sido escrito por Fernando Colina (que actualmente ejerce como Jefe del Servicio Psiquiátrico del Hospital Universitario Río Hortega), pretende acercarse a todas estas inquietudes a través de una veintena de capítulos que se refieren al arte de no intervenir, la mentira, el lenguaje, la conciencia de enfermedad, el amor, la distancia, las medicinas, el derecho a estar loco, la escritura, la ternura o la violencia.
La presentación de esta tarde se ha convertido en un espacio de reflexión y debate en el que este psiquiatra se ha acompañado de compañeros y amigos como Sergio González (residente de Psiquiatría del Río Hortega), Ana Elúa Samaniego (psicóloga clínica del mismo hospital), José Mª Álvarez (psicólogo clínico de este centro) y Manuel Espina (psiquiatra del Hospital Clínico). El acto comenzó a las 19 horas de la tarde con la proyección de un vídeo realizado dentro del proyecto ARTerias con Locura, que ha permitido establecer un nexo entre el Departamento de Investigación y Educación del Museo Patio Herreriano y el Centro de Intervención Comunitaria del Río Hortega. "El proyecto comenzó en febrero de 2013 y pretende usar el arte contemporáneo como un vehículo de expresión para las personas diagnosticadas con trastorno mental a través de elementos como el vídeo, la fotografía o la pintura, de tal forma que estas personas puedan tener una voz que no siempre tienen", explicaba esta tarde Pablo Coca, encargado del Departamento educativo de este museo.
A continuación comenzaron a surgir los comentarios sobre el libro escrito por Fernando Colina, que ha sido publicado por Cuatro ediciones. "Se trata de una obra hecha con materiales heterogéneos. Es un libro ideológicamente muy comprometido en la defensa de la locura y en el derecho a estar loco. También hay que decir que está escrito con un lenguaje cercano a la prosa poética que nos envuelve y que evita que la experiencia de la locura siga siendo algo insondable y parte de un territorio oscuro", comenzaba indicando José Mª Álvarez, psicólogo clínico del Río Hortega.
El psiquiatra Manuel Espina se inclinó por valorarlo como un libro "que puede servir como guía acerca de la manera más adecuada para aproximarse y posicionarse ante un psicótico", aunque también como una pauta ante lo que "no debe hacerse". "Su esencia está en cómo plantear el encuentro entre dos estructuras: la de los que no están locos y la de los que supuestamente lo están, dos estructuras que son excluyentes e incomprensibles entre sí", añadía éste más tarde.
Ana Elúa, en cambio, echaba en falta no haberse encontrado con un libro así durante su etapa como estudiante que fuera capaz de dar algunas pistas con las que evitar caer en "el pecado de la compasión o la autoridad", pero sobre todo capaz de replantear las relaciones de poder inherentes a este tipo de situaciones. A la presentación habían acudido también familiares de personas diagnosticadas con un trastorno mental que reparten su día a día entre su papel de padre o madre y terapeuta, así como pacientes que pelean cotidianamente contra el estigma.
No faltaron tampoco intervenciones que pretendían trasladar unos aprendizajes acumulados tras años dentro de esta profesión. Así los expresaba Manuel Espina, que ejerce como psiquiatra del Hospital Clínico: "Ante la inquietud y la impaciencia por saber del sufrimiento de alguien hay que contraponer la espera por que sea ese alguien el que venga a ofrecerte lo que le está ocurriendo. También hay que saber aprender del valor del silencio, un elemento fundamental que es infinitamente más valioso que las palabras vacías", comentaba esta tarde desde el Salón de Actos del Museo Patio Herreriano.
Colina invitó a replantear con qué tipo de sentimientos nos acercamos a los psicóticos, cuestión que sirvió para reflexionar sobre la ternura o sobre una "psiquiatría que ha ido transformándose en crear especialistas que deben saber lo que tienen los pacientes y ver qué tratamiento les corresponde". "También debemos ver lo que les pasa, saber los motivos que les llevan a esa situación o conocer qué supone todo esto para ellos", advertía este psiquiatra.
La presentación, que había sido organizada por la asociación La Revolución Delirante (que desde su origen en el año 2011 ha venido promoviendo actividades como conciertos o jornadas centradas en los jóvenes profesionales de la salud mental), concluyó con un recordatorio al poeta Leopoldo Mª Panero, fallecido este miércoles en el Hospital Psiquiátrico Juan Carlos I de Las Palmas de Gran Canaria.

