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Paz y Ciencia

viernes, 17 de abril de 2020

El niño interior



Existe en nosotros una parte infantil que no crece tan rápidamente como nuestra edad biológica. Esa parte de nosotros, emocional y vibrante, puede ayudarnos a curarnos y a evolucionar si le permitimos transformarnos y convertirnos en individuos. Por el contrario, si no la escuchamos, puede anclarnos en un sufrimiento de mal amados, que se expresa a través de síntomas físicos, emocionales y psíquicos. Estos últimos pueden ser una llamada para buscar la parte de nosotros mismos que sufre. O pueden ser un retraso en nuestra evolución que nos inspira una mirada sombría sobre nuestra persona, sobre los otros, sobre la vida, separándonos de nosotros mismos.

C. G. Jung define la influencia positiva de esta parte infantil en nosotros como el arquetipo del niño interior que, en su grandeza, es un vínculo con nuestra alma. El arquetipo del niño interior se expresa por el niño del sí-mismo, que nos aporta su luz, y también por el niño herido del yo, de nuestra personalidad. El psicoanalista Pierre Trigano sostiene que, "según Jung, el niño del sí-mismo, el puer aeternus, el niño eterno, es una figura importante del sí-mismo. Es el sí-mismo en tanto que fuente de juventud interior que puede manifestarse a cualquier edad de la vida como potencia de renovación, de disponibilidad sin reserva de la vida". Para Jung, el niño interior es esta dimensión de nuestras profundidades, de la influencia de nuestra alma, que nos guía hacia la individuación y la transformación. Cuando aparece en nuestros sueños, el niño interior nos insufla amor, paz y armonía interna. Es libre y está liberado del yugo de la personalidad, de la coraza materna y de sus propias heridas. Le gusta jugar, le encanta vibrar.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Nº Col.: A-1324
Tfno.: (+34) 653 379 269
Instagram: @psicoletrazaragoza
Página Web: www.rcordobasanz.es


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