"Tu ropa juntito a la mía
jamás en la vida
Se vuelve a lavar"
En Oxford, hace unos años se dio un evento muy poco común. La Universidad de se llenó de alumnos y exalumnos que concurrían a la Ceremonia de Hellen Keller. La Dra. Keller había nacido sorda y ciega, cincuenta años antes. Cuando barajaron la posibilidad de dejarla morir, una mujer le tendió la mano, le apoyó y dio cariño y esperanza. Su nombre era Ann Sullivan. Esa niña se transformó en Doctora en Filosofía de casi todas las universidades del mundo, escritora de varios libros y conferenciante de los ámbitos intelectuales del planeta. El rector de la Universidad presentó a la señora Keller. En el estrado, un traductor le retransmitía el discurso del catedrático mediante pequeños golpecitos cifrados sobre la mano de la homenajeada.
El rector dijo:
- Es un halago para nosotros y un honor para mí recibir esta noche a una de las personas que más admiro. Una mujer, que aun habiendo necesidades con muchas menos posibilidades y facilidades que nosotros, ha llegado donde ninguno ha siquiera podido imaginar en llegar.
Señores y señoras, la doctora Hellen Keller.
Hellen se adelantó al podio y después de recibir un abrazo del.rector, le pidió al traductor que la dejara sola frente al micrófono.
Con las dificultades propias de dicción, Hellen subió al estrado y habló para todos:
- Estoy de acuerdo con el señor rector en algunas cosas, pero no en otras. Deberá disculpárseme por la deformación profesional de los filósofos -el auditorio se rió y aplaudió.
"Estoy de acuerdo, por ejemplo, en que soy una persona digna de admiración -más risas y aplausos-, pero disiento firmemente en el argumento. No soy admirable por lo que conseguí habiendo nacido con mi discapacidad. Soy admirable, en todo caso por el SOLO HECHO DE HABERLO INTENTADO.