jueves, 13 de marzo de 2014

Leopoldo María Panero: El Poeta Maldito

Leopoldo María Panero, el loco de los versos y la autodestrucción
Leopoldo María Panero, el poeta maldito. :: EFE
"Podré ser un monstruo pero no estoy loco. Llevo cuatro años esperando que me den el Nobel y no me lo dan. Tal vez sea porque vivo en un manicomio", decía Leopoldo María Panero, que nunca vio el deseado premio. El poeta español murió ayer a la edad de 65 años en su casa de Las Palmas de Gran Canarias. La noticia se conocía después de que su editorial, Huerga y Fierro, publicara en Facebook el mensaje de condolencias hacia la familia del escritor: "Amigo Leopoldo María Panero, siempre has sido un extraordinario poeta, fiel y amigo de tus amigos. Allí donde estés, que sepas que te echaremos de menos. Te queremos. Descansa en paz".
Según José María Castellet, autor del libro 'Los Nueve novísimos de España', formó parte del grupo de poetas más renovadores de los años 60. Leopoldo María Panero, como otros poetas, vivió el franquismo y se posicionó de forma radical en contra del régimen. Ejerció de activista antifranquista, lo que le llevó a la cárcel. 
Leopoldo María Panero tuvo una vida en apariencia complicada, sin embargo, para él no lo era, sólo trataba de hacerla más sencilla. El escritor decidió ingresar en varias ocasiones en diferentes hospitales psiquiátricos; en los años 80, permaneció en el psiquiátrico de Mondragón durante diez años; después, se trasladó a la Unidad Psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria, que él llamaba 'Manicomio del doctor Rafael Inglott'. Lejos de que esas estancias médicas le influyeran negativamente en su trabajo, Leopoldo María Panero enriqueció su estilo haciéndolo más innovador.
A pesar de vivir en ellos durante 30 años de su vida, Leopoldo María Panero que creía que "los manicomios son como campos de exterminio nazi". Era su forma de calificar a la costumbre que tenía la sociedad de quitarse de en medio a los que molestaban para llevarlos a los hospitales psiquiátricos y así dejarles vivir una vida más tranquila. El poeta tonteó con el alcohol y sobre todo con las drogas, a la heroína le dedicaría un gran número de trabajos.
La atormentada vida de Leopoldo María Panero se plasmó en su obra, llena de autodestrucción y referencias a la vida y la muerte. Hijo de poeta, hermano de poeta, sobrino de poeta y primo de crítico de cine, la familia del escritor siempre estuvo en el ojo del huracán. Los Panero inspiraron varias películas al cine como 'El desencanto' o 'Después de tantos años'. Los Panero eran una familia desestructurada, desmembrada, con una figura autoritaria muy fuerte en el padre (aún después de morir), pero con gran cultura e intelectualismo.
Inevitablemente, en la obra de Leopoldo María Panero tuvo que reflejarse esas referencias familiares y el mundo del cine incrustado en ella. Su poema más famoso, 'La canción del croupier del Mississipi', es el espejo de toda su vida y contiene todas las características de la pluma de Leopoldo María Panero: referencias a los excesos "fumo mucho. Demasiado", a la destrucción, con alusiones al cuerpo, "mi alma acuchillada por mujeres y niños", "toda mi alma sabe a sangre"; y críticas al régimen, "este país que llaman España, he oído a los muertos que el Infierno es mejor que esto".
Leopoldo María Panero decía que con sus versos buscaba reencontrarse a sí mismo, que no era un poeta maldito o loco. En un documental con Carlos Ann y Enrique Bunbury sobre él, el poeta habló sobre su persona: "Aquí estoy yo, Leopoldo María Panero, hijo de padre borracho y hermano de un suicida, perseguido por los pájaros y los recuerdos que me acechan cada mañana escondidos en matorrales, gritando porque termine la memoria y el recuerdo se vuelve azul y gima, rezando a la nada por temo".
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sábado, 8 de marzo de 2014

Leopoldo María Panero

A los 65 años falleció en Las Palmas de Gran Canaria el poeta Leopoldo María Panero. Su espíritu rebelde lo llevo a entrar en el Partido Comunista cuando tenía 16 años, dos años después de la muerte de su padre, Leopoldo Panero, un poeta convertido al falangismo que trabajó a favor de la dictadura franquista. D.E.P.
Sus últimas décadas las pasó en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, primero estuvo ingresado en el hospital siquiátrico de el Sabinal y después en la unidad de salud mental del hospital Juan Carlos I, donde falleció la madrugada de este jueves. El periodista Federico Utrera, editor del libro "Después de tantos desencantos. Vida y obra poética de los Panero" contaba hoy en La Ventana de Canarias que conocer a Luis María Panero y a sus hermanos Michi y Juan Luis fue una de las experiencias más interesantes de su vida.
Federico Utrera no tiene ninguna duda "Leopoldo María Panero era el mejor poeta español con vida, no sólo lo digo yo, lo han reconocido el novelista Juan Goytisolo o el dramaturgo Fernando Arrabal, Leopoldo ha sido el más traducido fuera de España y el más leído de las últimas décadas". Utrera recuerda que a Leopoldo María Panero le gustaba pasear por la playa de Las Canteras y acostarse en los bancos de la calle Triana o el Parque San Telmo. "Espero que no se le ocurra ir al entierro a ningún concejal de la capital, porque lo echaban de los bancos y el mismo decía que lo único que pedía era que lo dejaran estar acostado en esos bancos, porque se sentía un poeta de la calle con espíritu libre".
Utrera recuerda que el propio Leopoldo María Panero vaticinó cómo lo iban a tratar los medios tras su muerte "escribirán ha muerto el último poeta maldito que ha sido tratado injustamente". Para el periodista y editor el último de la saga de los Panero fue "sobre todo un poeta auténtico, un hombre libre que no estaba sometido al reloj como el resto de los mortales".
Uno de los lugares que más frecuentó Leopoldo María Panero fue la librería y cafetería "Esdrújulo" en la capital grancanaria, que cerró sus puertas hace unos años. Allí entabló amistad con su dueño, Adolfo García, que cuando creó la editorial "El Ángel Caído" le ofreció a Panero publicar sus nuevos poetas. Bajo el sello de la editorial canaria se publicaron en 2008: "Tango", "Contra España y otros poemas no de amor" y "Esphera". En 2011 se publicaron "Piedra negra o del temblar", El último hombre", "Dioscuros" y "El que no ve". Adolfo García comentó en la SER que "Leopoldo era como un niño chico, a veces caprichoso, pero muy tierno, con un gran sentido del humor, le encantaba contar chistes de locos".
Poema "El Loco"
   EL LOCO
He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que  mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.

sábado, 28 de enero de 2012

Leopoldo María Panero




Este poeta maldito, tal vez loco, o así "acreditado" y creativo nos traslada algunos pensamientos, recomiendo su versión de la Metamorfosis de Kafka, hilarante y crítica.
Poeta, narrador y ensayista español nacido en Madrid en 1948.
Hijo del poeta Leopoldo Panero y hermano de Juan Luis Panero, también poeta, mostró desde muy pequeño
su interés por la poesía. A los dieciséis años, fascinado por la izquierda radical, ingresó al entonces prohibido
Partido Comunista, cuya militancia le valió su primera estancia en prisión.
Inició su carrera como poeta de la mano del maestro Pere Gimferrer; sin embargo, su vida fue trastornada por el alcoholismo, la depresión y dos intentos de suicidio antes de cumplir los veintiún años. La esquizofrenia lo mantiene internado por "voluntad propia" en un pabellón psiquiátrico, donde mantiene vivo su interés por la literatura.
Autor de una importante obra, es considerado como uno de los poetas más importantes de España. Su primer libro,«Por el camino de Swan» en 1968, fue el inicio de una cadena de publicaciones, entre las que vale la pena destacar «Así se fundó Carnaby Street» 1970, «En Teoría» 1973, «Narciso en el acorde último de las flautas» 1979, «Dioscuros» 1982, «Poemas del manicomio de Mondragón» 1987 y «Heroína y otros poemas:

Un loco tocado de la maldición del cielo

Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una princesa.

"Poemas del manicomio de Mondragón"

"No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y... Wendy se levantó y encendió la luz: él lanzó un grito de dolor... » James Matthew Barrie, Peter Pan.